El galimatías del Lluçanès
Cambios en las alcaldías, consignas políticas y marco territorial reflejan la división de opiniones sobre el sentido de pertenencia y cómo administrativamente se ha ido encogiendo la comarca
Los santos han dado la espalda a una comarca de brujas y bandoleros como el Lluçanès. Santa Maria de Merlès, Sant Bartomeu del Grau, Sant Boi de Lluçanès, Sant Agustí del Lluçanès y Sant Feliu Sasserra se han desmarcado oficialmente de la Mancomunitat, el órgano transitorio cuyos estatutos deben ser aprobados por cada Ayuntamiento para dar paso finalmente al Consell Comarcal, que se formalizará en concordancia con las elecciones municipales de 2027. Los últimos comicios propiciaron precisamente la salida de Sant Feliu Sasserra después de que la génesis y prioridad de la candidatura ganadora fu...
Los santos han dado la espalda a una comarca de brujas y bandoleros como el Lluçanès. Santa Maria de Merlès, Sant Bartomeu del Grau, Sant Boi de Lluçanès, Sant Agustí del Lluçanès y Sant Feliu Sasserra se han desmarcado oficialmente de la Mancomunitat, el órgano transitorio cuyos estatutos deben ser aprobados por cada Ayuntamiento para dar paso finalmente al Consell Comarcal, que se formalizará en concordancia con las elecciones municipales de 2027. Los últimos comicios propiciaron precisamente la salida de Sant Feliu Sasserra después de que la génesis y prioridad de la candidatura ganadora fuera precisamente abandonar el Lluçanès ocho meses después del ingreso provisional formalizado por el anterior Consistorio, cercano a ERC.
Los cambios en las alcaldías, las consignas políticas y el marco territorial explican muchas veces la modificación de los acuerdos y reflejan la división de opiniones que se da en algunos municipios limítrofes sobre el sentido de pertenencia a una u otra comarca y la manera cómo administrativamente se ha ido encogiendo la comarca natural del Lluçanès. Aunque fue la sotsvegueria del Lluçanès en 1611, Sant Feliu Sasserra se incorporó al Bages por el decreto que definió las comarcas de Cataluña en 1936. Los que mandan en Santa Maria de Merlès también se han sentido muy cercanos al Berguedà, y más desde que no para el tráfico hacia el túnel del Cadí. Y Sant Bartomeu del Grau siempre se inclinó hacia la Plana de Vic y, por tanto, a Osona.
Así quedó explicitado en el referéndum del 26 de julio de 2015, validado por la Generalitat después de que la participación superara el 35% exigido —fue del 55,15%— y el “sí” a la comarca ganara por un 70,73%. El “no”, sin embargo, se impuso, como se intuía, en Sant Feliu, Merlès y Sant Bartomeu y, sorprendentemente, también en Sant Boi y Sant Agustí, cinco municipios sobre un total de 13. La brecha se volvió a agrandar justo en el momento en que la Administración accedía a iniciar los trámites en favor de la comarca después de una reivindicación popular iniciada en los ochenta y articulada políticamente en 2010.
La sensación es que entonces el consenso popular era amplio, la estrategia política se consideraba válida y si el proceso no avanzaba era por culpa de la ley —se exigía una población de unos 15.000 habitantes y se contaban 8.000— y de la Generalitat. La situación cambió de forma radical cuando precisamente el Govern asumió el reto, tomó la iniciativa y aceleró tanto que el Parlament aprobó el 3 de mayo de 2023 la creación de la comarca número 43 de Cataluña. Una decisión categórica, porque contó con 80 votos a favor (ERC, Junts, Cup y Comuns) y 49 en contra (PSC, Vox, CS y PP), y puede que también precipitada e inesperada para muchos declaradamente favorables a la comarca del Lluçanès.
Hubo quien la calificó incluso de maniobra electoral por parte de ERC. La administración se aceleró cuando todavía la población digería lentamente los desplantes de Sant Boi y Sant Agustí. Aunque el nombre del Lluçanès salía por fin en el mapa, especialmente en el del tiempo, y se leía en los ocho carteles situados en los puntos de inserción con las comarcas vecinas, la fiesta no era plena, no había euforia en Prats, ni en Lluçà, tampoco en Perafita. El proceso se ralentizó cuando se trataba simplemente de seguir el plan trazado por la Generalitat.
