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La incógnita de Quevedo en el Palau Sant Jordi de Barcelona

Quizás no sea un ‘crooner’ como los de antes, pero ha entendido como nadie que lo pop requiere de ciertos códigos universales para contagiar audiencias

Un collar customizado con La noche estrellada de Van Gogh y un logotipo que recuerda al Viaje a la luna de Méliès. Aunque Pedro Luis Domínguez Quevedo (Madrid, 2001) pueda parecer incomprensible más allá de su generación, hay códigos relacionados con la cultura pop que seguro resuenan. En su doblete en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el artista canario congrega a una audiencia total de 35.000. Presenta en la capital catalana un Buenas Noches Tour que continuará a lo largo de octubre y noviembre también por los Estados Unidos. Una gira con la que ya ha reunido a 40.000 personas en las Islas Canarias y se ha marcado un triplete en el Movistar Arena de Madrid. Cifras secundadas por los 15 millones de escuchas mensuales que lleva en las plataformas de streaming y los 3,4 millones de seguidores acumulados en redes. Si alguien aún se pregunta el porqué del éxito de este músico -condición que ya hemos asumido que tienen los cantantes con AutoTune-, quizás se esté perdiendo el pulso de lo que mueve la industria musical en la actualidad. Pero podemos trazar pistas.

Hagamos un retrato de su estrellato en corto. Hay un lore anterior de Quevedo, como miembro del proyecto musical Incomprendidos, junto a Borges, pero no fue hasta que cerró el remix Ya cayó la noche, con la aportación más melódica y pistera de canción que destacó sobre ese despliegue de talento canario y se proyectó a nivel internacional. Era el invierno de 2022 y seis meses más tarde se convertía en el primer artista español en ser número uno global con Bzrp Music Sessions, Vol. 52, su colaboración con el productor argentino, y ganadora del Grammy Latino a la Mejor Canción Urbana en 2023. Pero después de publicar su debut discográfico, Donde quiero estar (2023), anuncia que se retira de los escenarios, posiblemente tan desbordado del éxito fortuito como lo estaban el resto. Se despide con La última, recordando “cuando ocio y negocio eran dos palabras separadas, sobre todo de una crítica periodística que ha sido demasiado amarillista y poco profesional con él. En una conversación en el live de su Instagram, dice adiós a sus fans y repite varias veces “buenas noches”, que se convertirá en el leitmotiv de su siguiente etapa.

Con las siglas BN tatuadas, asegura que por la noche es cuando mejor produce y que tras la crisis escribió sus letras más oscuras. Pero su regreso, en su prime time físico y mental, ha sido una reconciliación con los focos. En la portada de Buenas Noches (Rimas, 2024) aparece emulado el regreso de Michael Jordan a la NBA en 1995, con la total atención de la prensa rebotando en las pantallas de sus gafas Oakley. Otro guiño a la masificación del sueño americano. Toda su performance en directo va específicamente sobre esto: el escenario en formato pasarela en el centro de la pista del Palau, la alfombra roja hollywoodense, bailarines imitando los pasos de los paparazzi, una barra de bar a altas horas y un whisky a lo Humphrey Bogart. Estilo “dinero viejo” y personajes secretamente carismáticos como Un hombre soltero de Tom Ford. Le sumamos una pizca de reggaeton y otros géneros urbanos, pasados por el filtro 2YK, la música de los dosmiles, y así suena el nuevo pop, os apetezca o no el blend.

Puntual, en este diseño de escenario minimalista, aparece Quevedo con su peinado mulet -callando las bromas recurrentes sobre su nuca-, traje chaqueta de corte acampanado y la cadena vangoghdiana. Una estética escéptica que también están replicando coetáneos como C. Tangana y Bad Bunny, de cortes limpios y una gama de colores sosos, como un señor de su casa en sus días de vacaciones, que contrastan con los ritmos sucios y las letras de maleante de estos artistas, dándole un toque irónico a su componente explícito. En el primer repaso sobre el escenario, Quevedo se quita de encima sus hits recientes antes de continuar. Empezando con la focus track Kassandra, sobre un romance que cura la soledad de la fama, y siguiendo con Duro, con un homenaje a Glory, una de las coristas más reivindicables del reggaetón original.

