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Fútbol y arte confluyen en Barcelona en el aniversario de la muerte de Maradona

La exposición Boca+Arte, con el ‘10’ como eje central, recorre la historia ‘xeneize’ a través de fotografías y obras contemporáneas y reivindica el fútbol como expresión cultural popular

En pleno centro de Barcelona, el Consulado Argentino se convierte en un territorio afectivo. Es 25 de noviembre y, entre acentos mezclados y camisetas azul y oro, se cumple el quinto aniversario de la muerte de Diego Armando Maradona. Para muchos argentinos —y también para buena parte del mundo— Maradona excede ampliamente el fútbol y se adentra de lleno en lo cultural, emocional y mítico. Entre pinturas, fotografías, vídeos y un pequeño altar maradoniano, desembarca Boca+Arte, una exposición itinerante nacida en Argentina que reúne a 17 artistas y que, al cruzar la puerta, se transforma en un refugio donde el arte abraza al fútbol, al barrio de La Boca y su club y a la figura del 10.

“El fútbol y Boca han marcado nuestra identidad y han traspasado fronteras”, señaló Rossana Surballe, cónsul general y embajadora de Argentina en Barcelona, durante la inauguración. Recordó, además, que bajo la jurisdicción del consulado —Cataluña, Aragón, Valencia y Andorra— viven más de 180.000 argentinos, con 46.500 empadronados en Barcelona. Muchos de ellos acudieron al acto vestidos con los colores de Boca Juniors, y antes de entrar a la sala principal, les recibió un altar —El Santuario de D10S, de Iván Recalde— con un televisor antiguo con goles en VHS, camisetas, bufandas, velas y todo tipo de objetos devocionales. “Diego está muy presente en esta muestra y en nuestras vidas. Quiero recordarlo como un gran argentino que amó a su país y a su gente, alguien que nos hizo muy felices”, afirmó Surballe. “Hizo posible lo imposible, un pibe de barrio, con sus virtudes y defectos”, añadió Camila Rabinovich, creadora de la exposición, mientras la sala estallaba en gritos dedicados al 10.

La muestra remite al barrio de La Boca, cuna del Club Atlético Boca Juniors, fundado en 1905 por cinco inmigrantes italianos que buscaban representar a su comunidad. “Boca es un sentimiento”, subrayó Surballe. Sin duda es más que un club: sus colores azul y oro —tomados de la bandera del primer barco que llegó al puerto, de origen sueco— y el apodo xeneize —heredado de la inmigración genovesa— cuentan una historia hecha de migración y pertenencia.

En el centro de la sala, un cubo expositivo reúne fotografías de distintos artistas. Pancho Monti captura la conexión entre el pueblo y Maradona: desde la intensidad de La Bombonera —un estadio que no vibra, late, y que el propio Diego definió como “el verdadero templo del fútbol mundial”— hasta la multitud que lo despidió en la Casa Rosada en plena pandemia. La contraposición revela la dimensión cultural del personaje: Maradona fue un fenómeno social. No solo en Argentina, también en Nápoles, donde jugó entre 1984 y 1992, y donde su figura adquirió un carácter casi religioso. Y antes, en Barcelona, entre 1982 y 1984, una etapa marcada por lesiones y la hepatitis, pero en la que dejó huella en el vestuario y en los aficionados, que acudían al estadio atentos para verle calentar.

A su alrededor, Bruno Acanfora reinterpreta obras clásicas del arte universal con iconografía xeneize; la fotógrafa China Sanjuán retrata la intensidad de la hinchada en La Bombonera; y Ciro Pipoli aporta imágenes del duelo napolitano que dialogan con el de Buenos Aires. Pantallas adicionales muestran más piezas, mientras un plafón reconstruye la vida de Maradona a través de retratos de gente común, obra de Damián Cukierkorn (Proyecto Pelusa).

“Estamos construyendo un sentido de pertenencia, un hilo invisible que nos acompaña cuando estamos lejos de casa y nos hace sentir parte de algo más grande”, explica Rabinovich. Boca+Arte permanecerá abierta hasta el 12 de diciembre, Día del Hincha de Boca Juniors, con talleres y actividades paralelas. La elección de Barcelona no es casual: ambas ciudades crecieron con la llegada constante de inmigrantes y se moldearon alrededor del agua, el Riachuelo y el Mediterráneo. Buenos Aires y Barcelona aparecen como dos orillas distantes, pero unidas por raíces populares y una identidad que también se expresa por medio del futbol.

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