Un viaje a lo mínimo y al reciclado del arte
El artista Pop Antonio de Felipe se reinventa en ‘Pop Pocket,’ una exposición por su 30º aniversario con obras personales de pequeño tamaño
Antonio de Felipe (Valencia, 54 años) ha sido un artista a contracorriente. Él apostó por el Pop Art en un contexto donde era considerado como algo comercial y un género menor que se alejaba de la cultura tradicional de las bellas artes que apremia más la técnica. Sin embargo, defiende que: “El mayor poder de un artista es hacer lo que se quiera”. Sus ganas le han consagrado como uno de los mayores referentes del pop de nuestro país. Tanto, que ha sido copiado en numerosas ocasiones. “He sido pionero en el tema de las vacas o en rescatar a Audrey Hepburn como icono pop”. Ahora, vuelve a expone...
Antonio de Felipe (Valencia, 54 años) ha sido un artista a contracorriente. Él apostó por el Pop Art en un contexto donde era considerado como algo comercial y un género menor que se alejaba de la cultura tradicional de las bellas artes que apremia más la técnica. Sin embargo, defiende que: “El mayor poder de un artista es hacer lo que se quiera”. Sus ganas le han consagrado como uno de los mayores referentes del pop de nuestro país. Tanto, que ha sido copiado en numerosas ocasiones. “He sido pionero en el tema de las vacas o en rescatar a Audrey Hepburn como icono pop”. Ahora, vuelve a exponer en Madrid su obra Pop Pocket: Un viaje a lo mínimo donde, a base de materiales reciclados y pequeños soportes, conmemora sus 30 años de trayectoria. Lo hace acompañado de grandes figuras icónicas del pop como Tintín, la Pantera Rosa o los Gremlins.
En la Fiambrera Art Gallery se expone este viaje que ha hecho el artista hacia su niñez. El concepto de Pop Pocket (bolsillo en inglés) se debe al primer dibujo suyo que conserva. Es un caballo de espadas que dibujó a su padre en el dorso de una tarjeta de visita: “Le hizo tanta gracia que siempre la conservó en su billetera”. De ahí el nombre de la exposición y este viaje a lo mínimo en cuanto a lo personal. Pero de Felipe tenía que dar una vuelta a esa obra y a su toque irónico. Por eso, en la muestra se puede ver como el caballero tiene un pincel y está subido a un unicornio. “Es un homenaje a mi padre que fue muy importante para mí”, confiesa. Está encantado por lo que considera una reinvención como artista. “Para mí ha sido un descubrimiento personal, crear una obra de arte en un formato mínimo porque estaba acostumbrado a obras de gran formato”.
Las pinturas, que van desde el formato mini de tarjeta de visita (10x5cm) hasta el tamaño cartilla (A5), están hechas a base de materiales reciclados. “El futuro de la humanidad pasa por el reciclado y tenemos que adaptarnos”, señala el artista. El papel con el que están hechos los dibujos es de un blog de su casa que tenía más de 20 años. También, emplea material escolar como lápices y bolis. Una parte de la muestra está hecha con papel higiénico. “Durante la cuarentena guardaba los famosos rollos para hacer los monolitos de Stonehenge, pero se mojaron y los tubos se desenrollaron”. La forma del papel le recordó a los dos rombos que ponían en la tele para decir que era para más de 18 años. "En esa vuelta a la infancia también está la sexualidad. Recuerda cuando estudiaba bellas artes y recordó lo chocante que era pintar los primeros modelos sin ropa. Por eso la exposición tenía que incluirlos. “Hay dibujos de la abeja maya, pero también desnudos hechos desde la perspectiva de un niño”.
Algo que destaca siempre de Antonio de Felipe es el color. La muestra comienza con alguna obra en blanco y negro, pero hay tres que cambian la tendencia: el Sándwich Club y las dos manos en fondo rojo. La historia detrás se remonta a cuando el artista entregaba en un sobre rojo (similar al empleado en los Óscar), algunos encargos a sus amigos. “Quedábamos a comer siempre en El Capitol y nos pedíamos el sándwich”.
Su obra está cargada de simbolismo como por ejemplo su famosa obra de El beso de dos futbolistas. Por ese motivo, va a guiar en la muestra algunos de los grupos de visitas. “Me gusta quedar con gente y explicar la muestra en persona, para que se vea con más información”. El artista disfruta el estar en contacto con aquellos que se molestan por ir a ver sus obras y reconoce que su trabajo es hacerles feliz. Además, reconoce que la magia de una obra es que cada uno pueda interpretar a su manera. “Alguna vez les inspira cosas que hasta yo no veía en un principio”, confiesa.