Así fue el gran golpe de dos cazadores de relojes de lujo en Barcelona
Los Mossos d’Esquadra detienen a dos jóvenes de 21 y 23 años por el robo de un Richard Mille de 500.000 euros en el centro de la ciudad y reconstruyen el asalto
La secuencia es breve y rápida, casi imperceptible para quien no tiene el ojo entrenado. Dos jóvenes pasean por el céntrico paseo de Gràcia de Barcelona un viernes 8 de diciembre, festivo, a las cinco y media de la tarde. Van charlando, a cara descubierta. Uno pastorea un patinete, sin subirse en él, y el otro le acompaña. Parecen dos turistas más, o dos vecinos, en el avispero de visitantes que recibe la ciudad.
Pero en realidad, los dos jóvenes no están de paseo por Barcelona, la están rastreando. Entre frase y frase, es...
La secuencia es breve y rápida, casi imperceptible para quien no tiene el ojo entrenado. Dos jóvenes pasean por el céntrico paseo de Gràcia de Barcelona un viernes 8 de diciembre, festivo, a las cinco y media de la tarde. Van charlando, a cara descubierta. Uno pastorea un patinete, sin subirse en él, y el otro le acompaña. Parecen dos turistas más, o dos vecinos, en el avispero de visitantes que recibe la ciudad.
Pero en realidad, los dos jóvenes no están de paseo por Barcelona, la están rastreando. Entre frase y frase, escanean a todo aquel con el que se cruzan. Su aparente parsimonia encierra un cauteloso acecho. Hasta que a la altura de la exclusiva boutique Cartier, en el rectángulo del lujo de Barcelona, detectan lo que buscan: un reloj Richard Mille RM 35-03 de correa blanca y caja azul, en la muñeca de un desprevenido turista taiwanés.
La charla entre los dos jóvenes se acaba. Su cuerpo de lagartija se tensa. Ocultos en el gentío, se dan la vuelta y se dirigen tras los pasos del Richard Mille. La víctima, que camina con dos hombres más, ignora que le están siguiendo. Los dos cazadores de relojes de lujo se separan. Uno se aposta con el patinete en una esquina, y el otro se coloca justo detrás del grupo de tres, con la vista clavada en el reloj. Tiene a su alcance una joya de medio millón de euros.
El robo se perpetra en segundos. Los tres amigos se disponen a cruzar un paso de peatones. El joven se acerca, con la adrenalina reventándole las venas, y choca con el taiwanés. Un encontronazo casual que en realidad supone un golpe estudiadísimo para desbloquear el seguro del reloj. Su propietario se da cuenta. Alza las manos, con la muñeca desnuda. Grita. El chaval corre al galope ya con el Richard Mille en su poder. Su socio le espera en el patinete, que alcanza de un salto, y ambos se esfuman a 50 kilómetros por hora por el Eixample barcelonés. En el bolsillo llevan uno de los relojes más caros robados nunca en Barcelona.
La siguiente escena es en el barrio del Raval: el reverso del lujo de paseo de Gràcia. Han pasado ocho días desde el robo. Los furas —agentes de los mossos de paisano que patrullan las calles— reconocen a los dos chavales. Sus caras se han difundido internamente a todos los agentes de la ciudad: son los dos jóvenes, de 23 y 21 años, que pisparon un Richard Mille de 500.000 euros sin demasiado esfuerzo. Van juntos de nuevo, llevan el mismo patinete con un cableado rojo, y uno de ellos luce el mismo collar del día del robo. Los policías les detienen, sin mayores problemas. Uno tiene un antecedente policial por un robo violento y un hurto; el otro, está limpio. De la joya, no hay rastro.
“Cuando se roba un reloj o lo recuperas al momento o ya no lo recuperas”, explica el sargento de los Mossos d’Esquadra Ramón Torner, jefe del grupo Titani, especializado en la investigación de los robos de lujo. Su despacho, en la comisaría del distrito de Sant Martí de la ciudad de Barcelona, es un espacio diáfano que comparten 10 agentes, dos cabos y él, que dirige el equipo. Desde mayo, han investigado el robo de 600 relojes de lujo. “Ya no hay estacionalidad”, explica, sobre este tipo de golpes, que llevan a cabo mayoritariamente jóvenes, versados en la materia, que casi nunca actúan solos. “Ensayan cómo hacer ceder el seguro”, cuenta el sargento.
El equipo de Torner —que se creó el verano pasado— patrulla en la calle, pero, sobre todo, lleva a cabo un minucioso trabajo de análisis para encontrar en las imágenes que captan los centenares de dispositivos que vigilan una ciudad como Barcelona a los delincuentes y a sus víctimas. Para dar con los dos ladrones del Richard Mille, los agentes han rastreado todas las cámaras que han encontrado a su paso: de tiendas, de cajeros, de seguridad ciudadana... En un intervalo de “media hora antes y media hora después” del robo. Después de horas de visionado, con las imágenes de cinco cámaras distintas, han logrado reconstruir y entregar al juzgado la secuencia del robo. En las imágenes, explican, se aprecia con nitidez lo que ocurrió.
Los investigadores son reacios a cifrar el valor de un reloj para considerarlo de lujo: “Cualquiera de una marca conocida, que dé cierto estatus, de alto valor”. En esa categoría incluyen también los casos en los que los ladrones se llevan, sin saberlo, una falsificación. “Que el propio delincuente piense que es un reloj de lujo”, resume Torner. En ocasiones, se han encontrado imitaciones de hasta 3.000 euros, en las que han necesitado la colaboración de joyeros especialistas que han necesitado desmontar el reloj para comprobar su autenticidad. Otra condición es que se trate de un robo con violencia. “Esa es la mayor dificultad”, indica Torner. Demostrar ante la justicia que el empujón, el estudiado tirón, con rasguños para la víctima, es un robo violento.
A diferencia de otras unidades, en el grupo Titani no hay un top 10 de ladrones. Algunas caras son conocidas, pero otras, como los chavales del Richard Mille, son nuevas. “Algunos vienen, hacen la temporada, y se van”, cuenta el sargento. Otros son multirreincidentes, roban un móvil, un bolso, o un reloj, en función de la oportunidad. También los hay más profesionales, vinculados al crimen organizado, que pueden aterrizar en Barcelona, dar el golpe e irse. Pero todos comparten una característica común: “Todos saben cómo dar salida al reloj. Todo el mundo tiene un receptador”. Y calculan que puede pagar entre el 30 y el 50 por ciento del valor del reloj a los ladrones, antes de colocarlo en el mercado asiático.
Cuando los Mossos detuvieron a los ladrones del Richard Mille, su dueño ya se había marchado de Barcelona. La policía le informó del arresto. ¿Y el reloj?, preguntó. Los agentes están convencidos de que ni hubiesen logrado una orden judicial para registrar su casa —“no dicen donde viven, se lo inventan, o facilitan direcciones de abogados para las notificaciones”—, tampoco hubiesen encontrado la joya. Y los receptadores, que investigan unidades más especializadas, viven en la sombra, sin antecedentes, y muchos de ellos dedicados exclusivamente a los relojes. Los dos jóvenes quedaron en libertad después de pasar a disposición del juez a la espera del juicio.
Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal