La experiencia personal de un peluquero tras la reapertura: “Unos ojos llenos de tristeza”
“Los clientes tienen necesidad de hablar, de desahogarse, de compartir sentimientos”, cuenta Juan Sánchez, dueño del salón Class peluqueros en Alcalá de Henares
Han pasado unos días y se ve todo diferente. Reabrir un negocio que casi se ha convertido en primera necesidad para mucha gente supuso un gran reto. Había que estar a la altura de nuestros clientes y, sobre todo, darles seguridad para que se sintieran como siempre en nuestro negocio. Ni el material para la desinfección (como guantes o gel hidroalcohólico) debían frenar que mis amigos se sintieran como extraños. No lo han sido nunca y ahora no va a ser menos. Son el ‘late motiv’ de mi trabajo.
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Han pasado unos días y se ve todo diferente. Reabrir un negocio que casi se ha convertido en primera necesidad para mucha gente supuso un gran reto. Había que estar a la altura de nuestros clientes y, sobre todo, darles seguridad para que se sintieran como siempre en nuestro negocio. Ni el material para la desinfección (como guantes o gel hidroalcohólico) debían frenar que mis amigos se sintieran como extraños. No lo han sido nunca y ahora no va a ser menos. Son el ‘late motiv’ de mi trabajo.
Para poder abrir hubo que ir unos días antes a preparar el salón: comprar todo el material que obliga la legislación actual, distribuir mobiliario de forma que hubiera dos zonas bien diferenciadas. El teléfono no paraba de sonar. No bastaban dos minutos para dar la cita, como ocurría antes de esta terrible y mortífera enfermedad. Los clientes necesitaban contar su experiencia, hablar y, sobre todo, una persona que les oyera y les entendiera. Tantas semanas aislados, sin tener comunicación con los demás marcan psicológicamente a las personas. Cada llamada era lo que necesitaran. Ahora el tiempo sí que era oro. Oro para escuchar a los demás y saber que la gente sufre y necesita ser querida.
Por fin llegó el día de levantar el cierre. He de reconocer que me invadían sentimientos muy enfrentados. Se mezclaban los nervios, muchos nervios, con el estrés, mucho estrés. Había que cumplir todo para que mis clientes estuvieran seguros. Y yo también. Y todo mi personal. Todo estaba en el protocolo: cita, distancia, higiene extrema, medidas de protección, control de los tiempos... Todo por un fin claro: acabar con este virus que ha matado a tanta gente y que tanto daño ha causado en la Comunidad de Madrid y en Alcalá de Henares en particular.
No hay gente esperando ni puedes salir con los clientes a tomar un café o charlar en la puerta. O algo tan bonito como darle dos besos de bienvenida o un abrazo cuando se marchaJuan Sánchez
Ahora estamos sólo tres de los cuatro profesionales en el salón. No hay gente esperando ni puedes salir con los clientes a tomar un café o charlar en la puerta. O algo tan bonito como darle dos besos de bienvenida o un abrazo cuando se marcha. Ahora no. Ahora, un cliente por profesional.
Es mayo, pero no parece mayo. No hay niñas para la comunión, ni novias, ni invitados. Hay gente que necesita volver a tener su pelo cuidado, peinado, sentirse guapa y que parezca que el tiempo no pasa por ellos. Lo necesitaban, como yo necesitaba verles y ayudarles a estar felices y contentos. En lo que yo pueda.
La gente esta siendo muy disciplinada, están agradecidas, pero en sus ojos aparece tristeza. Tienen necesidad de hablar, de desahogarse, de compartir sentimientos. Muchos han tenido pérdidas y no han pasado el duelo. Esto supone una carga emocional, pero compartir estos sentimientos y servir de ayuda es una satisfacción personal.
Al verles marchar, parece que la tristeza ha dejado paso a la esperanza de volver a la normalidad. Y ahora, más que nunca, me doy cuenta de lo feliz que me hace mi trabajo.
Juan Sánchez Pardo es el dueño del salón Class peluqueros en Alcalá de Henares.
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