La sequía y la crisis de la agricultura leridana: la ficha de dominó que hace caer el resto de sectores

Las previsiones más pesimistas alertan de que será necesario arrancar los árboles frutales que morirán por la falta de agua

Los campos empiezan a secarse en Linyola (Lleida).Gianluca Battista

Ramón Solsona es el secretario general de la Federación de Hostelería de Lleida. Su organización representa los intereses de los empresarios de la restauración y hostelería en esta provincia dedicada, principalmente, a la agricultura y la ganadería. Cuando los negocios se lo permiten, Solsona pasea en bicicleta. “Es una pena porque ahora el campo debería estar verde y está sequísimo”, lamenta. La falta de agua ha obligado a cerrar los principales canales de agua con los que se riega cereales y fruta de Lleida. Las previsiones ―l...

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Ramón Solsona es el secretario general de la Federación de Hostelería de Lleida. Su organización representa los intereses de los empresarios de la restauración y hostelería en esta provincia dedicada, principalmente, a la agricultura y la ganadería. Cuando los negocios se lo permiten, Solsona pasea en bicicleta. “Es una pena porque ahora el campo debería estar verde y está sequísimo”, lamenta. La falta de agua ha obligado a cerrar los principales canales de agua con los que se riega cereales y fruta de Lleida. Las previsiones ―las más optimistas― dan por perdida la totalidad de la cosecha de este 2023. Las más pesimistas mantienen que los árboles morirán por culpa de la sequía y se cronificará “la ruina” entre agricultores. Solsona sabe que si cae la agricultura será la primera ficha del dominó que hará caer el resto de sectores empresariales de Lleida. “Nuestros clientes lo están pasando mal. Ya han dejado de cenar y comer fuera de casa y muchos no irán de vacaciones. Además, a nosotros nos genera mucha tensión pensar que ellos no pueden regar los campos y nosotros tenemos las piscinas llenas. Al final, las restricciones nos llegarán a todos”, explica Solsona.

El pesimismo de Solsona se ha asentado en todos los empresarios leridanos. “Cataluña es la comunidad de España donde se produce más fruta dulce, sobre todo, manzana, pera, melocotón y nectarina”, se enorgullece el director general de la Asociación Empresarial de Fruta de Cataluña (Afrucat), Manel Simón. Según los cálculos de esta entidad, en Lleida se produce el 70% de las manzanas que se cultivan en España, el 65% de las peras y el 40% de la producción estatal de melocotón y nectarina. “Además, España es el principal exportador mundial de melocotón y nectarina y Cataluña es la principal suministradora de estas frutas en media Europa, sobre todo, Alemania y Reino Unido”, ahonda.

El pasado 25 de abril, la comunidad de regantes del canal de Urgell decidió cerrar el grifo al regadío debido a la falta de lluvias y la escasez de reservas en los pantanos. Es la primera vez “en la historia” que se toma una decisión de este tipo a las puertas de la campaña. No sería la primera medida, el pasado 2 de mayo se cerró también el canal Segarra-Garrigues.

Solo en los 121 municipios que riegan el canal de Urgell hay más de 8.600 hectáreas de manzanas y peras que representan, según Simón, el 55% de la producción de estas frutas en Cataluña. “Ahora, solo podemos calcular el desastre. Si la cosecha al final es cero, calculamos unos costes de 164 millones de euros. El problema es que si no hay agua ni para el riego de supervivencia de los árboles, las pérdidas se elevan a 764 millones en la zona del canal de Urgell. Además, tendríamos que arrancar árboles, volverlos a plantar y tardaríamos cinco años en tener una producción plena”, advierte Simón.

“Eso sin contar las pérdidas de la zona regada por el Segarra-Garrigues. Nos hemos metido, de lleno, en una etapa desconocida y apocalíptica. Esta crisis tendrá una repercusión brutal en toda la economía y España podría dejar de depender de sí misma en algunos cultivos. Encontraremos mercados desabastecidos, regulaciones de empleo en centrales frutícolas… Nuestros competidores, Francia, Italia, Portugal, Polonia, querrán conquistar nuestros mercados y luego será muy difícil recuperarlos”, dibuja el panorama Simón.

La visión apocalíptica del director de Afrucat también la comparte Josep Maria Gardeñes, presidente de la Confederación de Organizaciones Empresariales de Lleida (Coell): “El peso específico de la industria agroalimentaria en Lleida es del 19% y dependen de ella entre 10.000 y 12.000 trabajadores directos a los que hay que sumar todos los indirectos”. La Coell ha hecho sus cálculos y, por cada kilo de fruta, aseguran que dependen 21 subsectores como son la fabricación de maquinaria agrícola, las cámaras frigoríficas, el transporte, los productos fitosanitarios, las fábricas de madera para palés y cajas de fruta…

Tito Tarragona es uno de los responsables de la empresa Transportes Tarragona. Reconoce que la flota de camiones española es la más preparada para transportar alimentos a todos los mercados europeos. “Si la producción se reduce tanto como empiezan a decir, será una masacre. Si las empresas de transportes no tienen suficiente volumen de demanda, subirán los precios y repercutirá en el coste de los alimentos. La inflación dejará de estar bajo control”, aventura.

No solo la fruta aumentará el precio. El cerdo ha llegado a un máximo histórico de dos euros por kilo de animal vivo. Fuentes del sector porcino en Lleida, que prefieren el anonimato, aseguran que este elevado precio se debe “a una tormenta perfecta” que comenzó con un incremento de precios en 2020, que continuaron subiendo con la guerra de Ucrania y la subida de precio de los cereales. Así, hasta que una tonelada de pienso pasó de costar de 200 a 400 euros. “En Cataluña hay siete millones de cerdos y en toda España 58 millones. El calor y la falta de agua va a hacer sufrir mucho a los animales y el engorde será más complicado, por lo que puede incluso subir más el precio”, mantiene la misma fuente.

Pere Roqué es uno de los agricultores ―también es el presidente en Lleida de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja)― afectados por el cierre de los canales. “Estamos a solo unos días de empezar a tirar la fruta de los árboles al suelo para no provocar estrés hídrico en los árboles. Si en otoño hay un mínimo episodio de lluvia, los árboles estarán descansados y podrían provocar una doble floración, lo que provocaría que gran parte de la cosecha de 2024 también se perdiera”, lamenta Roqué. “La sociedad no es consciente de la factura que pagaremos si no gestionamos bien el agua. Parte de la alimentación tendrá que venir de fuera. Muchas granjas de cerdos deberán sacrificar animales antes de tiempo por no poder alimentarlos debido al precio del pienso. Si la cebada sigue subiendo hasta 400 euros tonelada por la falta de agua, una cerveza en un bar podría costar casi 20 euros. Es el desastre”, mantiene Roqué.

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