La división de la izquierda: un lujo que no podía permitirse

En contextos como el de los comicios andaluces, donde se reparten relativamente pocos escaños en algunas provincias, concurrir separados puede ser letal para las formaciones de una misma ideología

La candidata de Por Andalucía, Inmaculada Nieto, y la de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, en el segundo debate electoral de los comicios andaluces a seis, el 13 de junio en Sevilla.alejandro ruesga

La unidad de la izquierda puede sumar o restar. En la estrategia política no existe ninguna ley universal que aconseje a la izquierda concurrir junta y dividida a unas elecciones. En ocasiones la unidad genera un clima de opinión de optimismo y entusiasmo que anima a los votantes progresistas a llenar las urnas. En otras ocasiones, genera desafecto entre los votantes que prefieren abstenerse si no ven en la papeleta las siglas originales de su partido. El saldo final depende de la coyuntura, por lo que siempre es difícil realizar afirmaciones categóricas sobre los efectos de que la izquierda ...

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La unidad de la izquierda puede sumar o restar. En la estrategia política no existe ninguna ley universal que aconseje a la izquierda concurrir junta y dividida a unas elecciones. En ocasiones la unidad genera un clima de opinión de optimismo y entusiasmo que anima a los votantes progresistas a llenar las urnas. En otras ocasiones, genera desafecto entre los votantes que prefieren abstenerse si no ven en la papeleta las siglas originales de su partido. El saldo final depende de la coyuntura, por lo que siempre es difícil realizar afirmaciones categóricas sobre los efectos de que la izquierda concurra junta o separada.

Las consecuencias psicológicas de ánimo o desánimo que generan la unidad de la izquierda en el electorado son ciertamente muy difíciles de anticipar. Sin embargo, sí se pueden hacer pronósticos algo menos arriesgados sobre cuándo los sistemas electorales penalizan la división. En concreto, es la magnitud de las circunscripciones el elemento más fundamental. En las circunscripciones grandes que reparten muchos escaños (como por ejemplo en las autonómicas de Madrid) el sistema electoral es esencialmente inocuo: unidos o separados la traslación de votos en escaños suele ser similar. No obstante, en circunscripciones donde se reparten relativamente pocos escaños, (como en los comicios andaluces) la división es, en ocasiones, letal: puede provocar que, por separado, ningún partido alcance el porcentaje mínimo de votos necesario para lograr un escaño.

Esto es precisamente lo que ocurrió este pasado domingo en Andalucía. Las encuestas previas a las elecciones ya auguraban que la división de la izquierda podría acabar severamente penalizada por el sistema electoral. Y así parece que ha acabado ocurriendo. Un ejemplo: el umbral para lograr un escaño en la provincia de Huelva es del 7%-8% de los votos. La suma de los votos de Adelante Andalucía y Por Andalucía en esa provincia fue del 10,5%, muy por encima de ese umbral. Sin embargo, al concurrir separados, ambas formaciones acabaron sin escaño. El hecho de que un porcentaje tan elevado de la izquierda se haya quedado sin representación en Huelva es el dato más gráfico del grave error estratégico que suponía ir por separado.

Así, existen claros indicios de que la división de la izquierda fue altamente perjudicial. Una candidatura conjunta que sumara los mismos votos que Adelante y Por Andalucía cosecharon por separado habría logrado cinco escaños más, dos a costa del PSOE y tres a costa del PP. Ciertamente, considerar que una candidatura de unidad hubiera obtenido exactamente la suma de las dos formaciones es un supuesto discutible: quizá hubieran logrado más votos; o quizás menos. Es difícil saberlo, pero el alcance del castigo que el sistema electoral ha impuesto a la división ha sido tal de magnitud que resulta muy difícil defender que la división haya sido inocua, especialmente en Jaén y Huelva.

El PP ha obtenido una victoria sin precedentes en Andalucía. Los resultados confirman el inicio de cambio de ciclo político en España. Pero la mayoría absoluta del PP era menos incontestable si la izquierda hubiera sido más eficiente en traducir votos en escaños. En esta ocasión, la división era un lujo que la izquierda no se podía permitir.

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