“Cuando el fuego se escapa, encuentra un monte muy preparado para arder”
El ingeniero Ferran Dalmau reivindica más gestión del terreno forestal, con ganadería extensiva, quemas controladas y selvicultura preventiva, para reducir la potencia de los incendios
“Somos un país muy bueno apagando incendios, la tasa de éxito es altísima, el problema es el fuego que se nos escapa, que encuentra un territorio muy preparado para arder; falta presupuesto destinado a la gestión del territorio”, afirma Ferran Dalmau-Rovira, responsable de la consultoría Medi XXI GSA, radicada en Carcaixent y especializada en ingeniería forestal y ambiental. La firma registró en 2012 la patente del sistema SIDEINFO, una metodol...
“Somos un país muy bueno apagando incendios, la tasa de éxito es altísima, el problema es el fuego que se nos escapa, que encuentra un territorio muy preparado para arder; falta presupuesto destinado a la gestión del territorio”, afirma Ferran Dalmau-Rovira, responsable de la consultoría Medi XXI GSA, radicada en Carcaixent y especializada en ingeniería forestal y ambiental. La firma registró en 2012 la patente del sistema SIDEINFO, una metodología diseñada para proteger los núcleos de población enclavados en zonas boscosas. Sus cañones o aspersores de agua se instalan hoy para proteger las urbanizaciones del bosque de El Saler en Valencia, pero también se han desplegado en El Vedat de Torrent, en el Parque Fluvial del Turia, entre los municipios de Ribarroja y Paterna; o en los cabildos canarios con más riesgo de incendio forestal. Algunos parques de bomberos o la propia Unidad Militar de Emergencias (UME) utiliza la versión portátil para sus misiones.
El ingeniero forestal comenzó a preocuparse por los núcleos poblados en medio del monte desde sus tiempos en la universidad, básicamente porque sus padres vivían en la montaña. El equipo se puso a “discurrir” y para Dalmau fue inspirador el chasis de autoprotección que llevaban las nuevas autobombas de los bomberos, que en caso de atrapamiento, generaba una burbuja de agua alrededor del vehículo para protegerlo. A partir de ahí el ingeniero y sus socios investigaron y fueron aterrizando las ideas. Tras un episodio de incendios en su localidad en 2004 —21 conatos en 15 días— , el concejal de Medio Ambiente de entonces decidió que había que hacer algo y se pusieron a redactar planes de autoprotección de las seis urbanizaciones repartidas por el término. La colonia de Santa Marina, con 140 residencias en pleno monte, fue la primera en la que la consultora instaló sus primeros 15 cañones junto a las zonas habitadas, capaces de crear un corredor húmedo que frenase la extensión de un incendio de una casa al bosque y a la inversa. Lo pagaron los vecinos y el sistema se puso a prueba y funcionó cuando en 2016 un pavoroso incendio calcinó en la zona más de 2.800 hectáreas, un 80% del municipio. Patentaron el sistema en 2012. “Pensábamos entonces que no se había hecho en ningún sitio pero con los años hemos visto que los japoneses emplean un sistema parecido para defender un poblado antiguo de casas de madera y papel de fuegos en los edificios.
“Tenemos muy interiorizado el riesgo de inundaciones pero no el de incendios”, añade el ingeniero valenciano. La estadística de las últimas décadas revela que, en número, se está rebajando el número de siniestros forestales a pesar de que la temporada de riesgo se alarga por el cambio climático -desde los años 80 del siglo pasado los veranos se han alargado 10 días por década-. Y uno de los desafíos es que los siniestros estén dentro de lo que se conoce como capacidad de extinción para que las brigadas puedan acercarse y puedan apagarlos con agua. “Hay incendios que, aunque tengas miles de bomberos más, no puedes apagar por su potencia. En caso de fuego, si una hectárea tiene menos de 10 toneladas de materia seca, lo podré apagar, de lo contrario será imposible”, concreta.
En 2022 ardieron en España unas 216.000 hectáreas de superficie forestal, sobre todo, porque los grandes incendios —más de 500 hectáreas afectadas— supusieron solo el 0,54% del total pero fueron responsables de más del 80% de la superficie quemada. En la Comunidad Valenciana ardieron unas 30.000 hectáreas en los incendios de Venta del Moro, la Vall d’Ebo y Bejís. Y este año se añaden el de Viver y Montitxelvo, ambos fuera de lo que se consideraba temporada de incendios.
“La gente en la ciudad piensa que los bosques están en franca retirada y es al revés. A pesar de todo lo quemado en los últimos años, en España hay ahora más superficie forestal de la que existía en los años 60 del siglo pasado. Además no existen las talas masivas, lo que se hacen son tratamientos selectivos, y hay zonas donde sobran árboles y otras en las que faltan. El 56% del territorio valenciano es superficie forestal y gestionarla como hace un siglo no es viable porque el sector primario ha retrocedido mucho”, continúa Dalmau-Rovira. Las ingenierías forestal y ambiental tienen una amplia caja de herramientas para llevar a cabo esa gestión: “Hay que empezar a introducir en el sistema la ganadería extensiva, la selvicultura preventiva y las quemas prescritas. Y que todas las zonas pobladas de montaña estén protegidas desde el punto de vista forestal y eso se consigue derivando fondos del mundo urbano al rural”.
La Fundación Pau Costa lanzó una declaración sobre la gestión de grandes incendios forestales en España que firman desde el Ministerio para la Transición Ecológica hasta Greenpeace, pasando por ingenieros de montes, centros de investigación, la Fundación Felipe González, y un sinfín más de instituciones, colectivos profesionales y particulares”. Y una de las conclusiones es que “hay que invertir en verde para no gastar en negro”. Es el mensaje ante la reiteración de grandes incendios forestales en España en pleno cambio climático. Una hectárea gestionada, la mal llamada limpieza del monte, dice este experto, cuesta de media unos 3.130 euros. “Si en España tenemos 28 millones de hectáreas de terreno forestal nos harían falta miles de millones de euros para conseguir el objetivo, lo que significa que las políticas forestales no pueden ser para cuatro años sino prolongadas en el tiempo”, apunta. Esa gestión exigiría, según Naciones Unidas, una inversión anual en el país de entre 900 y 1.000 millones de euros “solo para rascar la superficie” del problema, apostilla Dalmau
Otra posibilidad sería que un sector tan importante en la Comunidad Valenciana y el resto de España como el turístico calentara sus instalaciones con la biomasa que sobra en los bosques, en lugar de emplear combustibles fósiles como el gasóleo o el gas. Y el ingeniero pone dos ejemplos cercanos: en Vilafranca, lo que le sobra a sus montañas podía darle autonomía energética a la población durante 80 años. O en Utiel-Requena, donde la gestión de una biomasa residual como son los sarmientos de las viñas, generaría ingresos netos para sus poblaciones, además de puestos de trabajo.
“La sociedad desconoce lo que nos cuestan los incendios forestales. La extinción de un siniestro como el ocurrido en Bejís el año pasado puede costar unos 600.000 euros diarios. En tiempos de paz, España gasta miles de millones de euros en Defensa, y en extinción solo 450 millones al año. Es una cuestión de prioridades. Hace falta inversión y cualificada, donde toca. No en postureo verde”, concluye.