Barceloneses de turismo en Barcelona

Encontrar una habitación de hotel por menos de 100 euros en el centro de la ciudad en pleno julio, tarea difícil, muy difícil

Barcelona -
Remonte de un edificio de Barcelona, en paseo de Gràcia con Aragó.Carles Ribas

Dormir en una cama que no es la tuya le cuesta a mucha gente. Cuantos más años tienes, peor, como en casi todo. Es el llamado efecto de la primera noche. Leo en Internet: los investigadores han descubierto que la primera noche que dormimos en un lugar nuevo, por ejemplo, una habitación de hotel, el hemisferio izquierdo del cerebro permanece más despierto para vigilar. Y si encima no hay lavabo en la habitación, el hemisferio lo va teniendo más complicado.

Le tocará trabajar al hemisferio izquierdo. La mudanza obliga a la pareja a dormir en un hotel en la ciudad: el piso viejo ya es de o...

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Dormir en una cama que no es la tuya le cuesta a mucha gente. Cuantos más años tienes, peor, como en casi todo. Es el llamado efecto de la primera noche. Leo en Internet: los investigadores han descubierto que la primera noche que dormimos en un lugar nuevo, por ejemplo, una habitación de hotel, el hemisferio izquierdo del cerebro permanece más despierto para vigilar. Y si encima no hay lavabo en la habitación, el hemisferio lo va teniendo más complicado.

Le tocará trabajar al hemisferio izquierdo. La mudanza obliga a la pareja a dormir en un hotel en la ciudad: el piso viejo ya es de otro, el nuevo está en obras. Solo será una noche: incluso puede ser divertido dormir en un establecimiento en tu propia ciudad. Ser turista en tu lugar de residencia. El hombre delega en la mujer la elección del hotel. Qué extraño. Ah no, que ella siempre se ocupa de todas las gestiones. Cierto es que cuando monopolizas las gestiones atrofias la función del que no lo hace y ya nunca más sirve para nada. Algo de culpa debes de tener, es verdad.

Preocupada por los gastos, la parte contratante hace primero el cálculo de cuánto puede abonar, teniendo en cuenta que es un pago evitable: son varios los amigos que han ofrecido su lecho. Antes de conectarse, piensa. Alguien le habló del maravilloso desayuno que sirven en el Hotel Arts, de la preciosa terraza para cenar del Hotel Casa Fuster, de las camas súpercómodas del Mandarin.

Abre Booking y, mientras habla con su hija adolescente, responde a un WhatsApp del trabajo y cuece esos secos macarrones blancos que decorará con tomate Solís, encuentra una opción. Resuelto. Sonríe feliz y confiada. 90 euros por una habitación en un hotel del Eixample. Llámele hotel, llámele X. Habitación doble (la simple sería un pasillo en comparación) con desayuno. ¿Qué más se puede pedir? Se puede pedir un lavabo: en el presunto hotel hay 10 habitaciones, nueve de las cuales tienen lavabo. Qué mala suerte: la contratada carece del mismo. Pero eso no lo sabrán hasta llegar al establecimiento.

Hay que tener en cuenta que es temporada alta en la ciudad. ¿Cuándo es temporada baja? El verano de 2022 se cerró con tarifas récord. Se pagaron 190 euros por habitación de promedio (18 euros más que en 2019). En julio esa cifra se encaramó a los 177 euros (21 euros más) y en agosto se alcanzaron los 181 (37 más). Qué ilusa ella, pensar que sería capaz de encontrar algo más barato que el resto de mortales. A posteriori se enterará de que el precio medio de una habitación en un hotel en la capital catalana asciende a 170 euros, el acumulado de enero a junio de 2023. Y suelen tener lavabo.

Pero sigamos. ¡Qué maravilla! Noche de hotel sin hijos en Barcelona, piensa la pareja. Llegan al número indicado, en la calle de Bruc. Domingo de julio. Tarde abrasadora. No hay hotel por ningún sitio. Ella reservó rápido, sin mirar. En la portería, el timbre del Bed and Breakfast, bautizado con nombre de pila americano y ubicado en la primera planta. Esto no es un hotel, piensa ella para sus adentros. La pareja sube las escaleras entre risas nerviosas. No devuelven el dinero, no cabe la opción de largarse sin sentirse derrochador.

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Abre una amable señora. Esto no es un hotel. Es un piso. Grande, de una finca regia del Eixample. Pero un piso. La señora se despide. Por la noche no hay personal. Puedes llamar a un número si te pasa algo. Por ejemplo, si no sabes volver del lavabo, ubicado en un pasillo, a la habitación. “Como los otros tienen lavabo, en principio no van al del pasillo”, comenta empática la señora, que ya está recogiendo para irse, antes de cobrar la tasa turística.

Miradas cruzadas. Todos los reproches recaen sobre ella. Reservó tan rápido que ni prestó atención al tema del baño. No pensó que eso podría ser un problema. Pero hay una parte positiva. El vaso medio lleno. Las sábanas están limpias. La cama es cómoda. El aire acondicionado funciona. Al siguiente cliente se le recomendaría no abrir la ventana, para no ver ese interior de edificio que bien podría albergar cuerpos de víctimas del Carnicero de Rostov.

La noche transcurre gélida: el aire funciona bien, pese a que de vez en cuando ruge unos segundos como un león afónico. Por la mañana, de puntillas por el pasillo, ducha fugaz. El desayuno está servido: hay Nesquik, huevos duros y bollería industrial. Así que la pareja huye como a escondidas: cobraron al entrar, todo legal. La responsable ha regresado. Mira con censura a los que huyen no sin lanzar una última recomendación: “La próxima vez miren bien en la web para saber si hay lavabo en la habitación”. Gracias.

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