Una Diada bajo mínimos medirá el pulso de un independentismo en plena refundación
Junts, Esquerra y la CUP están inmersos en procesos de renovación interna mientras que la ANC opta por descentralizar la manifestación del 11-S
Desde hace 14 años, la Diada del Onze de setembre ha certificado la penetración del independentismo en amplias capas de la sociedad catalana. Todo ese tiempo, el Gobierno de la Generalitat —en manos de formaciones secesionistas hasta hace un mes— bendecía sin cortapisas la multitudinaria manifestación organizada por entidades como la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. Pero tras el momento álgido de 2017, a las puertas del referéndum ilegal del 1-O, esa comunión entre ciudadanía y partidos fue perdiendo fuelle y, en los últimos años derivó incluso en una confrontación fratricida. Este año, con un president del PSC en el Palau de la Generalitat y unas encuestas que señalan la caída del apoyo social a la secesión, los partidos y entidades a favor del estado propio medirán en el día nacional de Cataluña su pulso ante el cambio de rasante a nivel político.
La ya tradicional exhibición de músculo que implicaba la manifestación de la ANC (en 2014, la policía de Barcelona reportó 1,8 millones de asistentes mientras que la Delegación del Gobierno cifró la asistencia en 500.000) ha quedado descafeinada por la decisión de la entidad que ahora lidera el cantautor Lluís Llach de renunciar al formato de gran concentración. El esquema este año, que ya fue probado en 2016, pasa por dividirla en cinco marchas en diferentes puntos de Cataluña (Girona, Barcelona, Lleida, Tarragona y Tortosa). Según explicó la entidad, en cada uno de esos lugares se denunciará un problema específico que achacaba al “expolio fiscal” al que insisten que el Gobierno central somete al de la Generalitat.
En Barcelona, la otrora multitudinaria manifestación que movilizaba cientos de autocares hasta la capital para una jornada lúdico-reivindicativa ha quedado reducida a ocupar el tramo de poco más de un kilómetro de longitud entre la Estación de Francia y el Arc de Triomf, bordeando el parque de la Ciutadella. A las 17.14 horas, evocando el año de la caída de la capital catalana bajo el asedio de las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión, se leerá un manifiesto unitario, acto al que le seguirá un concierto.
“Queremos la independencia porque las consecuencias de la dependencia a la metrópoli española ya no son un problema solo de derechos y libertades, sino de supervivencia colectiva como sociedad”, aseguró Llach en la presentación de la manifestación, hace poco más de un mes. Un discurso más propio de otro momento político en Cataluña y que contrasta con los esfuerzos de la Assemblea por inyectar aire fresco a su reivindicación. Por ejemplo, el mismo cantautor se presentó en el festival Canet Rock, en julio pasado, para presentar la camiseta oficial de la Diada de este año, con el lema ‘Haciendo más corto el camino a la independencia’.
En la presentación del acto estrella del Onze de Setembre para los independentistas también hubo intervenciones más atemperadas. “Las urnas nos demuestran que cada vez hay más independentistas desencantados y decepcionados, pero en las calles no debe faltar ni uno”, aseguró el presidente de Òmnium, Xavier Antich. Lo cierto es que la decisión final de ERC de facilitar la investidura del socialista Salvador Illa y poner fin a 14 años de hegemonía independentista ha dado al independentismo más radical un motivo adicional para llamar a la movilización ante lo que consideran “el Govern más españolista de la historia”, un postulado calcado al utilizado por el partido de Junts per Catalunya.
La calle volverá a ser el termómetro de la reivindicación independentista en un momento en que la evidencia electoral y demoscópica muestran el cambio de rasante en la sociedad catalana. Lejos quedan los resultados apabullantes de las elecciones catalanas de diciembre de 2017. En esos comicios, convocados bajo la aplicación del artículo 155 de la Constitución, el secesionismo cosechó más de dos millones de votos. En las pasadas elecciones alcanzó 1,36 millones y logró solo el 39% de los escaños. El último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió, el CIS catalán, certifican el desinfle. En julio, el apoyo a la independencia cayó al mínimo de la última década, al situarse en un 40%.
Precisamente por esos malos datos y por la reconquista de la hegemonía política por parte de los socialistas, la ANC justificó, hace una semana, la convocatoria de una asamblea general extraordinaria para actualizar su hoja de ruta ante un “nuevo escenario de la lucha por la independencia”. El independentismo en su vertiente más activista sigue así la senda del político, ya que las tres fuerzas tradicionales independentistas (Junts, ERC y la CUP) también vivirán un otoño marcado por congresos donde recalcularán su rumbo y escogerán sus líderes.
El camino hacia esos congresos parece ganar tensión en las filas republicanas. La anterior semana acabó con el anuncio del exdiputado en Madrid por ERC Alfred Bosch de mostrarse como cara visible de Foc Nou —fuego nuevo, en catalán—, una tercera lista que competiría con las de los fieles a Oriol Junqueras (Militància Decidim) y Marta Rovira (Nova Esquerra Nacacional) por las riendas del partido en el Congreso Extraordinario de noviembre. Mientras que Junqueras quiere volver a hacerse con la presidencia del partido y los de Rovira abogan por un cambio de caras en la dirección tras los malos resultados del último ciclo electoral, Bosch impugna “pactar sistemáticamente” con los socialistas y pide volver a poner en el centro la reivindicación independentista.
En Junts también quieren rediseñar el camino tras el fiasco del supuesto retorno de su líder, Carles Puigdemont, ante la frustrada pretensión de reventar la investidura de Illa. Los liderados por el expresident aún en su exilio autoimpuesto en Bruselas pensarán en el cónclave de octubre en Calella cuál ha de ser su rol en la oposición e intentan pescar en el río revuelto de ERC, donde la formación quedó también dividida por el pacto con el PSC. Junts quiere ser el partido de referencia del independentismo, ante unos republicanos que ven maniatados por sus pactos. Y, finalmente la CUP, también el 21 de septiembre, buscan cerrar su “refundación”. Todos, antes, tendrán la ineludible cita de la manifestación de la Diada.
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