Pippa, la ‘influencer’

Tiene más de 62.000 seguidores y en su foto de perfil aparece con un gorro dorado de cumpleaños, ojos grandes, orejas en alerta, boquita de piñón

Pippa, perra influencer, en el salón de su casa, en Aravaca (Madrid).DAVID EXPOSITO (EL PAÍS)

Hace el calor que hace en los pueblos después de comer. En el madrileño barrio de Aravaca las filas de chalets cambian de arquitecto a cada cuadra al igual que cambia el ladrido de cada perro que se oculta tras las rejas perfectamente pintadas.

María Reyna abre la puerta de su chalet adosado y de entre sus piernas aparece un pequeño animal de no más de 30 centímetros de largo al que se refiere como “rata”. Pippa, la chihuahua es un perro aunque podría ser eso: una rata, un pollo, una bolsa de arroz. Gruñe y ladra desde lo alto de la escalinata, “estas sí las sube y baja, las del resto d...

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Hace el calor que hace en los pueblos después de comer. En el madrileño barrio de Aravaca las filas de chalets cambian de arquitecto a cada cuadra al igual que cambia el ladrido de cada perro que se oculta tras las rejas perfectamente pintadas.

María Reyna abre la puerta de su chalet adosado y de entre sus piernas aparece un pequeño animal de no más de 30 centímetros de largo al que se refiere como “rata”. Pippa, la chihuahua es un perro aunque podría ser eso: una rata, un pollo, una bolsa de arroz. Gruñe y ladra desde lo alto de la escalinata, “estas sí las sube y baja, las del resto de la casa, imposible”.

Pippa es influencer, su cuenta de Instagram tiene más de 62.000 seguidores y en su foto de perfil aparece con un gorro dorado de cumpleaños, ojos grandes, orejas en alerta, boquita de piñón. Las redes la engrandecen y es que en persona es mucho más pequeña que en fotos. Lleva un collar de perlas rosas y blancas y la actitud de Norma Desmond. “La gente le gusta... pero no mucho. Y los perros y los niños tampoco” apunta María, advirtiendo de su temperamento.

La chihuahua Pippa juega con un peluche en el salón de su casa, en Aravaca (Madrid).DAVID EXPOSITO (EL PAÍS)

En casa conviven Pippa y Huga, una perra salchicha que salta, lame, mueve el rabo y sonríe con todo su cuerpo canino. Pippa no lleva bien las muestras de simpatía de su hermana pequeña y se retira con indignación a una de sus camitas, concretamente a la que hace juego con los sillones del salón, “ella es muy independiente, se pasa el día maquinando”. María es interiorista y se dedica al tema de redes sociales, empezó a subir fotos de la perra a su cuenta de Instagram y vio cómo crecían los likes y los seguidores, aunque las fotos con más éxito son las que sale la perra con Alberto, su marido, “es entrenador personal, está fuerte, el público de Pippa es un 85% femenino y claro, se nota”.

Para muchos, las mascotas son un negocio, el perrito Jiffpom acumula 10,2 millones de seguidores, casi ocho millones más que Dulceida, nuestra celebrity más exitosa en redes. María reconoce que para ella es un hobby y no una profesión, con Pippa pueden ganar “desde 400 a 1.600 euros al mes”. Aunque la familia de Pippa no viva de ella, la chihuahua no necesita que le compren accesorios. Haciendo “un closet tour”, vemos en el cajón superior, camisetas y jerseys ordenados por temporada y gama cromática. En el siguiente, sombreros, pamelas, disfraces de animales, capas y hasta un gorro peruano hecho a mano y a medida adornado con abalorios. En el tercer cajón, una de las tres cajas que guarda sus prendas fetiche: la colección de collares y correas. Hay desde estampados de sandía, pelo sintético, perlas y brillantes hasta cadenas y colecciones para eventos especiales pero que apenas luce, los collares-joya podrían romperle el cuello a la instagramer.

Antes del paseo, Pippa descarga adrenalina montando a Pita, “su novio”, un peluche chihuahua del tamaño de su dueña que no tiene más remedio que resignarse a los deseos de la influencer. En la calle, la perra evita cualquier comportamiento asociado al de su raza: no olfatea ni plantas ni culos, no se acerca para que los niños le hagan mimos, no se reboza en la hierba fresca. Y es que la chihuahua solo conecta con su naturaleza perruna en dos momentos puntuales al año: cuando tiene el celo. Es entonces cuando Pippa camina pizpireta, coquetea con otros perros y juega con los humanos “está divertida y graciosísima, es otra perra”.

De camino de vuelta a casa algunos le preguntan a María por su edad y tamaño. “Me escriben para saber dónde la he comprado, cuánto cuesta, cuánto mide de suelo a lomo. La gente me hace unas preguntas ridículas... “¡Es un perro!”. Pippa camina independiente, firme y decidida cuando se detiene para echar un pis, la cabeza le hace perder el equilibrio y oscila hacia delante dejando las patas traseras al aire en la postura de hacer el pino. De repente, ya no parece una perra influencer, sino una bailarina de break-dance.

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