Vox purga o relega en sus listas al sector menos ultra y se entrega al búnker ideológico de Abascal

El líder prescinde del gurú económico, de fundadores del partido y gana fuerza el ultranacionalista Buxadé para debilitar en el Congreso a Espinosa de los Monteros

Diputados de Vox, en la sala de prensa del Congreso, escuchando a Santiago Abascal, el 27 de febrero.Samuel Sánchez

La confección de las listas para las elecciones generales está siendo un quebradero de cabeza para Vox, la formación ultra que podría resultar determinante para la composición de un gobierno de derecha y ultraderecha en España tras el 23-J. El partido que lidera Santiago Abascal dio a conocer el viernes las 24 primeras candidaturas de las 52 que tienen que registrar hasta hoy en el Congreso y en sus entrañas hay mucha letra pequeña, algunas purgas pendientes y una reorganización del núcleo de poder interno, cada vez más reducido en torno al líder y su denominado ...

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La confección de las listas para las elecciones generales está siendo un quebradero de cabeza para Vox, la formación ultra que podría resultar determinante para la composición de un gobierno de derecha y ultraderecha en España tras el 23-J. El partido que lidera Santiago Abascal dio a conocer el viernes las 24 primeras candidaturas de las 52 que tienen que registrar hasta hoy en el Congreso y en sus entrañas hay mucha letra pequeña, algunas purgas pendientes y una reorganización del núcleo de poder interno, cada vez más reducido en torno al líder y su denominado “búnker ideológico de Bambú”, la sede nacional. Todas las fuentes consultadas en Vox coinciden: gana aún más peso la sección más dura, encabezada por Jorge Buxadé, eurodiputado y responsable del área política, que podría encabezar la lista por Barcelona para hacer sombra al actual portavoz en la Cámara baja, Iván Espinosa de los Monteros, cada vez más solo entre los moderados de la formación ultra.

Entre las 24 listas ya publicadas por Vox está Madrid, con la número dos, María de la Cabeza Ruiz Solas, justo detrás de Abascal, como secretaria de Organización, y mano derecha del secretario general, Ignacio Garriga, ambos llegados para relegar en su momento a Javier Ortega Smith, que baja al cinco. Luego aparece de nuevo como número tres Iván Espinosa de los Monteros. Mantenerse en esa posición tan mediática y relevante es una batalla sorda, pero ganada por ahora por Espinosa de los Monteros frente a los intentos por arrinconarle y relevarle en esa posición, que se atribuyen en Vox a Jorge Buxadé. Fuentes conocedoras de los entresijos de Vox señalan que Buxadé ya intentó en su momento enviar a Bruselas de eurodiputado a Espinosa, incluso de relegar a su esposa, Rocío Monasterio, a la fundación Disenso, para irla apartando de su función en la Asamblea de Madrid. Una operación sin éxito. Por ahora.

La cuenta en Twitter La Lupa Judicial, reconocida en el mundo jurídico, lanzaba el viernes también un globo sonda muy estudiado en los recovecos de Vox: “Está interesante la lista de Vox al Congreso de los Diputados. Es como juego de tronos. Será Buxadé el candidato por Barcelona? Tic-Tac”. Esa papeleta de Barcelona todavía no se conoce. Si Buxadé acaba entrando así en el grupo del Congreso, en Vox se vaticinan fuertes encontronazos con Espinosa.

En Vox hay ultras de derechas, ultracatólicos, próximos al nacionalsocialismo; republicanos en el sentido anglosajón, es decir, partidarios de Ronald Reagan y Margaret Tatcher, y lo que en el partido se descalifica como liberales. Lo que no hay es mucho debate ideológico en los órganos internos. Y cuando suceden, los que se desmarcan o ponen reparos a la línea ahora predominante, que llaman “más identitaria”, quedan marcados para el futuro. Y acaban cayendo, como ha sucedido ahora en las listas para el Congreso.

“No vas en las listas”

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El viernes pasado, a primera hora de la mañana, antes de las 9.00, algunos actuales diputados de Vox en el Congreso recibieron una llamada: “No vas en las listas, sé prudente, piensa que podría haber algo para ti en el futuro próximo”. A ninguno les llamó directamente el líder, Santiago Abascal. Para esos trabajos el líder recurre a un equipo reducido de amigos personales de la máxima confianza: Kiko Méndez-Monasterio, que estos días ha llevado la supervisión nacional de la negociación de Vox con el PP en varios territorios (y con un pasado de periodista cercano a los movimientos universitarios ultras), y Enrique Cabanas, vicesecretario de la Presidencia de Vox, algo así como su jefe de gabinete y la sombra para todo de Abascal.