En Chapiadora.com y Por atrás saca a escena algunas de sus referencias más canceladas sobre el anal, correrse dentro y otras excentricidades del sexo que le han valido más de un comentario, pero que no dejan de ser un reflejo de lo que, por prohibido, se ha convertido en una de las investigaciones favoritas de la nueva generación. Y probablemente también de las antiguas. No culpen a Quevedo de la mala educación sexual de un sistema puritanista. Cierra el primer acto con Halo y Piel de cordero, sus colaboraciones con su paisano favorito, La Pantera, haciendo un lip sync inconsciente y espontáneo en las partes que tendría que cantar su compañero.

El segundo bloque empieza con un collage de videos memoriales, un recurso directo a la fibra sensible del espectador. Recordando que el cantante, ahora sentado en una silla en frente de un televisor -viéndose a sí mismo- recupera las canciones que iniciaron su trayectoria. Desde el público le tiran una bandera de las islas, en una sincronía oportuna, sumándose al revival. En Dame, su featuring con Omar Montes, pierde momentáneamente el in-ear, pero su tumulto de coristas canta el inicio de la canción por él. Las mismas casi 18.000 personas que hace unos minutos coreaban “si lo llego a saber, te lo juro, lo dejo dentro”, para escándalo de muchos (y placer de otros). Sube también a escena el argentino Lucho RK, con su referencia al clásico “vamos a matarno’ en la raya” de Hector el Father y ponen fin a un segundo acto donde, quizás, se echan de menos algunas otras apariciones locales, como la de las catalanas Bad Gyal o Aitana. Aunque no falte la colaboración de esta última, ni la de Pero tú con la colombiana Karol G.

Quevedo, esta vez con el uniforme básico -tank top de wife beater y tejanos- se perrea Soleao con todos sus bailarines/as, en uniforme unisex. El del durag lleva rato robandose el show con su carisma, que contrasta con el humor modosito, uno de los (anti) encantos de esta superestrella española. La realización del gran bloque de pantallas que corona el escenario se luce durante 7 (Guayar con cualquiera) la pista inédita que escondió bajo el pseudónimo peter lewis -de su nombre Pedro Luis-. Desgrana sus featurings con las estrellas internacionales como Mora o Mykke Towers, quien ha confesado en algunas entrevistas que copaba su top de favoritos desde adolescente. “Nadie sabe que sueño cuando doy las buenas noches” reza en las pantallas, pero probablemente soñaba con esto.

Canta Que asco de todo tumbado sobre el par de escalones que limitan el escenario y Noemú en la otra esquina, frente a una hilera de diez micrófonos, en una decisión totalmente estética, explorando la dirección de arte que permite un escenario enorme. Donde no se echan de menos una banda de músicos, porque las posibilidades creativas no siempre tienen que replicar las fórmulas del rock para contentar a una audiencia, ni para sonar con cuerpo. Aunque a Quevedo se le ha achacado una cierta estética de lo anodino, concepto acuñado por el divulgador Frankie Pizá, quizás es esta posibilidad del folio en blanco que permite a una gran parte de la población proyectarse en su aparente normalidad. Y los aciertos masivos como Tuchat, Columbia y Mr. Moondial, con el también hitmaker Pitbull, que manejan los estribillos Super Glue como nadie.

Quizás no sea un crooner como los de antes, pero ha entendido como nadie que lo pop requiere de ciertos códigos universales para contagiar audiencias. Se acerca al final con Buenas noches, la pista homónima que da nombre al disco y a esta etapa, que probablemente evolucionará a otra cosa en breve. Pero cabe esperar lo esperable. Mientras algunos lo critican, su público de hinchas se sincroniza en las gradas para replicar la bandera de Canarias con las pantallas del celular. Un momento tierno previo al cierre definitivo del concierto con Quédate (el título extraoficial de su sesión viral con Bizarrap). Porque evidentemente, esto es lo que van a gritarle todos sus seguidores cuando baje definitivamente del escenario.

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