Alfombra roja para Sílvia Orriols
El protagonismo de la líder de Aliança Catalana durante la Diada supone una resignificación del movimiento independentista
El protagonismo que ha logrado Sílvia Orriols en los actos independentistas de la Diada revela la dificultad de encarar el desafío político que representa. Los organizadores de la manifestación independentista le pusieron sin querer una alfombra roja para integrarse...
El protagonismo que ha logrado Sílvia Orriols en los actos independentistas de la Diada revela la dificultad de encarar el desafío político que representa. Los organizadores de la manifestación independentista le pusieron sin querer una alfombra roja para integrarse, como una opción tan legítima como las demás, en la construcción del movimiento que, utilizando su terminología, ha de conducir a la “liberación de Cataluña”. Le han dado la venia sin darse cuenta de que, lejos de ser una más, su presencia implica una resignificación del propio movimiento. Hay cuestiones que no admiten ambigüedades.
Es cierto que tanto Lluís Llach, presidente de ANC, como Xavier Antich, líder de Òmnium, se prodigaron en los días previos en señalar la distancia que les separa del ideario de Aliança Catalana, a la que caracterizan como una formación xenófoba y antidemocrática. Pero en ningún momento apuntaron nada que se pudiera parecer a un veto o un cordón sanitario. Cuando se le preguntó, Lluís Llach se limitó a decir que los organizadores no invitaban a ningún partido y, por tanto, tampoco a Aliança Catalana. Pero añadió que si los militantes de esa formación querían participar en la manifestación, serían bienvenidos, como lo era cualquier independentista, tuviera la ideología que tuviera.
Pero no es tan sencillo. Con ese mensaje del presidente de la Assemblea Catalana lo que se está diciendo es que, para los organizadores, lo que importa es ser independentista, al margen de las ideas que cada uno tenga. Es decir, que la causa es más importante que lo que se quiera hacer con ella. Incluso si lo que se quiere es aplicar una política que vulnera los derechos humanos, algo que el propio Llach había considerado como “una línea roja”.
Aliança Catalana es una fuerza de ultraderecha que predica la xenofobia y defiende unas esencias identitarias excluyentes, basadas en la división entre “los de aquí” y “los de fuera”, sean castellanos o extranjeros. Practica una peligrosa islamofobia que puede llegar a ser una amenaza para la convivencia, y abona la “teoría del reemplazo”, según la cual, hordas de población extranjera se precipitan sobre la vieja Europa de raíces cristianas con el propósito de apropiársela.
Orriols y sus partidarios fueron los únicos que desfilaron con bandera, logos y pancarta propia. Y no eran pocos. Cuando Lluís Llach defendió en su discurso final que Cataluña necesita la independencia para poder decidir y construir un país más justo, todavía flotaba en el aire lo que gritaban los ultras de Orriols: “Cataluña catalana”, “No es inmigración, es invasión”. ¿De qué país hablaban en la tribuna? Si pensaron que no era conveniente rechazar la presencia de Aliança Catalana de forma explícita porque eso les daba la ventaja del victimismo, se equivocaron.
Orriols utilizó igualmente las críticas de Llach y Antich para hacerse la víctima y desafiarles. Es lo que se propone hacer de todos modos. Al fin y al cabo, ella siempre se presentará como la más patriota, la más pura y, por tanto, la más genuinamente independentista. Tal como ha ido en esta Diada, o el independentismo democrático, también las entidades que pretenden representarlo, construyen un cordón político de verdad y desmontan sus falacias, o no es difícil imaginar que Aliança Catalana pueda ir ganándoles terreno porque lo que busca es justamente reemplazarles.