Méndez-Monasterio, Cabanas, Buxadé e Ignacio Hoces, vicesecretario Institucional de Vox, forman lo que se conoce puertas adentro como “el búnker de Bambú”, el núcleo de poder superreducido que rodea, según algunos en Vox, o ha aislado y “secuestrado” en la sede nacional, según otras fuentes internas, a Abascal. Son los que manejan toda la organización y todos sus resortes de poder.

Cabanas, por su parte, envió hace muy pocos días un mensaje directo a última hora de la noche a un dirigente crítico, enclavado en el grupo que se autodenomina Los Provincianos, en el que le avisaba de las consecuencias de sus comentarios “derrotistas que minan la moral de los compañeros”. Y añadía en clave de mensaje a tener en cuenta: “Me pide el presidente que te recuerde la voluntariedad de la pertenencia a este proyecto. Vamos, que no tenemos que esperar ‘en plan CS’, vamos que no estamos obligados a estar en el barco”.

Abascal, en un mitin en Sevilla, el pasado 25 de mayo.Raúl Caro (EFE)

Algunos de los diputados de Vox purgados y que no se lo esperaban, no lo quisieron reconocer en público y se limitaron a constatar, incluso en sus redes sociales, que simplemente no repetirían en las listas. No son, además, unos dirigentes de simple base en Vox. Tres de los casos más significativos, pata negra, y que más han trascendido en los grupos de Vox, son los de Rubén Manso Olivar, el gurú económico; Víctor Sánchez del Real, fundador de la primera estrategia mediática, y la economista Mireia Borrás, uno de los látigos antifeministas de Irene Montero más visibles en el Congreso

Rubén Manso, hasta ahora el gurú económico ultraliberal de Vox, es inspector del Banco de España en excedencia desde 2004, teniente en la reserva, doctor y licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, profesor en la Universidad de Alcalá, en el Instituto de Estudios Bursátiles y en la Escuela Militar de Intervención. El hasta ahora diputado por Málaga Manso Olivar se sintió aludido por algunos comentarios polémicos que aparecieron ya el viernes en las redes sociales sobre la criba en Vox y publicó en su Twitter que, efectivamente, no concurría por ninguna circunscripción, como le había comunicado esa mañana la dirección de su partido, y aprovechó para limitarse a agradecer “la confianza y el honor” de haber podido representar a los españoles. Y agregó: “Continúo con mi actividad profesional y retomaré mis clases”. No aclaró nada más. Manso Olivar cree y defiende que el Estado apenas debe tener competencias sobre casi nada.

El diputado por Badajoz, Víctor Sánchez del Real, uno de los descabalgados ahora de las candidaturas y también uno de los más aguerridos y conocidos parlamentarios del grupo en el Congreso, publicó primero un tuit con un sentido pasaje del Quijote como caballero andante y luego otro en el que lo tradujo al castellano moderno: “No voy a ir en listas para la próxima legislatura. Si tienen proyectos o misiones divertidas y que requieran jugársela por una causa noble, aquí me tienen. Ha sido un honor subir al estrado a del Congreso a decir lo que a ustedes les hubiera gustado decir”. Sánchez del Real fue uno de los pocos fundadores originales de Vox y el responsable inicial de sus campañas mediáticas. En ese minientorno actual de Abascal se le reprochó en varias ocasiones que era “demasiado cordial” con los periodistas. Y se sospechaba que podía ser incluso “un filtrador”.

A ninguno de los diputados que han sido relegados ahora de las listas de Vox les gustaron ni las formas ni el fondo de estos relevos. Y todas las fuentes consultadas coinciden en que detrás de toda esta operación hay una estrategia de mayor calado ideológico. “Hemos desaparecido los liberales”, señala uno de los depurados. Liberales en Vox quiere decir los menos ultras, a los que les gustaría un partido conservador como los tories británicos, los que reprochan al PP que sea “tan blando” o tan práctico, sobre todo cuando llega al Gobierno y hace lo mismo que el PSOE.



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