Jaume Duch, el hombre de Europa

El nombramiento del nuevo consejero de Acción Exterior es una gran oportunidad para intensificar la conexión directa y cómplice de Cataluña con Europa, y en sintonía con el servicio exterior de España

Jaume Duch, el nuevo consejero de Unión Europea y Acción Exterior de Cataluña.Borja Sánchez-Trillo (EFE)

Jaume Duch i Guillot (Barcelona, 62 años) es el nuevo conseller para la UE y la Acción Exterior. Con Cristina Gallach (en el Consejo) y Xavier Prats (en la Comisión), es uno de los más destacados y perfeccionistas altos funcionarios catalanes de las instituciones europeas en los 30 últimos años.

Desde 1989 este licenciado en Derecho y Periodismo trabaja en el Parlamento de Estrasburgo, siempre en tareas de comunicación. ...

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Jaume Duch i Guillot (Barcelona, 62 años) es el nuevo conseller para la UE y la Acción Exterior. Con Cristina Gallach (en el Consejo) y Xavier Prats (en la Comisión), es uno de los más destacados y perfeccionistas altos funcionarios catalanes de las instituciones europeas en los 30 últimos años.

Desde 1989 este licenciado en Derecho y Periodismo trabaja en el Parlamento de Estrasburgo, siempre en tareas de comunicación. Y en los últimos dos decenios en su cúpula, como director y director general, encargado de los medios y la portavocía.

Duch dispone de una agenda oceánica. Le servirá conocer a tantos personajes internacionales decisivos, influyentes, bien emplazados: como saben de él, pues deja rastro de independencia de criterio, carácter pausado y desempeño puntilloso.

No se le conocen enemigos, ni entre los periodistas con quienes lidió, ni con los colegas. Ni con la autoridad competente. Ha servido bajo trece presidencias (tres de españoles, Enrique Barón, José María Gil-Robles y Josep Borrell), sin traslucir preferencias ideológicas. Siempre se atuvo al hilo conductor europeísta, incluso federalista, de los cuatro grandes partidos (democratacristianos, socialdemócratas, liberales y verdes), y marcó elegante distancia con la emergente ultraderecha eurohostil. Pese a su juvenil inclinación democristiana, nunca traslució más que alguna querencia personal. Por Gil-Robles, quizás, y por el malogrado David Sassoli, le enternecía. Entrenado en el consenso básico de la casa y entregado a la transparencia, Duch es un comunicador sobrio y eficaz.

Viene a perder dinero, pero como es un tipo de valores y sus tres hijos ya van crecidos, paciencia. No es insensible al íntimo placer de servir a su “petita pàtria”, que decía Salvador Espriu, tras pisar las grandes alfombras y las pequeñas redacciones.

A la espera de la hoja de ruta que pronto detallará, es fácil colegir que hará tabla rasa de buena parte de lo actuado por el departamento desde hace doce años. También porque la diplomacia viajante de la Generalitat durante el procés ha sido cero, salvo con Pere Aragonés. Ningún dirigente relevante visitó ni recibió a Artur Mas, Carles Puigdemont o Quim Torra. El resto de la tarea era la difusión (a veces honesta) de la realidad cultural catalana o la propaganda del secesionismo. Los planes de ficción mágica incomodaban, como catalán de referencia en el exterior, al nuevo consejero, pero le dejaban imperturbable, convencido de su carácter pasajero.

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Él mismo es una gran oportunidad. Para intensificar la conexión directa y cómplice de Cataluña con Europa, y en sintonía con el servicio exterior de España. Para inaugurar la presencia continua de los consellers en los consejos de ministros de la UE en los que ostenten competencias, abierta por el Gobierno Zapatero, aún inédita. Y en otros órganos (Comité de las Regiones). Para recuperar una auténtica antena en Bruselas sobre asuntos que interesan a los catalanes (fondos europeos, lengua, tecnologías, inversiones, proyectos empresariales…). Para hacer piña transversal con sus colegas del Govern, a quienes será útil. Para existir en el mundo como nación seria y responsable dispuesta a no tolerar frivolidades.

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