Antropología milenial para principiantes
El grupo Niña Polaca, inmerso en la grabación de su segundo disco que saldrá en octubre, se postula como una de las promesas del indie español
El lugar en el que un grupo de veinteañeros se dedica a componer música pasa inadvertido. En el subsuelo de la plaza de Cascorro se encuentra una diminuta habitación insonorizada donde la banda Niña Polaca se lía hasta las tantas de la madrugada tocando sus temas. El indie rockero del cuarteto se condensa debido a sus escasas dimensiones, al igual que el olor ocre de las tuberías. “Me encanta este sitio”, sentencia la voz cantante, Álvaro Surma, de 26 años. Parece que el resto opina igual. No hay más que ver mover los pies, cubiertos con calcetines estampados, de Alberto Rojo (26 años) cuando ...
El lugar en el que un grupo de veinteañeros se dedica a componer música pasa inadvertido. En el subsuelo de la plaza de Cascorro se encuentra una diminuta habitación insonorizada donde la banda Niña Polaca se lía hasta las tantas de la madrugada tocando sus temas. El indie rockero del cuarteto se condensa debido a sus escasas dimensiones, al igual que el olor ocre de las tuberías. “Me encanta este sitio”, sentencia la voz cantante, Álvaro Surma, de 26 años. Parece que el resto opina igual. No hay más que ver mover los pies, cubiertos con calcetines estampados, de Alberto Rojo (26 años) cuando se cuelga el bajo, y al batería, Luis Von Kobbe (25 años), cerrar los ojos concentrado. Ya se sabe que cuando alguien hace lo que le gusta, los garajes pueden volverse parroquias. De este reducido local salió la canción Madrid sin ti, su alabanza a la nostalgia que llenó muchos hogares durante la pandemia. Con un disco en la calle, De la línea diez al Sol, y otro en camino para octubre reconocen que el tema que está muy trillado, aunque la guitarrista Sandra Sabater (25 años) añade para la tranquilidad de muchos: “Nunca nos vamos a cansar de tocarla en directo porque al público le gusta y es una maravilla”.
La primera canción que ensayan es Máster en imbécil pero esta no va de la capital, si no de algo más universal como es darse cuenta de algo cuando ya es tarde. No es la única letra cítrica de su repertorio disfrazada de cotidianidad. En Pinta malasaña cabe tanto un duro análisis del moderneo de uno de los barrios más gentrificados de Madrid como un punzante aviso a la juventud (“Me parece que dos master no me van alimentar”). Sus canciones cantadas con la socarronería que sólo se tiene con los amigos y la sinceridad que uno se guarda para sí mismo, les han hecho ganarse el manido título de voz de una generación. Al madrileño Alberto le parece algo exagerado. Están centrados en hablar del día a día en el Madrid que viven. Sandra, alicantina, apuntilla que en todo caso se parece más a un estudio antropológico. “Si alguien dentro de treinta años escucha estos temas va a saber en qué época fueron escritos”.
Canciones del día a día
Álvaro, de raíces polacas y alicantinas, es el creador de la mayor parte de las canciones donde muestra sus cartas de forma transparente, como en un diario, sintetizando, entre otras cuestiones, las heridas que deja el amor, así como la ausencia de antes de que acabe. Todo ello expresado de esa forma metafórica y escueta tan propia del lenguaje pop, pero interpretado con una voz desgarrada, que tira a bocajarro hacia el rock. “Son lloriqueos, pero de alguien con mucho talento que ha leído mucho”, bromea el resto que también le va cogiendo el gusto a la composición. “No son de odio para nada. Son conciliadoras y bonitas”, zanja Luis, el otro madrileño del grupo y la persona con más tatuajes de la sala, aunque la competición está reñida.
La conversación lleva a la efervescencia guitarrera de grupos emergentes que surgen en la ciudad. “Empezar de cero es muy difícil porque todo el mundo que tiene una banda es porque un colega tiene otra y se promocionan mutuamente”. Sandra crítica parte de esta dinámica porque al final las redes sociales se basan en compartir las canciones de los amigos. “Se forma una burbuja en la que creemos que un grupo es súper famoso y luego salimos de Madrid y vemos que no”, admite. Álvaro en cambio no se queda en las medias tintas. “Yo estoy súper en contra. Se está haciendo música muy interesante en España y me da rabia porque la movida de Malasaña es muy endogámica. No se promociona lo bueno si no el amiguismo”, admite tajante el cantante del grupo. Celebran el éxito del cantautor Guitarricadelafuente, con el que iban a tocar justo antes de que este subiera como la espuma, ya que también estaba fuera del mundillo.
La gestación de este grupo comenzó en 2018 precisamente en Malasaña, en un patio de vecinos de la calle de la Palma donde a Álvaro y Alberto les llegaban los ecos de una guitarra a través de las ventanas. El nombre del grupo surgió más tarde, en medio de un rocambolesco viaje por carreteras polacas. Alberto cuenta que lograron una denominación que conjugaba tanto la sonoridad de la ñ como su fascinación por la belleza eslovena. “Estabais buscando cómo ligar con las polacas”, corta Sandra Sabater rápida, con bastante sorna. La guitarrista no les pasa ni una. “En realidad era todo por hacer la gracia”, confiesa Alberto mientras se encoge de hombros, “no nos comimos un colín”.
Conciertos por garitos
Fue entonces cuando comenzaron los conciertos por los garitos madrileños, que fueron bastante bien hasta que una noche la situación se descontroló por una excesiva ingesta de alcohol. “Ya no hacemos esas cosas”, dice Alberto. Sandra entró en escena justo después de ese suceso, a la par que el despegue de Ginebras, el otro grupo al que pertenece junto a Grasias. “Vaya, aquí nadie sabe quiénes son esas”, bromea Álvaro al mencionarlas, aunque ambos grupos dicen ser uña y carne. Reconocen que nunca han tenido ninguna expectativa con respecto al grupo. “Cuando fichamos para Subterfuge hace un año y me dijeron que, efectivamente, tenía que grabar un disco me agobie bastante”, dice Álvaro. Pero el disco salió tras varios días de retiro en Buitrago de Lozoya en una casa de la familia de Alberto. “Cuando vamos no dormimos nada. Ya entras en la onda de estar todo el rato tocando, componiendo, pensando, arreglando”, puntualiza.
A pesar de las reproducciones que cosechó Madrid sin ti, admiten que las redes sociales no son exactamente lo suyo porque estas suelen ser bastante básicas. “Lo mejor son los memes que nos mandan. Han caído buenas risas con algunos”, dice Alberto desde un sofá de un pequeño bar de la zona llamado El Bigote del Greco. El concierto que recuerdan con más cariño es el que hicieron nada más terminar la cuarentena que llenaron a pesar de las restricciones. “Fue el 4 de febrero. Preguntamos quién se había tomado una cerveza con nosotros y solo cuatro levantaron la mano”, asegura Luis. Los cuatro empiezan a reírse de escenarios a los que se han subido, de sus pintas o del penoso sonido de los altavoces en alguna que otra ocasión. Sandra admite que le encanta ver vídeos de antiguas actuaciones. “Es un poco como ver fotos de cuando eres adolescente. Hay gente a la que no le gusta verse con brackets [corrector dental] pero yo al contrario, me encanta verme horrorosa y saber lo que he evolucionado”.
Niña Polaca actuará el próximo domingo junto a El diablo de Shangai en la Nau de Barcelona, una gira que les llevará a recorrer varias ciudades españolas.
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