Junts siente la atracción del abismo
Desde que se adentró por la vía de las amenazas, el comportamiento de Junts recuerda en gran manera al patrón seguido primero por CiU y después por su formación durante el subidón independentista
Desde que las cosas comenzaron a torcerse y crecieron las dificultades para que los pactos entre Junts y el PSOE se aplicaran como se habían pactado tras las elecciones de 2023, la ansiedad ha ido creciendo en el partido de Carles Puigdemont. Hasta el extremo de que pronto alternó la negocia...
Desde que las cosas comenzaron a torcerse y crecieron las dificultades para que los pactos entre Junts y el PSOE se aplicaran como se habían pactado tras las elecciones de 2023, la ansiedad ha ido creciendo en el partido de Carles Puigdemont. Hasta el extremo de que pronto alternó la negociación política con el Gobierno socialista con la amenaza de hacer naufragar la legislatura. Desde entonces, Junts se desliza por una pendiente en la que parece que no podrá frenar. La diputada Míriam Nogueras anunció el miércoles que ha llegado la hora de pensar en un cambio, no especificó si de gobierno o de mayoría. El último episodio ha sido la decisión de la cúpula de Junts, que se reúne el lunes en Perpiñán, de celebrar una consulta entre su militancia para decidir si rompe con el PSOE.
Lo que disparó la ansiedad fue el bloqueo por el Tribunal Supremo en 2024 de la amnistía de Puigdemont y los principales dirigentes independentistas que protagonizaron la revuelta de 2017. Pronto se vio que superar este imprevisto obstáculo requeriría mucho tiempo, puede que años, aun contando con toda la buena voluntad del PSOE para resolver el problema. Desde que se adentró por la vía de las amenazas, el comportamiento de Junts ha seguido un patrón que recuerda en gran manera el seguido primero por CiU y después por su formación heredera durante el subidón independentista de 2012 al 2017. Comienza con advertencias, que luego se convierten en amenazas que, poco a poco, van subiendo de tono y se transforman en ultimátum.
Todas las partes conocen los pésimos resultados de esta fórmula. Es la que llevó a la escalada en el enfrentamiento con el gobierno de Mariano Rajoy. Es decir, la que terminó con la intervención de la Generalitat y con los dirigentes independentistas en la cárcel o el exilio. Al principio se plantea como la obligada exigencia de algo que se considera debido e irrenunciable. En la presente ocasión empezó con la amenaza de retirar el apoyo parlamentario ante la falta de avances en los acuerdos, la amnistía.
Más adelante se puso fecha al cumplimiento de la amenaza con la exigencia de una moción de confianza parlamentaria. A continuación, conforme el calendario iba avanzando, se subió el tono y se reforzó la exigencia propinando algunas sonadas derrotas parlamentarias en proyectos estrella del Gobierno progresista. “Así no podemos seguir”, anunció el secretario general del partido. Después, un peldaño tras otro, hasta coincidir de lleno con la agenda de la ultraderecha europea y confundir sus posiciones con las de PP, Aliança Catalana y Vox: La denuncia de la invasión musulmana, la supuesta ola de violencia, las ocupaciones de viviendas y el infierno fiscal. El crescendo va aumentando de forma que, de seguir así, no parece que haya forma de completar los cuatro años de legislatura
Es el efecto de un vértigo. Creyendo que así ejerce su poder, a Junts le domina la atracción por el vacío. Pero es un deja vu. Las reiteradas amenazas de dejar caer al gobierno de Sánchez siguen la misma lógica que la seguida durante la crisis de 2017 en Cataluña: la reclamación del referéndum de autodeterminación comprometido por el president Carles Puigdemont con la CUP, la aprobación de las leyes de desconexión, la anulación del adelanto electoral acordado la víspera por el propio gobierno catalán y la declaración de independencia congelada tres minutos después. En ambas coyunturas se repite una pauta de comportamiento que dibuja la pendiente por la que ahora resbala el partido que tiene la llave de la mayoría parlamentaria en España. Les fascina el abismo.