La memoria de Pulp y el presente de Beth Gibbons

Los dos referentes de la primera noche de festival mostraron sus formas de enfocar una carrera artística

Concierto de Pulp en el Primavera Sound 2024.Albert Garcia

Ocurre en todos los festivales, hay un momento en el que todo, o casi todo el público asistente, se concentra frente a un escenario. En el tramo nocturno del Primavera Sound del jueves, ocurrió con Pulp, que en la gran explanada litoral reunieron a más público que Vampire Weekend e hicieron suponer, aunque seguro que no fue exactamente así, que el resto de los escenarios estaban casi vacíos. Desde luego mucho suponer en un festival con tanta oferta, pero el caso es que la banda de Jarvis Cocker tenía frente a sí a una multitud, una verdadera alfombra tapizada con cabello, ante la que la banda británica, clase obrera ilustrada, se reivindicó. Antes, en uno de los escenarios cercanos. Beth Gibbons, ex cantante de Portishead, una banda que también ha escrito momentos gloriosos en el Primavera, hizo un concierto fenomenal al que no correspondía un escenario así, ya que padecía la contaminación acústica del concierto de L’Imperatrice. Se necesitaron ganas y determinación para entrar en las atmósferas propuestas por Gibbons.

Lo de Pulp fue mucho más fácil, ya que el grupo británico, que reapareció el pasado año y no tiene nuevo material, se apoyó en la memoria, en un repertorio que camina solo permitiendo al público reencontrase con quien fue en los lejanos noventa, convirtiendo ese pasado en memoria presente. No somos iguales. Ni tan siquiera Jarvis, que sí, sigue con ese aire de intelectual, lo es, parapetado tras sus gafas de concha, con ese cabello desmadejado que huye del orden impuesto marcialmente por los peines y con esa voz de barítono que el tiempo no desportilla, pero en su forma de moverse, inseguro al subirse a los podios que había en escena sí evidenció que el tiempo hace su trabajo. Con un sobrio traje oscuro como armadura, presentó al grupo, “somos Pulp” dijo en castellano, afirmó que el Primavera es uno de sus festivales favoritos de todo el mundo y con el segundo tema Disco 2.000, ya tenía a la masa botando. Era como jugar en casa, era su festival, era su público y la estampa del lugar, mar oscuro a la derecha, estampa urbana nada abigarrada a la izquierda y una multitud disfrutando al frente, componían una estampa casi inigualable.

Concierto de Pulp en el Primavera Sound 2024.Albert Garcia

A todo esto, el frío, ya sin tapujos, se había hecho presente, y en la periferia del gentío personas con capelinas que protegían de la brisa marina dejaban claro que el tiempo no sorprende a los asiduos del festival. Las canciones iban cayendo Pink Globe, This Is Hardcore y en Babies Pulp hicieron levantarse del suelo a quienes ya no podían con su alma o no habían acabado de entrar en el concierto. Acabaron con Razzmatazz, un tema muy propio en una ciudad como Barcelona, y de nuevo quedó claro que como decía García Márquez “la vida no es como fue, sino como se recuerda” y por lo que sea, nos solemos recordar mejor de jóvenes que ya abollados por esa vida.

Por su parte, Beth Gibbons no tiró de memoria, sino de riguroso presente. Las razones que la llevaron a actuar en un escenario descubierto con potencial, y luego confirmada, contaminación acústica se ignora –los artistas suelen decidir-, pero fue musicalmente un craso error. La música que hace Gibbons, artista que ha editado poquísimo material tras Portishead, es un canto a la elaboración y al detallismo, una música que necesita atención para no dejar escapar los detalles de los violines, de las flautas, del clarinete barítono, de las percusiones y de esa voz que con un punto brumoso sale de dentro con la intención de llevar su sentimiento al interior de quien la escucha. Y allí fue difícil. A ella, muy sonriente, parca en palabras, apenas dijo “muchas gracias”, no pareció importarle, pero exigió un esfuerzo de atención por parte del público, que en las gradas mostraba incrustaciones de personas con edades parejas a la de Gibbons (59 años).

Como viene siendo habitual en la gira de presentación del loable Lives Outgrown, un disco de elegante intimismo, severidad formal y sonido elaborado y preciso, interpretó el disco, no en su orden, incluyó un par de temas de su colaboración con Rustin Man (Paul Webb, el que fuera bajista de Talk Talk), entre ellos Tom The Model, única pieza del repertorio con un estribillo nítido y sólo cedió a la memoria interpretando ante el júbilo general Roads, de Portishead. Y en su estampa fue fiel a sí misma, lacio cabello rubio cayendo en melena, jersey informal de lana, pantalón amplio, pelín desgarbada, con la cabeza incrustada entre los hombros, descalza y, bandera estética de su actitud, ambas manos cogiendo el micro para imprimir un aire más confesional a sus letanías. Fue un buen concierto que, en otro lugar, el Auditori sin ir más lejos, hubiese resultado maravilloso.

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