Las 10 de… Jorge Drexler

Pudo triunfar como médico. Por suerte, se dejó engatusar por las musas. Ahora los seducidos, desde que Sabina le convenció para que se mudara, somos todos nosotros

Jorge Drexler, durante su concierto online el pasado 10 de marzo en el Teatro Popular Melico Salazar de San José, Costa Rica, totalmente vacío.John Duran (Interdepro)

Después de 25 entregas, esta serie de sugerencias sonoras en forma de decálogos llega a su fin. Y qué mejor que aplicarse las enseñanzas difundidas por este trovador uruguayo: amemos la trama más que el desenlace. El propio periplo vital de nuestro último protagonista, eminente otorrino que alternaba martillos, yunques y estribos con los barecitos de cantautores, tiene algo de novelesco. Habrá que agradecerle siempre a Sabina su capacidad de persuasión, aunque tampoco es que Jorge Drexler tardase en aceptar aquella sugerencia de hacer las maletas.

‘Dos colores: blanco y negro’...

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Después de 25 entregas, esta serie de sugerencias sonoras en forma de decálogos llega a su fin. Y qué mejor que aplicarse las enseñanzas difundidas por este trovador uruguayo: amemos la trama más que el desenlace. El propio periplo vital de nuestro último protagonista, eminente otorrino que alternaba martillos, yunques y estribos con los barecitos de cantautores, tiene algo de novelesco. Habrá que agradecerle siempre a Sabina su capacidad de persuasión, aunque tampoco es que Jorge Drexler tardase en aceptar aquella sugerencia de hacer las maletas.

‘Dos colores: blanco y negro’

(De Vaivén, 1996)

El debut español incluye esta lectura del tema que Drexler había escrito ex profeso para En blanco y negro, aquella gira conjunta de Víctor Manuel y Pablo Milanés. Aquello, más que un encargo, era una graduación: Jorge se equiparaba en el repertorio con Joaquín Sabina, que rubricaba En blanco y negro, y Pedro Guerra, autor de Imágenes en blanco y negro.

‘Raquel’

(De Sea, 2001)

Uno de los raros ejemplos de composición a cuatro manos, ya que la música es obra de David Broza. La versión del cantautor israelí es, de hecho, bastante más célebre, ya que servía como sintonía para Raquel busca su sitio. ¿Recuerdan qué joven actriz de 25 años se dio a conocer como protagonista en aquella serie de TVE? Leonor Watling, en efecto; años después, pareja de Drexler y madre de sus dos hijos, Luca y Leah. Qué cosas.

‘Vals de Violeta’

(Ana Belén. Banda sonora de Antigua vida mía, 2001)

Un regalazo confeccionado a la medida de su siempre admirada Pilar Cuesta, coprotagonista junto a Cecilia Roth de este no muy recordado largometraje del argentino Héctor Olivera. La canción es bellísima, pero también ha caído en el olvido; quizá porque aborda con crudeza (“los lentes oscuros apenas podían tapar / las marcas que dejó quien más querías”) el tema medular del filme, la violencia de género.

‘Todo se transforma’

(De Eco, 2004)

Su canción más popular, la del espaldarazo definitivo. Una de las cuatro o cinco más brillantes, porque solo él podría encontrar inspiración musical en la ley de conservación de la masa y la energía (“Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”). Y gloriosa luna de miel para el romance del cantor con la ciencia, “esa generadora de ciudadanía”. La física o la astronomía también alientan en este mismo álbum los versos de Eco, Deseo o Polvo de estrellas. Sin duda, el mejor cantautor posible para unas charlas en el CSIC.

‘Al otro lado del río’

(Banda sonora de Diarios de motocicleta, 2004)

No es su mejor composición, pero sí la más histórica. La concibió a instancias del brasileño Walter Salles para una película sobre el joven Che Guevara, y su mera nominación para el Óscar ya parecía inconcebible. Nadie en Hollywood sabía quién era ese tal Drexler, así que la Academia obligó a que en la gala la interpretaran dos latinos más reconocibles, Antonio Banderas y el guitarrista Carlos Santana. El desenlace es célebre: Jorge se impone contra todo pronóstico (entre los candidatos figuraba, por ejemplo, Andrew Lloyd Weber) y dedica su discurso de agradecimiento a… cantar a capela. Justo lo que le habían impedido.

‘La vida es más compleja de lo que parece’

(De 12 segundos de oscuridad, 2006)

Un disco inmenso todo él, autobiográfico y de sinceridad desgarradora. La crónica detallada del dolor ante una ruptura no vislumbrada (con la cantante Ana Laan) y la fascinación en torno a quien acabará convirtiéndose en su nueva pareja. Las nueve palabras de este título, concebido durante un trayecto en taxi, sirven como resumen preclaro para tantos meses de tormento interior.

‘Fractura de escafoides tarsiano derecho’

(De Cara B, 2008)

Drexler se escalabra el tobillo a la salida de un concierto en Bilbao, en mayo de 2007, y aprovecha la historia clínica en su literalidad, de la primera línea a la última, para construir una canción. Recitada casi siempre, pero con melodía a la altura del juicio diagnóstico y del tratamiento con eparina. Una ocurrencia disparatada. O, dicho con otras palabras, una genialidad.

‘Toque de queda’

(De Amar la trama, 2010)

La noche que escribió este oscuro prodigio a lo Tom Waits (marlanguiano, inevitablemente), el 24 de julio de 2009 en Sepúlveda (Segovia), poco podía sospechar el firmante cuántas veces acabaríamos pronunciando esa expresión militar que le da título. A medias con la Watling, que canta con voz casi más grave que él. Y con fascinante instrumentación de trompeta, marimbas y serrucho.

‘Bolivia’

(De Bailar en la cueva, 2014)

Su disco más rítmico, tribal, enraizado y orgullosamente latinoamericano incluye este homenaje abrumador al único país que se ofreció a acoger a refugiados que escapaban del horror nazi en Alemania; entre ellos, los abuelos de Drexler y su papá, entonces con cuatro años. Jorge le confió esta historia a Caetano Veloso durante una cena en Bogotá y su ídolo accedió a aportar las segundas voces. Moreno Veloso, hijo de Caetano, las remitió por correo electrónico junto al siguiente mensaje: “Gostei muito da sua cumbia tropicalista”.

‘Silencio’

(De Salvavidas de hielo, 2017)

El creador de Guitarra y vos quería testimoniar su amor eterno hacia esa fábrica de sueños con seis cuerdas. Materializó ese anhelo grabando todo un disco en que hasta la última nota que escuchamos, aunque no lo parezca, proviene de su colección de guitarras. Silencio da valor al espacio en blanco en este mundo de terabytes de ruido retuiteados hasta el infinito. Y es la mejor y casi lorquiana manera para poner el punto final. Ssshhh.

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