El presidente de los psicólogos de Madrid: “Hay una relación directa entre la crisis económica y el incremento de suicidios”

Fernando Chacón explica que los colectivos más afectados por la pandemia han sido los sanitarios, los profesores y los trabajadores de las funerarias.

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Madrid no está bien. Las consultas de psicología de la capital están prácticamente llenas. El presidente del colegio de los psicólogos de la región, Fernando Chacón (Madrid, 1960), acude todas las tardes a su despacho de la plaza de España. Aquí pasa revista a sus compañeros, que le dicen que algunos tienen lista de espera de hasta cuatro meses.

Pregunta. Madrid está triste, doctor.

Respuesta. Sí, es un proceso psicológico normal. Cuando hay una amenaza o un problema, lo primero que hace el organismo es activarse. Esto ocurrió en marzo. Ahí lo que observamos fue que...

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Madrid no está bien. Las consultas de psicología de la capital están prácticamente llenas. El presidente del colegio de los psicólogos de la región, Fernando Chacón (Madrid, 1960), acude todas las tardes a su despacho de la plaza de España. Aquí pasa revista a sus compañeros, que le dicen que algunos tienen lista de espera de hasta cuatro meses.

Pregunta. Madrid está triste, doctor.

Respuesta. Sí, es un proceso psicológico normal. Cuando hay una amenaza o un problema, lo primero que hace el organismo es activarse. Esto ocurrió en marzo. Ahí lo que observamos fue que se disparó la ansiedad entre la población. La sociedad madrileña hizo un esfuerzo tremendo de confinamiento y ahora ha visto cómo ese esfuerzo no ha servido para nada. Todavía la ciudad no ha entrado en depresión, pero como sigamos… El esfuerzo inútil lleva a la melancolía, que decía Ortega y Gasset.

P. Hay noches que cuesta dormir.

R. El trastorno del sueño va unido a la ansiedad. Si uno está nervioso, se despierta pronto o no duerme... son síntomas. Los profesionales sanitarios nos decían que tenían muchísimos problemas del sueño. Estaban todo el día pensando en el hospital. No desconectaban porque iban del trabajo a casa y de casa al trabajo. Ahora veremos muchos más trastornos depresivos que de ansiedad. Esa es una de las nuevas consecuencias.

P. Y la economía tampoco pinta bien...

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R. El paro y la falta de recursos tiene unos efectos psicológicos que no son tan inmediatos. Ahora la gente tiene algunos ahorros, tira de los amigos, de la familia. Pero cuando pasan seis meses o un año, se sabe que hay una relación directa entre la crisis económica y el incremento de suicidios. Esto ya lo vivimos en la anterior crisis. Lo más previsible es que vuelva a suceder.

P. El diagnóstico es duro.

R. Todos somos vulnerables, pero está claro que a los que tienen menos ingresos les afectará mucho más. Hacer PCR voluntarias en las zonas con menos ingresos tiene consecuencias. ¿Si cobro en negro y no puedo dar de comer a mi familia, voy a ir? Ahora tengo preocupación por dos colectivos. Los hombres de 65 a 70 años que tenían una pareja que ha fallecido en estos meses y se quedan solos y los de 40 a 50 que son el sustento económico de la familia. Estos dos grupos tienen mucho riesgo de suicidio.

P.

R. Algunos compañeros me dicen que están notando casos de tendencia suicida en estos colectivos. Los varones se suicidan tres veces más que las mujeres. Hay varias hipótesis. Piden menos ayuda que ellas y luego está la responsabilidad de género. El hombre tiene una convicción interna de que tiene que sacar a la familia adelante. Si económicamente está en paro y tiene deudas, lo perciben como un fracaso. Estos son dos colectivos de los que no se habla.

P. Las crisis la pagan los de siempre.

R. Sí, porque por su condición ya están sometidos a unas condiciones estresantes. Tienen siempre más problemas, como las deudas. En ellos es más probable que esta crisis termine en una depresión. Nadie es invulnerable, ojo, pero está claro que a las zonas más desfavorecidas les afectará mucho más.

P. ¿Hablamos demasiado del bicho?

R. Hay una sobreinformación y esto influye en nuestro estado de ánimo. Si estamos continuamente pensando en qué mal estamos… No quiero decir que no nos informemos, pero las noticias deberíamos escucharlas en dos o tres momentos al día. Y no solo las noticias, también hablamos del coronavirus con los amigos. Tenemos pensamientos pesimistas todo el tiempo. Hay que buscar cosas que nos distraigan y que nos agraden.

