Una guía para liberar de las redes de pesca al tiburón más grande del Mediterráneo
Científicos y pescadores de la Costa Brava idean un protocolo para devolver al mar, sin riesgo, ejemplares de cañabota gris capturados por accidente
La cañabota gris (hexanchus griseus) es el tiburón más grande (hasta cinco metros) que habita en los fondos marinos de la costa mediterránea española, como el cañón de Begur, en la Costa Brava. Puede vivir un siglo y desciende a más de 2.000 metros. A menudo —unas 90 veces al año, según un estudio de 2017— son capturados en la costa catalana por accidente, sobre todo en la pesca de arrastre. Y liberarlos con rapidez, algo esencial para la actividad pesquera, no es fácil por su tamaño y peso. Ahora, científicos de la Universidad de Barcelona (UB) han logrado, por primera vez en el Mediterráneo, “marcar” cuatro ejemplares para obtener información valiosa sobre una especie aún muy desconocida y han pactado con las cofradías un protocolo de buenas prácticas para manipularlos cuando caen en las redes y liberarlos.
La información recopilada en entrevistas con pescadores de las cofradías de Palamós, Blanes y Llançà (Girona), sumada a los datos sobre capturas de cañabotas (sobre todo donde se pesca gamba roja), planteó la necesidad de un protocolo para liberarlos garantizando la seguridad de los marineros (las cañabotas pueden pesar más de 300 kilos). El objetivo es minimizar la mortalidad de este animal durante y después de la captura. El documento, que sirve para tiburones de cualquier tamaño, prioriza modificaciones del arte (la red) para minimizar capturas. Establece que es importante que las redes estén preparadas para impedir la entrada de ejemplares de un diámetro superior a 30 centímetros de diámetro, la conocida como “Trampa del Peixot”, una obertura que imposibilita o hace muy difícil que entren tiburones de gran medida como la cañabota o el peregrino.
“Esta sería la situación ideal, pero en el caso de que se colara algún individuo y traspasara la red, el protocolo divide el procedimiento a llevar a cabo dependiendo de que la medida del tiburón sea mayor o menor de dos metros y pese más o menos de 100 kilos”, detalla el biólogo y miembro del proyecto Ignasi Nuez. En caso de captura, el protocolo valora si es necesario embarcar el ejemplar a bordo y manipularlo (más complicado cuanto mayor sea) o si puede evitarse ese paso. “En todos los casos, se vela por la seguridad de los pescadores, garantizando que están seguros mientras manipulan al ejemplar dentro o fuera del barco”, asegura Nuez, que destaca que el protocolo nace de lo aprendido en las entrevistas con los pescadores. En breve se acabará de definir y se remitirá a todas las cofradías catalanas.
La cañabota gris es unas de las 50 especies de tiburón que viven en el Mediterráneo. Puede parir entre 47 y 108 crías, su dieta es variada, come todo tipo de peces y crustáceos, es carroñero y caníbal. Su cabeza es ancha y aplanada y tiene seis branquias a cada lado, lo que indica que es un escualo muy primitivo (las especies más evolucionadas tienen cinco). Los ejemplares capturados por accidente miden entre 1,5 y 3 metros. No figura, por ahora, como especie amenazada y carece de protección, más allá de la prohibición, en el Mediterráneo, de pescar por debajo de 800 metros.
Información valiosa
El Grupo de Investigación de Grandes vertebrados de la UB-IRBio que ha elaborado el protocolo logró el año pasado, con el apoyo de la Fundació Barcelona Zoo y el Ayuntamiento de Barcelona, “instrumentar” cuatro cañabotas, tres juveniles y una hembra capturados con la Asociación Catalana de Pesca Responsable en el cañón de Begur (y otro en Blanes, con un arrastradero). Los animales han sido “marcados” con un registrador y un emisor por satélite en la base de la aleta dorsal. Unos aparatos, llamados marcas tipo “pop-up” de apenas 87 gramos registran fecha, temperatura, geolocalización y profundidad del animal a partir del nivel de luz registrado. Estas marcas, una vez se sueltan sobre los cuatro meses, aportan mucha información. Las colocadas en septiembre y noviembre de 2023 salieron a principios de 2024 y las de agosto se están esperando.
“El objetivo es comprender mejor cuál es el rol y la relevancia de los grandes tiburones de profundidad como depredadores en el ecosistema profundo marino mediterráneo. Saber su localización, temperatura, profundidad y actividad”, apunta el biólogo e investigador principal del proyecto, Manel Gazo. “Analizar los movimientos verticales diarios, los desplazamientos geográficos y la estacionalidad permitirá conocer aspectos de la ecología espacial de la especie”, asegura.