Pascual-Leone, neurólogo valenciano: “Las enfermedades cerebrales son la primera causa de discapacidad”

El experto de Harvard reconoce el desafío humano de la neurotecnología: “No soy catastrofista, aun con riesgos, trae enormes oportunidades a las personas”

Álvaro Pascual-Leone, neurólogo, catedrático de Harvard y experto mundial en neuroderechos, el pasado 20 de agosto en un hotel de Benicàssim.CARME RIPOLLES

El neurólogo y experto mundial en estimulación cerebral no invasiva y neuroderechos Álvaro Pascual-Leone (Valencia, 63 años) suele interpelar al oyente cuando habla de su complejo campo de acción e investigación con ejemplos muy próximos: “Imagina que sufro un locked-in syndrome (síndrome de enclaustramient...

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El neurólogo y experto mundial en estimulación cerebral no invasiva y neuroderechos Álvaro Pascual-Leone (Valencia, 63 años) suele interpelar al oyente cuando habla de su complejo campo de acción e investigación con ejemplos muy próximos: “Imagina que sufro un locked-in syndrome (síndrome de enclaustramiento), una lesión cerebral que bloquea la capacidad de mi cerebro de ejecutar mi pensamiento. Estoy despierto, pero no puedo moverme salvo los ojos”. En ese contexto, es fantástico “que la tecnología ayude a leer su cerebro y a convertir lo que cuenta y piensa en un avatar que haga todo lo que haría porque lee directamente de su cerebro, dañado por una lesión”. Así, afirma, se alcanzaría la integración de la persona-máquina: “Ser máquina sin dejar de ser persona, porque quien regula esa máquina es mi cerebro”.

Es el primero de los muchos ejemplos con que Pascual Leone avala su apuesta por las neurotecnologías “bien usadas” en la entrevista que mantuvo con EL PAÍS en el seno del foro Social del pasado festival de reggae Rototom Sunsplash, que se celebró en agosto en Benicàssim. Sus visitas desde Estados Unidos, donde reside, a España y a su “terreta” son habituales por trabajo. El foro abordó los límites éticos de la ciencia y la tecnología ante la evolución vertiginosa de la Inteligencia Artificial (IA) y las amenazas para la condición humana. Un desafío ante el que, incide Pascual-Leone, prefiere ver el vaso medio lleno.

Este auge, dice, da “susto”, pero prioriza los beneficios a los riesgos. “No soy en absoluto catastrofista en esto. No es algo que vamos a elegir. Son tecnologías que están. Podremos guiarlas, pero no pararlas”, dice. Y va más allá: “No debemos pararlas porque con ellas, aunque vienen riesgos, también llegan enormes oportunidades de beneficio a las personas”.

Las vinculadas con la salud cerebral son algunas de ellas. Una de cada dos personas sufre una enfermedad neurológica o psiquiátrica, relacionada con el sistema nervioso, “lo que convierte las enfermedades cerebrales en la primera causa de discapacidad, por encima del cáncer o las patologías cardiovasculares juntas”, apunta. La neurociencia arroja esperanza para enfermedades tan “temidas” como la demencia. “Te quita la esencia de tu ser, definida por nuestro cerebro. Dejas de ser tú. Pierdes el Álvaro de Álvaro”, apostilla.

Durante años se ha dedicado a desarrollar herramientas y tecnologías para modificar la actividad cerebral de forma no invasiva y llevarlas al plano clínico. A investigar a fondo el cerebro para determinar qué factores de riesgo existen —y derivan en enfermedad—para modificarlos y blindar la salud.

“Si tienes una demencia y podemos hacer que las conexiones cerebrales adecuadas funcionen bien, y sigas reconociendo a tus seres queridos, expresando tus pensamientos y recordando, es literalmente dar vida”, indica para argumentar su optimismo.

No olvida, sin embargo, advertir sobre la otra cara de todo esto y urge rigor, conciencia social y regulación para no rebasar la frontera de lo ético cuando los riesgos afloran. Como cuando las neurotecnologías que captan la esencia de la actividad cerebral y permiten manipular una parte concreta “para poner esa otra marcha que necesitas para frenar la enfermedad”, pueda leerla un tercero “y dejemos de tener control”. Todo cae cuando “accedes a información de mi esencia que usas sin que yo quiera. Y eso está pasando”.