Y no será fácil llegar hasta el final porque el Ayuntamiento de Olost ha convocado para el 20 de octubre una consulta con un enunciado que es toda una declaración de intenciones y va en sentido contrario al del voto afirmativo del referéndum de 2015: “¿Estás de acuerdo con que se inicien los trámites para salir de la comarca del Lluçanès?” Olost se siente poderosa desde que se ha convertido en una localidad de muy buen ver por el aumento de su población —más de 1.300 habitantes con Santa Creu de Jutglar—, por su industria diversificada, por el sector agroalimentario, por los buenos servicios, por la Fonda Sala y por ser la puerta del Eix.
El alcalde, Gil Salvans, que trabaja en la Agència de l’Energia del Consell Comarcal d’Osona, intenta ser pedagógico en sus explicaciones a medios como El 9 Nou y La Rella. Tiene un doble disgusto: entiende que el camino seguido en los últimos años desde el Lluçanès ha sido errático y apresurado y no comprende la negativa de la Generalitat a las modificaciones propuestas desde su municipio de Olost. “No es una cuestión de sentimientos sino de proyecto”, enfatiza Salvans, convencido de que con el Lluçanès se intenta replicar una ley de comarcas desfasada y preocupado por tanto por el modelo territorial de Cataluña.
Olost va por libre y propone una fórmula menos grandilocuente que la de un Consell Comarcal y más próxima a la de una Mancomunitat para potenciar a los técnicos antes que a los políticos, evitar más gastos y optimizar los recursos económicos y los servicios, una propuesta que se adapte a la peculiaridad de un Lluçanès que hoy no sabe cuántos habitantes tiene (menos de 8.000) ni cuál es su superficie (entre 200 y 300 kilómetros cuadrados). La actitud de Olost, en cualquier caso, es calificada de insolidaria por quienes ya trabajan desde la Mancomunitat para lograr precisamente una comarca sin la estructura de las habituales, sino más racional y posibilista —a la carta, si se quiere— con la anuencia de la Generalitat, cuya estrategia se desconoce con la llegada al poder del PSC después de votar en contra de la comarca en 2023.
El Consorci
No es fácil navegar por el marco legislativo y la división comarcal de Cataluña y menos cuando aún no se visualizó cómo será la del Lluçanès. Está el deseo común de decidir el futuro, de tener una interlocución directa con la Administración, mancomunar servicios y marcar una política diferente a la de Osona porque las necesidades y los intereses son distintos, igual que con el Bages y el Berguedà. Ocurre que las comarcas vecinas no quieren perder población y siempre procuraron ser más cómplices que enemigas de los pueblos del Lluçanès —algunos alcaldes han sido miembros del Consell de Osona—. Los 13 municipios del Lluçanès ahora divididos pertenecen todos en cambio al Consorci creado en 2001.
El Consorci consolidado convive con la incipiente Mancomunitat a la espera del Consell Comarcal. El territorio natural, descuartizado administrativamente, se mantiene cosido con proyectos finalistas desde el Consorci y por el tejido educativo, cultural, musical y deportivo promovido desde Prats, cuya actitud siempre ha sido expansiva y propia de la capital, punto de encuentro de los demás pueblos con el Institut Castell del Quer y el FC Pradenc. No parece casual que justamente ahora el fútbol reaparezca en Olost ni que se escuche de vez en cuando aquel viejo refrán que dice “mentre Prats balla, Olost treballa”
La información, mientras, queda garantizada por la revista La Rella, una publicación que en uno de sus últimos números recogía un anuncio por palabras muy significativo: “Es busca algú (persona, animal o màquina) que pugui explicar de manera clara i concisa el galimaties del Lluçanès. Es gratificarà”. Habrá que ver si en este territorio tan difícil de gestionar y administrar y en el que las cosas ocurren siempre a destiempo, aguantan Alpens, Lluçà, Oristà, Perafita, Prats, Sant Martí d’Albars y Sobremunt; si da marcha atrás Olost; y si cambian de opinión Sant Feliu Sassera, Sant Boi de Lluçanès, Sant Agustí de Lluçanès, Sant Bartomeu del Grau y Santa María de Merlès.
Ya no hay brujas ni bandoleros en tierra de muchas ermitas y santos; ahora, en un momento de mucha escasez de agua, los pastos son para los caballos más que para las vacas ante la indiferencia de los cerdos de siempre, que van y vienen de las granjas a los mataderos por un Eix que ha cambiado tanto la vida del territorio que los escépticos se preguntan: Qué fem amb el Lluçanès?
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