La experiencia personal de una librera: “El Día del Libro no será como siempre, pero lo necesitamos más que nunca”

“Sigo agarrada a los libros, ese objeto que tanto me ayuda a continuar anclada a la tierra y a respirar”, cuenta la autora

Interior de la librería Rafael Alberti de Madrid.

La casa que habito cada día se llama Rafael Alberti y es una librería. Escribo estas líneas desde mi lugar de confinamiento, también en Madrid, pero a cierta distancia de la calle Tutor 57; que nadie se asuste, ni se alarme. Desde el 14 de marzo, al despertarme por las mañanas, casi lo primero que hago es mirar la web de la librería; como quien se asoma a una ventana, este pequeño gesto me da seguridad y perspectiva. Imagino a Lola (Larumbe) sola al otro lado de la pantalla, allí, en la Alberti, leyendo los pedidos que llegan, poniendo cara a algunos nombres amigos y deseando ponérsela ...

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La casa que habito cada día se llama Rafael Alberti y es una librería. Escribo estas líneas desde mi lugar de confinamiento, también en Madrid, pero a cierta distancia de la calle Tutor 57; que nadie se asuste, ni se alarme. Desde el 14 de marzo, al despertarme por las mañanas, casi lo primero que hago es mirar la web de la librería; como quien se asoma a una ventana, este pequeño gesto me da seguridad y perspectiva. Imagino a Lola (Larumbe) sola al otro lado de la pantalla, allí, en la Alberti, leyendo los pedidos que llegan, poniendo cara a algunos nombres amigos y deseando ponérsela a aquellos que se acercan por primera vez a nosotros para pedirnos un libro a través de la web, el único espacio que podemos mantener abierto, mientras la puerta sigue cerrada. La imagino con su uniforme de mascarilla y guantes, limpiando cada libro antes de empaquetarlo, y también echándonos mucho de menos a nosotros, a su equipo y a los amigos de siempre.

Mientras todas nuestras vidas cambian, aplaudimos las buenas noticias, masticamos las malas, las pérdidas que nos duelen y el dolor de los demás, yo sigo agarrada a los libros, ese objeto que tanto me ayuda a continuar anclada a la tierra y a respirar. Ese es mi día a día, desde ahí me relaciono con el mundo, ocupándome de los libros. Tengo la suerte de formar parte de esa gran familia albertina que me da los buenos días cada mañana y juntos, aunque sin vernos cara a cara, vamos tejiendo las jornadas de aislamiento, y asimilando la nueva realidad, mirándola de frente y sin detenernos.

Pienso mucho en otras librerías, editoriales, autores, lectores amigos…, en cómo lo estarán pasando y me acerco a ellos a través de sus publicaciones, de las palabras que dejan caer. Hay ganas y necesidad de estar cerca de los otros. Ahora que el Día del Libro ya está aquí, pero no será como siempre, creo que necesitamos esa celebración más que nunca. En Alberti, ya estamos preparados para que no falten los libros ni las conversaciones con escritoras y escritores, para afianzar ese nosotros con los lectores que nos hace más fuertes.

Y es en este momento cuando los libros que hemos leído vienen a la memoria práctica de las cosas de cada día, para ayudarnos, para arroparnos en este momento difícil, mostrándonos que el camino es el que trazan las palabras que Natalia Ginzburg nos deja en su libro Las pequeñas virtudes “amar la vida y creer en ella significa también amar su dolor; significa amar la época en la que hemos nacido y sus abismos de terror; significa amar, del destino, su oscuridad y su tremendo carácter imprevisible”.

Desde este pequeño y luminoso salón en el que solo somos dos, espero que comiencen esos encuentros virtuales para festejar en comunidad lo que nos une y que a algunos, además, nos salva.

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