El neurólogo y catedrático de Harvard el pasado martes en un hotel en Benicàssim.CARME RIPOLLES

Le preocupa que su mensaje llegue. “¿Queda claro lo que he dicho?”, pregunta reiteradamente, con una humildad que choca ante su extenso currículo, en esta entrevista previa a la charla Personas vs máquinas: la última frontera de los derechos, que el catedrático de Neurología en la facultad de Medicina de Harvard desde hace casi 30 años y director del centro de salud cerebral Walk Center of Memory Health, comparte con el experto en IA Andrés Pedreño.

Su interés en divulgar la neurociencia hace que a cada respuesta sume un ejemplo. Quiere aterrizar la complejidad del tema, y amortiguar el susto que suscita el hecho de que, “por ejemplo”, los datos de tu actividad cerebral captados por esos aparatos en forma de diadema para ayudarte a dormir mejor, “se conviertan en propiedad de la empresa que los vende, pues además de ver si te relajas puede saber lo que piensas. Y eso que suena muy a ciencia ficción, no lo es”.

“Manipular el cerebro no es nuevo”, indica. Lo que cambia ahora es que esa manipulación es “muy poderosa, artificial y con un grado de invasión potencial de estas tecnologías sobre el individuo mucho mayor”.

Cómo regular todo esto es importante, incide. Asegura que España y Europa han dado pasos ya para proteger esos derechos y llamar la atención sobre la importancia de regular estos datos y el procesamiento que desde la IA se haga de los mismos. “La definición de derechos humanos debe expandirse e integrar a los neuroderechos”, asevera.

Esa regulación debe guiar también la “necesaria” traslación de estas tecnologías y los datos que recaban a la parte clínica, adecuando los sistemas de salud a su llegada y rodaje.

“Este aparato que tienes en la mano”, afirma señalando el móvil, “sabe más sobre ti y sobre cómo funcionas que cualquier persona que te conoce. Si podemos extraer esa información y usarla, con tu permiso y control, para guiarte, podemos ayudarte a mejorar tu salud y personalizarla”, resume Pascual Leone acerca de la dirección ética hacia la que debería virar el tema.

El teléfono móvil y la parte de esa esencia individual que es capaz de retener, da paso a otro dilema, el de personas versus máquinas que ha abordado en el festival de Benicàssim. “Esta separación no existe. Yo hablaría más de personas que son máquinas, o máquinas que empiezan a ser personas. Una parte integrante de mi memoria, de mi cerebro, es este cacharrito que tengo en el bolsillo”, dice de nuevo tocando su móvil. “Máquinas y personas se fusionan. Hibridan. Vamos a ser personas-máquinas, sin separación”.

Sigue con los ejemplos para plasmar esta hibridación. La representación que el cerebro humano hace de una mano, cambia en las personas ciegas. Se hace más grande porque, explica, ellas detectan mucho a nivel táctil e incorporan el bastón a la longitud de su brazo. Así lo entiende el cerebro. Lo mismo ocurre si suplimos el bastón por el móvil, un portátil o un reloj inteligente. “Todo esto modifica nuestro cerebro para incorporarlo a él. Hacemos cuerpo propio la máquina que es externa, y por el desarrollo actual, acabaremos con este reloj metido en el brazo”.

En un Rototom Sunsplash que ha abordado en otras de sus sesiones la emergencia climática y la migratoria, la emergencia tecnológica parecía llamada a copar el tercer vértice. Pero Pascual Leone discrepa. “Más que ante una emergencia, estamos en una era de tecnología que está cambiando el mundo y que corre el riesgo de no saberse usar de forma adecuada”.

A su juicio, “nos falta la capacidad de vivir con principios humanos, en el sentido de humanistas, en un mundo tecnológico. No somos conscientes de la implicación que va a tener”. De ahí su interés en la divulgación. En que la cara b de la neurociencia se entienda.

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