Vladimir Putin y la montaña de la verdad
La Agrupación Señor Serrano presenta en Conde Duque ‘The Mountain’, espectáculo multidisciplinar que analiza la fina línea entre lo real y lo falso
¿Es posible reconocer lo que es cierto y lo que es falso en un mundo en el que Trump clama de forma frenética en Twitter haber ganado las elecciones estadounidenses del 2020 y en el que la política española debate la creación de un Ministerio de la Verdad? The Mountain, la producción que Agrupación Señor Serrano ...
¿Es posible reconocer lo que es cierto y lo que es falso en un mundo en el que Trump clama de forma frenética en Twitter haber ganado las elecciones estadounidenses del 2020 y en el que la política española debate la creación de un Ministerio de la Verdad? The Mountain, la producción que Agrupación Señor Serrano representa en el Conde Duque hasta el próximo sábado, cuestiona con su habitual discurso multidisciplinar precisamente eso: el significado de lo que es verdad. “Nuestra memoria es un relato. Y la política juega continuamente a construir ese relato”, defiende por teléfono el fundador del colectivo, Àlex Serrano.
En este juego teatral, la compañía barcelonesa, que se define como una república con un presidente (Àlex Serrano), un primer ministro (Pau Palacios) y una jefa de gabinete (Barbara Bloin), recurre a varios iconos en forma de metáforas. La expedición al Everest de George Mallory de 1924, del que no se sabe a ciencia cierta si llegó a alcanzar cima; el pánico que propagó en los años treinta Orson Welles a través de las ondas radiofónicas con La Guerra de los Mundos; y un dron vigilando al público marcan su propuesta. Y Vladimir Putin ejerce como anfitrión en el cuerpo de la actriz Anna Pérez Moya para ayudar al espectador a subir esa montaña imaginaria en busca de la verdad.
El ruso es, en palabras de Serrano, una figura capaz de retar ese concepto “de un modo más sofisticado” que otros representantes de la política española o estadounidense. “Putin normaliza la mentira. Defiende esa idea del Yo miento, pero lo hago menos que los demás. Y lo hace de un modo que da más juego a la hora de ser representado, porque opta por el misterio y la contención mientras que otros políticos juegan a lo grotesco, a la caricatura”, explica por teléfono horas antes de su primera función madrileña.
Recurriendo al vídeo en directo, el sonido y la performance, Agrupación Señor Serrano dinamita de nuevo la unidades aristotélicas de tiempo, espacio y acción que han encerrado al teatro en la edad moderna y, al mismo tiempo, lo regresa a su origen griego, aplicando un amplio espectro de recursos narrativos. The Mountain despliega sobre el escenario tres pantallas móviles que representan esa forma caleidoscópica de la construcción de la verdad. Con ellas, Serrano convierte una vez más en aliado a un supuesto enemigo de lo que es real: ese objeto desde el que nos llegan bulos de en forma de mensaje de texto y vídeos deepfake, con su sofisticada superposición de imágenes falsas. “Aunque parezca que el teatro es un buen sitio para huir de las pantallas, porque Netflix ya ocupa suficiente espacio en nuestras vidas, nosotros pensamos que es un objeto tan cotidiano que no podemos rechazar su existencia y que, además, ayuda al espectador a creen en lo que está viendo en el escenario”.
Conde Duque ofrece la opción de ver ese montaje a través de una emisión en streaming durante la función del sábado 21 de noviembre, pero Àlex Serrano admite que, en este caso, la pantalla no es conveniente, porque hace que la experiencia como espectador se convierta en algo “disperso y decepcionante” y rompe con la idea de comunidad. “El teatro es un rito en el que un grupo de gente hace lo mismo al mismo tiempo que cada vez se da con menos frecuencia”, defiende el creador. En su opinión, la solución para crear un teatro online pasa por proponer obras concebidas para ser emitidas, en vez de reproducir las que han sido imaginadas sobre un escenario. En una de sus nuevas propuestas, Prometheus, un narrador acerca los mitos griegos al público infantil con figuras de juguete, a través de una conexión a través de Zoom a la que solo pueden acudir ocho espectadores de entre cinco y once años en cada sesión. Los niños interactúan y debaten con el narrador, manteniendo esa idea de ritual.
Durante el confinamiento, los políticos han aprovechado una verdad aislada, que la cultura no cura el coronavirus, para relegar a un segundo plano al teatro y al resto de disciplinas creativas. “Ha sido un ninguneo sangrante y atroz. En Barcelona, el Teatro Lliure reparte cada 15 días cajas de alimentos a gente que hace poco veías trabajando sobre un escenario. Se trata de una cola que no es precisamente pequeña”, advierte Serrano. “El que los profesionales del sector hayan defendido durante estos meses la importancia de la cultura regalando sus contenidos ha sido una respuesta naive, porque apoya la idea de que la cultura no vale y debe ser gratis. Incluso ese lema de La cultura es segura no es apropiado para defender a nuestro gremio. Si algo es la cultura es insegura, porque si algo hace es movilizarte y romper esquemas”.