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Bunbury: un punto y aparte

El artista maño resucitó en el Sant Jordi la estética cabaretera y latina del Huracán Ambulante

Un detalle muy significativo tras dos horas de música densa que no entra con la facilidad de la sopa o la comodidad del pop. Si en la práctica totalidad de los conciertos a partir de la penúltima canción un reguero de público de mayor o menor caudal ya desfila hacia la salida movido generalmente por motivos prosaicos como evitar los atascos, mientras Bunbury cantaba Y al final para despedir su paso por el Sant Jordi, nadie, absolutamente nadie más que el personal del recinto estaba junto a sus puertas. El público, que ocupó algo más de la mitad del espacio, seguía enganchado a la figura de Bunbury, apurando la última canción, deseoso de que aquello durase dos horas más, convencido de que no hay nada mejor en este mundo, disfrutando de la presencia del artista maño tras siete largos años de ausencia de la ciudad. Sí, a Bunbury lo amas, mucho, o no puedes con él, nada. Es lo que tienen los artistas significativos, los singulares que escriben su propio guion con estilográfica de trazo generoso, con ese plumín Music que se usa precisamente para la notación musical.

Celebraba el artista la resurrección del Huracán Ambulante, una banda que cumplía 20 años de su disolución. Banda y proyecto, pues el cabaret, con cortinajes en escena, sección de viento ataviada de manera circense, con alamares de domador, el rojo mandando en el cromatismo y el tono popular ya servido por la introducción del Otto e mezzo de Nino Rota, marcó la pauta de la noche. Bunbury, gafas de sol, conjunto rojo con chaleco, americana y pantalones acampanados, en plena forma, dominador y gestual, ya saludó enfático tras El club de los imposibles, su primer tema. En los primeros compases del concierto, con el público levitando, brazos en alto, rostros ilusionados, sonrisas de felicidad acompañando al artista y su primer despliegue de éxitos, De mayor, El extranjero, un tema que en realidad desmiente su éxito en Latinoamérica, donde es casi alguien de casa o Te puedes a todo acostumbrar, con su paso de cumbia y el apoyo, constante a lo largo del recital, de su violinista y vocalista femenina, Ana Belén Estaje. Público mayoritario para el que la juventud ya es un recuerdo y las primeras canas un aviso de lo que se avecina en estado de felicidad juvenil. Francamente emocionante.

El espectáculo fue lo que ahora tanto se detesta en la administración norteamericana, un canto al mestizaje, al sincretismo, a las culturas en interrelación y al castellano como idioma franco, puente que une más que separar, una lengua más para señalar que todos somos iguales aunque hablemos distinto. Tex-mex, rock latino, canciones que emocionaron a los padres de los allí presentes, caso de El Jinete de Alfredo Jiménez, temas que se acercaban al bolero y un sonido de cabaret y circo que retrotraía a otros tiempos, incluso previos al imperio del rock and roll. Música de hechuras familiares interpretada con el engolamiento y la desmesura gestual de Bunbury, que pese a todo, quizás por su convicción, quizás porque lo imaginas preguntado por el lavabo en un bar con igual tono y maneras, se hace hasta natural, de por sí. Los hay que nacen bajos, otras rubias y el de más allá espigado, pues Bunbury es así. Y como el mescal o lo tomas o lo dejas.

Y tiene tanta personalidad que hasta temas ajenos parecen suyos. Ocurrió hacia el final cuando el Sant Jordi embraveció con Apuesta por el rock and roll de los maños Más Birras y el de Umpah-Pah, convertidos por vocación e interpretación en temas Bunbury. Por cierto, al presentar el primer tema el artista ironizó sobre la constante presión que sienten los personajes públicos al tener que opinar sobre cualquier tema, como si fuesen unos “tutólogos” de tertulia en los medios de comunicación. Era casi el final. Para entonces, Bunbury lucía solo chaleco sobre piel tatuada, mostrando que el único vestigio que resta de Héroes del Silencio es su logotipo en el brazo izquierdo. Concierto enfático, con canciones y sonoridades que la memoria olvidó por años y que ahora vuelven a estar de actualidad. Concierto de artista que lo es porque hasta secándose el sudor compone una buena estampa. Concierto denso y pasional. Bunbury es un punto y aparte.

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