P. Es fácil decirlo, pero luego...

R. Para la mayoría de nosotros el coronavirus es incontrolable. No podemos hacer nada por controlar la enfermedad en general, pero sí a nivel individual, como ponernos la mascarilla y lavarnos las manos. Los psicólogos sabemos que lo que hace que la gente cumpla las normas es el espejo del grupo cercano, no las campañas en televisión. Tiene mucho más efecto que un amigo te diga: ‘¿Qué haces sin mascarilla?’.

P. ¿Los medios somos cómplices de esta sobreinformación?

R. No, no lo diría así. Hay que informar. Esa es vuestra labor, pero sí critico las formas alarmistas que utilizan algunos. También tenemos personas que su manera de afrontar una zona muy amenazante es tener cuanto más información mejor.

P. Y tanto.

R. Sí, pero por eso es bueno dedicarnos a cosas que nos gustan y nos agradan. Evitar esa sobreexposición. Esto es como una guerra. Tenemos que tener información de lo que pasa, pero no podemos estar 24 horas pensando en eso. El apoyo social, aunque está limitado, es muy importante. Si al compañero de tu hijo en el colegio le han dicho que es positivo y tú todavía no sabes si estás contagiado o no, en ese momento hay que hablarlo y mostrar afecto. Esto es fundamental.

P. ¿Quiénes lo han pasado peor?

R. Los sanitarios, los profesores y los trabajadores de las funerarias. La mayoría tenía mucha ansiedad. Al acabar el estado de alama, la cosa se relajó y dejaron de llamar. Pero a final de julio, que estaban creciendo las cifras de contagios otra vez y algunos hospitales empezaron a retrasar las operaciones y a reservar plantas, volvimos a tener casos de ansiedad con enfermeros. Es lógico que ante una situación como esta se genere de nuevo incertidumbre, pero lo que está mal es que tengamos ese pensamiento negativo mucho tiempo en la cabeza.

P. Uno no lo piensa porque quiere.

R. [Ríe] Si ocurre una o dos veces al día no pasa nada, pero si lo tienes 20 veces y te impide centrarte hay que cortarlo. Hay que hacer tareas que ocupen la mente.

P. Depende de la persona.

R. Sí, el confinamiento afectó mucho a los obsesivos. A personas que son muy cuidadosas, por ejemplo, con la limpieza. En general ha habido un agravamiento de ciudadanos que ya tenían trastornos mentales. Los ancianos con un poco demencia también se han desorientado muchísimo. No entienden que no puedan salir a la calle o no puedan besar a sus nietos. El sistema de salud mental en Madrid es muy débil. No cubre las necesidades de la población.

P. Uno de sus informes señalaba que solo un 6% de los jóvenes menores de 25 años llamaba para pedir ayuda.

R. Esto es la ilusión de inmunidad. Ellos creen que la pandemia les afecta menos. No afrontan pérdidas de trabajo porque están estudiando y porque, si pillan el bicho, apenas tienen síntomas. Fue un error de Sanidad transmitir esta información. Los chavales de 20 años no leen los periódicos ni ven los telediarios. Tenían que haber hecho campañas muy agresivas, como las de la DGT, centradas en ellos y haber contratado a influencers mucho antes.

P. ¿Les han llamado del ministerio o de la consejería para pedirles asesoramiento?

R. No, para nada. ¡Pero si en el listado que pusieron de expertos no había ningún psicólogo! Nuestros políticos y, digo todos los políticos, no lo han hecho bien. Me da la sensación que su manera de actuar es echar la culpa al otro.

P. Eso está en todas las sobremesas.

R. La gente está más enfurecida por el aumento de la crispación. Vivimos en un país muy polarizado. A mí [Fernando] Simón no me cae mal, pero parece que si le atacas eres de derechas y si le defiendes eres de izquierdas. ¿Qué pasa que no se puede criticar sin estar en un bando? Soy de los que piensa que hay que hacer una evaluación externa de la pandemia como propone The Lancet.

P. Tenían un teléfono de atención las 24 horas durante la pandemia. ¿Qué pasó?

R. Lo tuvimos que cerrar porque la Comunidad de Madrid no quiso mantenerlo. El argumento que nos dieron fue absurdo. Decían que no se podía financiar un servicio que ya estaba en marcha, pero si estaba en marcha era, precisamente, porque lo estaba poniendo yo. En Murcia, por ejemplo, sí se pagó después.

P. ¿Habrá secuelas cuando todo esto acabe?

R. En líneas generales, creo que no. El ser humano se adapta a todo y tiende a olvidar. Volveremos a la normalidad, pero esto no quiere decir que quizá no veamos a gente con mascarillas, como ya hacían los asiáticos.

P. Como sociedad, ¿saca algo positivo de todo esto?

R. [Silencio] Me temo que no.

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