La lección de optimismo de Belén, a quimioterapia en plena cuarentena
La pandemia no impide que esta joven vaya cada semana a recibir quimioterapia
La esperanza, el optimismo y las ganas de vivir de Belén Couso están en una nevera. Y no porque, como han hecho algunos, se haya llevado medio supermercado por si el coronavirus se queda hasta el fin de los días. La nevera de la que hablamos, que ni siquiera está en casa de Belén, guarda a Gonal, Cetrocide y Bemfola. Nombres “horrorosos”, desde luego. Y que no encontraremos ni en Mercadona ni en Carrefour.
Pero así es como ha bautizado ella a algunos de los 23 óvulos que le extrajeron el verano pasado nada más comunicarle que sufría cáncer. Es su particular homenaje a las inyecciones, a...
La esperanza, el optimismo y las ganas de vivir de Belén Couso están en una nevera. Y no porque, como han hecho algunos, se haya llevado medio supermercado por si el coronavirus se queda hasta el fin de los días. La nevera de la que hablamos, que ni siquiera está en casa de Belén, guarda a Gonal, Cetrocide y Bemfola. Nombres “horrorosos”, desde luego. Y que no encontraremos ni en Mercadona ni en Carrefour.
Pero así es como ha bautizado ella a algunos de los 23 óvulos que le extrajeron el verano pasado nada más comunicarle que sufría cáncer. Es su particular homenaje a las inyecciones, a pesar de sus incómodas nomenclaturas, que durante días se iba pinchando para que le fueran extraídos y posteriormente criopreservarlos. “Ser madre a los 40 hoy es lo más normal”, afirma mirando al futuro esta joven de 34 años.
Las puertas de cristal del Hospital Universitario de La Princesa que dan a la calle Conde de Peñalver se abren unos minutos antes del mediodía. Ahí está ella, con su pañuelo en la cabeza por el tratamiento del cáncer y su máscara en el rostro por la pandemia. A unos metros, un grupo de militares de la UME (Unidad Militar de Emergencias) lanzan mensajes de alerta a la población por el altavoz de su camión. Las visitas semanales de Belén para la quimioterapia se llevan ahora bajo una situación, como es la expansión del coronavirus, más complicada para una inmunodeprimida.
En los hospitales hay estos días cierta “preocupación y angustia”, reconoce la oncóloga Anabel Ballesteros, que sigue de cerca la recuperación del cáncer de Belén. Para pacientes que arrastran otra enfermedad, la expansión del Covid-19 es algo “tremendo”. La Sociedad Española de Oncología reconoce que los que se encuentran bajo quimioterapia son los más indefensos. En este sentido, están tratando de pasar todas las consultas posibles por teléfono, explica Ballesteros.
Belén Couso coincide en que la realidad de puertas adentro en La Princesa ha cambiado en los últimos días. “He encontrado un hospital de día muy diferente al anterior. Los pacientes no podíamos ir con acompañantes, los sanitarios iban todos con mascarillas y guantes, se extremaban las precauciones y, además, por vez primera me han tomado la temperatura”.
“Yo ya tenía mi rutina hecha. Todos estos vídeos que la gente se manda ahora de ejercicios en casa, de hacer bizcochos, libros, series, manualidades… yo ya tenía experiencia en matar el tiempo”Belén Couso
Ballesteros reconoce que para los afectados por el cáncer, su enfermedad sigue siendo lo primero y que el virus lo ven como algo “potencial”. Por eso estos pacientes apenas faltan a las citas y “les tranquiliza mucho” acudir al hospital, cuenta la oncóloga. En todo caso, las medidas de protección deben ser “exageradas”.
El vuelco que ha vivido la ciudad desde primeros de marzo lo percibió Belén con “miedo y estrés”. “Me angustiaba mucho la idea de si se cerraba o no Madrid”. Pero, por otro lado, venía de vivir ya en guardia por el cáncer y de estar “bajo arresto domiciliario”. Sus palabras no son rehenes de la incertidumbre y la psicosis que domina a muchos. “Yo ya tenía mi rutina hecha. Todos estos vídeos que la gente se manda ahora de ejercicios en casa, de hacer bizcochos, libros, series, manualidades… yo ya tenía experiencia en matar el tiempo”. Eso sí, los paseos se le han acabado de momento. “Me dan ganas de salir a la ventana y gritar, porque esto es cosa de todos”.
En estos días de ovaciones diarias a la Sanidad pública, Belén Couso quiere lanzar la suya particular, en especial a los oncólogos. “No siento miedo. Me inspiran tranquilidad”. Reitera a lo largo de la entrevista varias veces su agradecimiento. “Trato maravilloso, cuidado, respeto, amor...”. Parece que habla de un crucero cuando en realidad hace pocos meses que se llevó el palo de su vida. Fue ese día que palpó el bulto en el pecho.
El cáncer llegó en julio, en plenas vacaciones. Casi de inmediato, el proceso para la crioconservación. Y el 4 de septiembre, a quirófano. Desde entonces está de baja laboral y ahora la pandemia impide que alguien de su familia, pues vive sola en Madrid, la acompañe en el tratamiento. “Bueno, sola no”, puntualiza. En casa tiene a Milú, un gato de raza foldex regalo de su hermana.
“Es verdad que al final esta enfermedad te hace desarrollar una gestión de las expectativas que antes no tenías. Afrontas dificultades no previstas. Y algo parecido ocurre ahora con el coronavirus”. El fiestón con que Belén Couso pensaba celebrar el fin de la quimioterapia el 13 de abril tendrá que esperar. “Me ha sentado muy mal. Es una pena pero tengo callo”. Resignación y moral de hormigón armado.
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