Nacho Duato: “Lo de que Miguel Bosé sabe bailar es otra de sus fantasías”
El coreógrafo, que acaba de cumplir 68 años, desembarcará en el Teatro Tívoli de Barcelona con su compañía y un programa que incluye su última creación, ‘Cantus’: “Ahora me escuchan, antes solo me miraban”
Nacho Duato tiene un aspecto tan etéreo que parece que esté en el aire todo el rato, atrapado en un eterno grand jeté. Y eso que en realidad está repantigado en un sofá del bar de su hotel enfrente del Teatro Tívoli de Barcelona —donde su joven compañía actuará del 30 de abril al 4 de mayo—, con una copa en la mano. Atractivo hasta decir basta y elegante incluso con una cazadora de cuero algo ajada y un calzado baqueteado, el coreógrafo y ...
Nacho Duato tiene un aspecto tan etéreo que parece que esté en el aire todo el rato, atrapado en un eterno grand jeté. Y eso que en realidad está repantigado en un sofá del bar de su hotel enfrente del Teatro Tívoli de Barcelona —donde su joven compañía actuará del 30 de abril al 4 de mayo—, con una copa en la mano. Atractivo hasta decir basta y elegante incluso con una cazadora de cuero algo ajada y un calzado baqueteado, el coreógrafo y ex bailarín recibe con la indolente displicencia del marqués de Carabás, aunque bien visto recuerda más al propio gato con botas, con las zarpas envueltas en terciopelo. Uno no las tiene todas consigo al entrevistar a Duato (Valencia, 68 años desde este enero), célebre por no tener pelos en la lengua y ser capaz de soltarte una fresca en cualquier momento, pero la verdad es que está encantador y cercano, hasta íntimo, aunque eso sí, a ratos su conversación es un monólogo. Habla sin reparos de todo, de la dana, de Rusia y la guerra de Ucrania, de Íñigo Errejón, de su cuerpo y cómo lo conserva, de Miguel Bosé, y de arte y de danza, claro.
“El programa que traemos incluye Gnawa, de influencia bereber y magrebí en general, en la línea de mi trabajo en Mediterrania y la búsqueda de raíces rituales, musicales y espirituales”, explica Duato de las funciones de la Compañía Nacho Duato (¡CND!), tras establecer que a partir de los sesenta no has de hacerte selfies ni contactar por Skype y mientras nos acuna el “chumba chumba”, como dice él, que suena como música de fondo en el bar. “Otra pieza es Duende, con música de Debussy: me gustan mucho los impresionistas, Ravel el que más, Satie, el que menos”. Desconcertantemente, el coreógrafo da pataditas a su interlocutor en lo que parece ser un tic. “Traemos también mi última coreografía, Cantus, estrenada en noviembre, con música de Karl Jenkins, y que aborda el horror de la guerra y está dedicado a los niños de la guerra, de cualquier guerra: Yemen, Gaza, Ucrania. Ellos son los que más sufren. Me ha tocado mucho el discurso de Toshiyuki Mimaki, el director de la organización antinuclear de hibakushas (víctimas de las bombas atómicas) Nihon Hidankyo, galardonada con el Nobel de la Paz 2024″.
Duato continúa trabajando en Rusia, donde dirige el Ballet del teatro Mijáilowski de San Petersburgo. “Sé que me critican por ello. Dicen que tengo las manos manchadas de sangre y que mis impuestos sirven para comprar armas contra Ucrania. En realidad mis impuestos los pago en España y si lo hiciera allí con lo que gano no comprarían ni un casco. Si estuviera en EE UU nadie diría nada, y EE UU ha hecho la guerra a medio mundo. De hecho fuimos a actuar allí con la Compañía Nacional de Danza cuando acababan de invadir Iraq y a nadie le extrañó. Y si te pones así, España deja pasar barcos que suministran armas a Israel. Hace tres meses estrené un ballet en Tel Aviv; no fui, porque no estaba dispuesto a firmar la carta de aceptación de la política de Netanyahu. En Rusia nunca me han hecho firmar nada. Tengo 25 ucranianos en la compañía del Mijáiliwski, la primera bailarina es ucraniana. El arte y la guerra son cosas distintas. Lo peor del ser humano es la hipocresía, y la envidia. En España abunda más la envidia ‘¿Todavía sigues en Rusia?’, me dicen con retintín. A Israel no le ponen sanciones y para ir a Rusia yo he de ir por Casablanca o Estambul”.
