Y Andalucía se hizo de derechas
La comunidad ha experimentado en tres años y medio un cambio vertiginoso que ha escorado al votante de la izquierda moderada hacia posiciones más conservadoras
No hace mucho tiempo, hablar de la Andalucía socialista era una perogrullada y decir la Andalucía de derechas parecía un oxímoron. De hecho, el 2 de diciembre de 2018 Juan Manuel Moreno consiguió solo 26 diputados (el peor resultado del PP desde 1990) y solo salvó la cabeza —los cuchillos se afilaron internamente esa noche— gracias al empuje imprevisto de Ciudadanos y Vox, ...
No hace mucho tiempo, hablar de la Andalucía socialista era una perogrullada y decir la Andalucía de derechas parecía un oxímoron. De hecho, el 2 de diciembre de 2018 Juan Manuel Moreno consiguió solo 26 diputados (el peor resultado del PP desde 1990) y solo salvó la cabeza —los cuchillos se afilaron internamente esa noche— gracias al empuje imprevisto de Ciudadanos y Vox, que le abrieron las puertas del palacio de San Telmo. Y, por supuesto, gracias a la debacle del PSOE, que ese día vio cómo cuajaba el cóctel explosivo que terminó con su desalojo del poder: el hartazgo de una sociedad gobernada por el mismo partido durante casi cuatro décadas, la corrupción que había corroído una Administración clientelar y el proceso de autodestrucción interna por la descarnada lucha entre Pedro Sánchez y Susana Díaz.
Y ahí empezó a reescribirse la historia de una comunidad que se dispone el próximo 19 de junio, según apuntan todas las encuestas, a dar por primera vez una clara mayoría a las formaciones de derechas (desde el centro al extremo). Visto con la perspectiva de estos tres años y medio, se trata de un cambio vertiginoso, un pequeño terremoto social que ha escorado al votante de la izquierda moderada (verdadero caladero del PSOE en Andalucía) hacia posiciones más conservadoras.
Moreno va a estar cerca de duplicar los diputados que logró en 2018, y la única duda es el peaje que tendrá que pagar a Vox para seguir gobernando, dado que la mayoría absoluta parece una quimera (necesita 55 diputados). En este tiempo, el candidato del PP no ha pisado ningún callo, no ha tomado ninguna medida (ni en política educativa, sanitaria o fiscal) que pusiera en armas a una sociedad que lo recibió a la expectativa.
En realidad, ha gestionado la herencia socialista con una naturalidad que ha disipado de un plumazo el discurso del miedo (“¡que viene la derecha!”) que tan buenos réditos le dio al PSOE en el pasado. Ahora es el “¡que viene la extrema derecha”!, pero no parece que el electorado andaluz vaya a cambiar de rumbo por el temor a que Vox sea más decisivo aún en los próximos años.
El dirigente del PP, digno candidato a disputarle el campeonato del centro político a su mentor, Javier Arenas, tiene un efecto adormecedor sobre la ciudadanía (“¿Qué tal Juanma? Bien, ¿no?”). Nadie lo ve echándose al monte y así, a la chita callando, se va a comer a Ciudadanos y a buena parte del electorado socialista, cuyo voto pide “prestado” con una humildad franciscana.
Lo suyo es la victoria de un estilo de hacer política más que un éxito de gestión. Y con ese estilo, en solo tres años y medio, ha pasado de ser el enésimo dirigente del PP que iba a fracasar en la tarea de asaltar el bastión socialista andaluz a convertirse en un poderoso barón que es el contrapunto de la otra gran dirigente territorial del PP, Isabel Díaz Ayuso. Dos almas de las diversas derechas que revolotean hoy.