Mercè 2023: Rumba en la catedral y multitudes en la playa del Bogatell de Barcelona
Rumba All Star reivindica la música de Barcelona y Los40 hacen de la playa un festival
En tiempos en los que muchas personas, instituciones, políticos y empresarios se preguntan por lo que Barcelona quiere ser de mayor, esa Barcelona que algunos pintan como capitidisminuida, abatida y errática, los hay que tienen la respuesta desde comienzos del siglo XX: quiere ser rumbera. Suerte de los gitanos, de nuestros gitanos catalanes de la capital, que como muchos otros gitanos del resto de Cataluña tienen en su música la brújula que les orienta cuando todo lo demás falla. Si es que falla. Allí está su identidad, su pasado y desean que también su futuro. De ahí la importancia del conci...
En tiempos en los que muchas personas, instituciones, políticos y empresarios se preguntan por lo que Barcelona quiere ser de mayor, esa Barcelona que algunos pintan como capitidisminuida, abatida y errática, los hay que tienen la respuesta desde comienzos del siglo XX: quiere ser rumbera. Suerte de los gitanos, de nuestros gitanos catalanes de la capital, que como muchos otros gitanos del resto de Cataluña tienen en su música la brújula que les orienta cuando todo lo demás falla. Si es que falla. Allí está su identidad, su pasado y desean que también su futuro. De ahí la importancia del concierto que en la Catedral acogió a Rumba All Stars, una especie de dream team rumbero que expuso cantando sus argumentos para que la rumba sea considerada Patrimonio Inmaterial por la UNESCO habida cuenta de su tradición, su sentido, de su carácter urbano previo a las músicas urbanas y de la evidencia de que mejora el humor, la digestión, la seguridad en uno mismo (en especial si sabe bailar y hacerle palmas) y regala más sonrisas que Monty Python.
Fue una noche alegre en una Barcelona alegre por las fiestas. Como de costumbre las multitudes bien marcharon hacia la Zona Universitaria, nuevo escenario en la calle Menéndez Pelayo ayer con The Tyets como máximo atractivo, sin olvidar a Lildami, y muy especialmente en la playa de Bogatell. Es aquel enorme espacio lo más que se acerca la Mercè a los festivales de verano, donde las multitudes se erigen en protagonistas sin olvidar a los artistas que en la noche del viernes puso en liza Los40. Por allí pasaron Suu, encargada de abrir la noche aún de día, Dani Fernández, Els Catarres y La Fúmiga, llegada de Valencia con su pop para fiestas. De nuevo una multitud, de nuevo los jóvenes tomando el poder de la noche y de nuevo ausencia de incidentes destacables.
Pero los menos jóvenes se muestran renuentes a ir a los extremos de la ciudad y acostumbran a optar por el centro, que en sus escenarios BAM también ofrece divertimento generacional, como el de Muskaa, la nueva estrella urbana catalana, que en la noche del viernes triunfó en el Moll de la Fusta ante una considerable cantidad de público. Aunque dado que no todo ha de ser juvenil en esta sociedad que sobrevalora lo joven mientras por otro lado lo maltrata, los rumberos tenían que decir su palabra, ellos que necesitan sangre joven para dar aire nuevo a su rumba, tan ligada a la tradición en una sociedad tradicional como la suya. Y allí estaban, en la Catedral, ante una multitud a la que con tino se le quitaron las sillas dado que bailar sentados no es bailar. El concierto tuvo ese punto de desbarajuste propio de las fiestas, con recurrentes problemas de sonido y la falta de alguien que explicase lo que allí pasaba y quiénes eran los que por escena aparecían. Cierto que mucha asistencia sabía qué iba a ver, pero entre que algunos participantes no eran presentados y otros lo intentaban pero no se les entendía aquello pareció una cita a ciegas. Eso sí, una feliz cita a ciegas.
Entre los miembros del equipo base quien más destacó fue Yumitus de La Payoya (sobrino de Peret e hijo de La Payoya, que fue una de sus coristas), encargado mediada la noche de orientarla, centrarla y reclamar de todas las instituciones el apoyo a una rumba que es catalana, como indicó con énfasis. Cantó Paraules d’amor llevada a la rumba y El gitano fino y presentó orgulloso a su hijo, Andy Hernández al contrabajo, antes de sentarse de nuevo frente a los teclados, que también tocaron Muchacho y Jack Tarradellas en una prueba de que tocar, en muchos casos varios instrumentos, es para los gitanos tan esencial como soñar. Sonó caló en la voz de Sam Mosketó, con críticas a los Reyes Católicos por sus primeras prohibiciones del idioma gitano–entiéndase que entonces no existían los pinganillos- y la persecución de la cultura y formas de vida gitanas, aunque la aparición como invitados de Yacine Belahcene, mestizo en estado puro, Joan Garriga (payo de alma gitana que alentó Dusminguet y la Troba Kung Fú) y de la octogenaria e incendiaria Maruja Garrido con su Son son será evidenciaron que la represión no ha logrado acabar con la identidad de un pueblo tan musical. Y tan abierto al mundo, pues la primera canción que sonó en la noche fue Rumba de Barcelona, de Gato Pérez, una suerte de renovador argentino de la lirica rumbera que en algún modo hizo el papel que los extranjeros han hecho definiendo algo tan catalán como el Barça. La identidad es siempre algo fluido que cuando deviene totémico ya sólo sirve para los museos.