En medio de la retahíla, Duato trae a colación a Chaikovski. “Se prohíbe todo lo ruso, música, giras. He estado con Putin, toca muy bien el piano, viene a los estrenos, le entrega un ramo de flores a la primera bailarina. En España nunca ha venido un presidente del Gobierno a ver un ballet mío, solo los Reyes. No me gusta Putin, y creo que es un dictador, pero me gustaría ver a Sánchez dirigiendo un país de 300 millones de personas”. Está cómodo en Rusia, pues. “Sí, el respeto que recibo allí no lo he recibido en España. Me han llegado a llamar ‘el nuevo Petipa’ y se han preguntado con admiración cómo un extranjero ha podido entender tanto el alma rusa al estrenar mi montaje del Oneguin de Chaikovski; ‘el español con el alma rusa’, han dicho. Aquí hay críticos empeñados en que no aparezca mucho. Y en el ministerio me dijeron que tenía que dejar la Compañía Nacional de Danza porque eclipsaba a la compañía con mi foto y mi nombre. Recuerdo que tuve que salir a vomitar. En fin, lo que ellos quieren ya lo han conseguido: una compañía sin director y sin carisma”. Caramba. “Hay quien dice ‘qué cabrón narcisista’, si tienes buena pinta eres narcisista. Yo no soy narcisista, soy guapo. Lo soy por familia; mis hermanos lo son más. En mi familia la belleza era normal”.
Cambiando de tercio, ¿que piensa de la dana de Valencia, su tierra? “Soy del año de la gran riada de Valencia, el agua llegó hasta nuestro piso, un segundo. Alinearon el cauce del Turia pero se olvidaron de los pueblos. Mi sobrina Candela, hija de mi fallecida hermana Carmiña, estaba a veinte metros del Barranco del Pollo y embarazada; pasó dos días encaramada en el edificio. El agua se ha ido pero la humedad no, les regalaron un armario y ya no cierra. Una vergüenza todo. Se gestionó muy mal. Mazón no tiene vergüenza. Pero qué vas a esperar con el PP y Vox. Me han cancelado cinco funciones en Madrid por meterme con Vox. ‘O te retractas o te cancelamos’. Pues cancelamos. Tampoco soy de izquierdas, soy muy conservador en muchas cosas. Mi vida es una búsqueda de la verdad, que siempre es subjetiva, y de la belleza interna de las cosas”. Duato dice que le “cae mal” Pablo Iglesias y señala que le pareció insufrible que le regalara al Rey vídeos de la serie Juego de tronos en vez de algo más culto como las óperas de Wagner. ¿Y Errejón, ya que estamos? “Se tiene que comer con patatas fritas lo del solo sí es sí. Es el tiempo de las mujeres, ellas han de decidir”.
Al preguntarle por el paso del tiempo y sus secuelas, dice que él oye perfectamente. “Y es una suerte porque soy más acústico que visual. Me costaría más quedarme sordo que ciego”. Y continúa: “No poder oír la voz de un amigo, un pájaro, el agua el viento, el susurro de una sábana, las cuatro sinfonías de Brahms, Rusalka y su canción de la luna…. Oigo muy bien. En cambio, me he quedado sin olfato. Pero tengo muy vivo el recuerdo de los olores, el de la canela, el de las naranjas. Sin embargo oler, no huelo ni mi propia colonia”. ¿Cuál? “Siempre Vetiver de Guerlain, me la regaló Miguel Bosé”. Aprovechando que lo menciona: ha negado lo que dijo Miguel Bosé de que usted fue el amor de su vida. “Es mentira, simplemente nos gustaba ir juntos y que nos miraran”. ¿Le dedicó Bosé Te amaré? “Qué va, vaya canción, de monja en autobús escolar. Era Morir de amor. Pero nunca nos hemos amado. Es una fijación suya. Era mi mejor amigo. No entiendo qué le ha pasado. Todo eso que ha dicho de nosotros me ha molestado. Y lo de que hiciera de mí en la serie sobre su vida el hijo de Marlene Morreau me ha parecido una falta de respeto total. Miguel es una bellísima persona pero le afectó tener tanto éxito, llenas estadios y te dan tres millones por noche y te crees Dios, te vuelves tarumba. Yo, mientras, llenaba la Ópera de París, que es un mundo muy distinto”. Les unía bailar. “¿Bailar él? Esa es otra de las fantasías de Miguel, que bailaba. ¿Qué baile es ese? No sabe bailar”.
