Isabel Díaz Ayuso, hágase Madrid

Tampoco descartamos que su proyecto fuera el de crear una movida de derechas

Cartel electoral del PP. En el vídeo, Isabel Díaz Ayuso, vista por Juan José Millás.Vídeo: FOTO : VÍCTOR SAINZ / EPV

Madrid, hasta el advenimiento de Ayuso, era un espacio mítico más que real. No es que careciera de volúmenes, pues disponía de las Torres KIO y la Torre Picasso y la Casa de la Moneda y el Banco de España, además de sus barrios ricos, de clase media y pobres con sus familias pudientes, menesterosas y necesitadas.

Y con gas en cada piso.

Tenía de todo aquello de lo que disponen las grandes urbes del universo mundo incluido el grado de inverosimilitud que caracterizan a Nueva York o a Tokio...

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Madrid, hasta el advenimiento de Ayuso, era un espacio mítico más que real. No es que careciera de volúmenes, pues disponía de las Torres KIO y la Torre Picasso y la Casa de la Moneda y el Banco de España, además de sus barrios ricos, de clase media y pobres con sus familias pudientes, menesterosas y necesitadas.

Y con gas en cada piso.

Tenía de todo aquello de lo que disponen las grandes urbes del universo mundo incluido el grado de inverosimilitud que caracterizan a Nueva York o a Tokio a las que tanto amamos por su costado puramente novelesco, por su carácter de ficción. Lo decía muy bien Borges de Buenos Aires, otra de las grandes quimeras urbanas de todos los tiempos: “A mí se me hace cuento que nació Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el fuego y el aire”.

Pero en estas, llegó Ayuso y dijo:

—Hágase Madrid.

Y Madrid se hizo con todas sus virtudes y todas sus miserias y pasó de pertenecer al género fantástico para caer en un realismo costumbrista muy del gusto de los franceses cutres, que volvieron a tomarla, esta vez sin la dirección de Pepe Botella, aunque con idéntica vocación alcohólica, pues les bastaron un par de borracheras pandémicas para hacerla suya. No hubo fusilamientos del tres de mayo ni Goya que los reprodujera. Hubo, suponemos, transmisión vírica, vomitonas y orines que salvaron o medio salvaron el negocio hostelero con cuyo menú se montó Ayuso una campaña electoral a la medida de los tiempos. Unos tiempos en los que de las audiencias televisivas se podían deducir los votos. Si triunfaba Sálvame en la tele, estaba garantizado el éxito de Sálvame en las urnas. Cuando los analistas políticos decían que se había minusvalorado a esta candidata, querían decir que se habían sobrestimado las salas de arte y ensayo o los documentales de La 2. Se iba al colegio electoral con el espíritu con el que se encendía la tele al final de la dura jornada de trabajo: para embrutecerse, para embotar los sentidos, para evadirse de propuestas culturales que no tenían sentido en un mundo en el que el pan de cada día había que ir a recogerlo a las colas del hambre.

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Tampoco descartamos que el proyecto de Ayuso, que ejerce a ratos de alcaldesa con la pasividad de Almeida, fuera el de crear una movida madrileña de derechas (en el supuesto de que la anterior hubiera sido de izquierdas) y pasar a la historia como una Tierno Galván inversa. Pero Tierno Galván cultivaba en sus bandos la hipotaxis, que es el arte de encadenar las oraciones subordinadas en las que ella, sin embargo, tropieza y cae sin pausa.

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