Otro ejemplo de rumba, aunque con diferente tono. Mediodía del viernes, parque de la Ciutadella. Allí se estrena uno de los nuevos escenarios de la Mercè musical. Ambiente familiar con turistas sonriendo bajo el sol y personas aguardando la música bajo la sombra. Hay una feria gastronómica de proximidad que desmiente la idea de que los únicos rábanos saludables han sido criados por un campesino biodinámico que los ha cultivado con música ambiental de Brian Eno. Estimulaban el apetito cocinas del mundo con manjares que a aquella hora olían aún mejor. Y una feria de cervezas artesanas dinamitaba la facilidad con la que hasta hace poco se ha bebido por estos lares el amargo brebaje. Antes se pedía cerveza, así, en genérico, ahora si desconoces la diferencia entre una lager y una stout y no eres capaz de responder con seguridad a las preguntas técnicas que te hacen desde detrás de la barra, suspendes en cosmopolitismo, algo catastrófico para cualquier ciudadano de Barcelona. ¿Ventaja?, los vasos tanto de vino como de cerveza en los que la asistencia bebía por el paseo de los Til·lers eran retornables y de vidrio, algo insólito en cualquier otro contexto en el que la bebida sirva sólo como gasolina fiestera.
Y la fiesta la pusieron en el escenario un grupo cuyo nombre soluciona el tema de las identidades fluidas, los nuevos géneros y todas las dudas a ello asociadas: Els Senyora. Vestidos con un conjunto que a sus madres seguro podría infartar, luciendo una cinta en la cabeza como el Mark Knopfler de Dire Straits y encabezados por un cantante que al público llamaba “perracas” y lucía blusa negra pespunteada en brillante con exiguos pantalones azules de marcha atlética, el quinteto andorrano-barcelonés la lió. Y lo hizo, entre otras cosas, con rumba, que fue en lo que convirtieron el Sweet Child o’ Mine de Guns N’ Roses. Se rieron con Shakira, de quien dijeron es una experta filóloga de hispánicas y cantaron su despecho #53 Bizarrap, y con su petardeo sin fronteras con trompeta, que siempre añade un tono de desenfrenada fiesta añadida, hicieron del mediodía la perfecta antesala de la noche. La fiesta musical también cabe bajo el sol.
Mushkaa conquista La Mercè
Vestida de negro, con gorra, agachada, con una mirada desafiante que no podía esconder el orgullo y la alegría por lo vivido esa noche, con un “Gracias Barcelona” se despedía Irma Farelo, más conocida como Mushkaa, de los cientos de personas que acudieron a su concierto, con motivo de las fiestas de La Mercè. El sábado decenas de grupos de jóvenes se dirigieron al escenario situado en el Moll de Fusta para ver a la que definen como “su reina”.
Mushkaa salió al escenario para dar un show del que sus fans afirman que “les costará recuperarse”. La popular artista barcelonesa cantó sus éxitos más cañeros, como su single Diabla, en colaboración con Figa Flawas, que cuenta con casi dos millones de reproducciones en Spotify, No m’estima + (con los artistas Julieta y roots), Barras Warras (con Calagher y roots) y Tas Loko (también con este último). El público también acogió con la misma euforia algunos de sus temas más íntimos y personales, como Sembla Mentida o Los 15 (pq estás triste), una canción en la que la cantante reflexiona sobre las dudas en la adolescencia y lo incomprendidas que se sienten las personas cuando pasan por este periodo, un tema que la artista escribió con 15 años. Mushkaa no subió sola al escenario. Contó con el apoyo y la colaboración de su hermana gemela, Greta Farelo, con el cantante Martii Vilaseca (Jovedry) y con los grupos The Tyets y Roots, con los que ha sacado algunas de sus canciones y con Julieta con quien cantó No m’estima +.
Apostando por el catalán y por poner a las mujeres en su punto de mira, a las que les dedica frases de deseo o desamor, Mushkaa ha recorrido las salas y escenarios catalanes durante los últimos meses y ha sido la gran invitada de La Mercè reuniendo a cientos de jóvenes que se dejaban la voz este sábado al ritmo de sus canciones.
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