El coreógrafo habla muy bien de Lucía Bosé: “Me quería como a un hijo, me decía que a veces soñaba que bailábamos juntos”. Han tenido ambos, Miguel Bosé y Nacho Duato que lidiar (y valga la palabra sobre todo para Bosé) con la figura del padre. “Nada que ver, el mío era muy buena persona, aunque conmigo fue muy cabrón, le avergonzaba, y eso es muy triste”. Duato recuerda lo mal que lo pasaba cuando le llamaban “mariquita” en el colegio. Se queda en silencio mirando al vacío y regresa. “Lo importante es que venga la gente al Tívoli. Verán cosas que echaban de menos. La gente quiere ver ballet. Mi ballet es para gente que ama la danza. Y mis coreografías hablan de cosas que importan, de mi hermana que murió de sida por las drogas, del terrorismo, de la guerra. Yo soy el menos importante en la compañía. Lo más importante es la música, la poesía también, pero como la música no hay nada. Lo malo es cuando quieres ser mejor que la música. Yo hago lo que me dice Chaikovski, por ejemplo”.
¿Qué instrucciones da a sus bailarines? “Nunca digo que no, ni que nada es imposible. Jamás has de dar una corrección general, siempre al individuo. Sin mis bailarines no sería nada. Toda la vida he tenido caballos, si crees que los dominas no sabes nada. El bailarín es como el caballo si le fallas te pierde el respeto para siempre. Veo dos mil bailarines al año de los que selecciono a veinte. Siempre acierto, cuando los veo entrar ya sé lo que pueden dar. Me fijo en el aura. Quizá no es tan bello o guapa, pero tiene algo que me gusta. Ya de joven no iba con el más guapo de la discoteca sino con el que me llamaba la atención. En 40 años solo he despedido a dos bailarines, a uno porque se acostaba con mi novio: no, es broma, a los dos por vagos y por llegar tarde”.
De su fama de ser a veces bronco y desabrido dice: “Tengo mucho carácter, pero el que lo tiene de verdad es el que menos lo enseña. Chillo con mi trabajo, y con mi éxito”. Deplora que en la actualidad y”a no hay grandes personalidades en la danza” como en su época de Mudra, del Cullberg, del Nederlands. “Se da más importancia a la técnica que al arte”.
Ya no baila, ¿le pesa? “Ah, si fuera joven y pudiera poner la pierna así”, dice haciendo un mohín de pena mientras la levanta de forma inverosímil para el mortal común. “No, no me importa nada. No lo necesito”. ¿Y qué tal el cuerpo? “La verdad es que me duele todo en cadena, tengo mal la cadera y las vértebras, por tanto arabesque, y los hombros. Bailando, al cuerpo lo matas. Aunque ya ves, 68 y sigo haciendo el espagat”. ¿Cuál es el secreto para mantenerse así, flexible, juvenil y no digamos guapo? “No voy en ascensor nunca”, dice Duato que asegura que no hace ninguna tabla ni tiene barra en casa. ¿Se sufre ante la inexorable pérdida de la belleza? “Te puede dar rabia. Te cae el culo. Pero con la edad ganas en muchas cosas. Ahora me escuchan, antes solo me miraban. No cambiaría la belleza de los 20 por la seguridad de ahora, lo que sé, lo que he leído”. Bueno, sería duro tener que volver a hacer la selectividad, apunta el interlocutor, que es de la misma quinta del 57, en la horquilla baja. “No la he hecho, ni he acabado el bachillerato, no tengo ningún título, excepto los honoris causa, en Rusia les cuesta entenderlo”.
¿Qué le dice al espectador que vaya al Tívoli? “Que va a ver cosas que no veía hace tiempo y que echaba de menos. Hoy no sabes si lo que la gente baila es hip hop o tik tok o qué se yo. Esto es danza de verdad, Cantus es de lo mejor que he hecho y esta compañía tan joven, que sale de mi escuela, son una maravilla. Con tan poco hacemos tanto, porque tener, no tenemos ni un duro”.