Condenado a cinco años de prisión un violador en serie que agredió a una menor en un permiso penitenciario

La sentencia no contempla otras agresiones sexuales cometidas por el autor porque era menor de edad y aplica una rebaja de pena en aplicación de la nueva ley de libertad sexual

Varios mossos en la zona de ocio nocturno del Port Olímpic de Barcelona, en una fotografía de archivo.JUAN BARBOSA

La Audiencia de Barcelona ha condenado a cinco años de prisión a un joven de 28 años por la violación de una menor que acababa de cumplir 17 años en julio de 2019 en el Port Olímpic de Barcelona. El hombre, según la sentencia, se aprovechó de que estaba “aturdida, inquieta” buscando su teléfono móvil, para acompañarla hasta una zona poco transitada, la golpeó y la obligó a practicarle una felación. ...

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La Audiencia de Barcelona ha condenado a cinco años de prisión a un joven de 28 años por la violación de una menor que acababa de cumplir 17 años en julio de 2019 en el Port Olímpic de Barcelona. El hombre, según la sentencia, se aprovechó de que estaba “aturdida, inquieta” buscando su teléfono móvil, para acompañarla hasta una zona poco transitada, la golpeó y la obligó a practicarle una felación. Los Mossos atribuyen al condenado otras cuatro agresiones sexuales cuando era menor y asegura que cometió el último ataque aprovechando un permiso penitenciario. La sentencia, tal y como recoge la ley, no tiene en cuenta los antecedentes del condenado como menor. El fallo además especifica que debido a la nueva Ley de libertad sexual, conocida como el solo sí es sí, la pena a aplicarle es inferior a la existente antes de la reforma.

Guillermo P. atacó a la menor de edad la noche del 5 de julio. La vio con unos amigos, fuera de una discoteca, “con sus facultades mermadas por la previa ingesta de alcohol y cannabis”, según el fallo. Cuando se encontraba sola, fue “abordada” por el condenado, que “faltando a la verdad” la engañó diciéndole que lo acompañase, que él sabía donde estaba su teléfono móvil. Cuando se encontraban en una zona solitaria, entre los entoldados de dos restaurantes, la “golpeó sorpresivamente y con fuerza en la cabeza” y cuando ella quedó inerte, “la arrastró entre dos jardineras”. Después de intentar quitarle la “ropa de cintura para abajo” sin conseguirlo, le sujetó con fuerza la cabeza y la obligó a practicarle una felación. Las cámaras de los establecimientos grabaron parcialmente lo ocurrido.

El condenado alegó que le pegó porque ella la acusó de haberle robado el móvil, y negó que la agrediese sexualmente. Pero el tribunal no ha otorgado credibilidad a su versión, por la manera cómo la atacó (sin mediar ninguna discusión, tal y como se aprecia en las imágenes), por el relato coherente y sólido de la víctima después de la violación, durante la instrucción y en sede judicial, y por el testimonio de varios amigos que la socorrieron y corrieron tras Guillermo P. En esa huida, el condenado perdió el teléfono móvil justo antes de escapar en un taxi, un dispositivo que fue esencial para su posterior localización. El tribunal le impone además una orden de alejamiento de 1.000 metros de la víctima cinco años después de cumplir la pena y la medida de libertad vigilada por el mismo tiempo.

El condenado, Guillermo P., cometió la violación cuando estaba en un permiso penitenciario, según fuentes policiales, de una pena que cumplía por diversas agresiones sexuales cuando era menor de edad. Detenido en dos ocasiones previas por delitos contra la libertad sexual, los Mossos le vinculan a otras cuatro violaciones. La primera el 1 de agosto de 2012, a una mujer de 30 años, que la policía atribuye indiciariamente a Guillermo P., aunque no ha podido probar su autoría, por el modus operandi: seguimiento de mujeres, a las que atacaba con violencia, dejándolas semiinconscientes y las violaba. La segunda es solo cinco días después, a una menor de 15 años en uno de los pasillos de una discoteca de El Bruc. El vigilante del local encontró un DNI a nombre del ahora condenado, y la menor le señaló en una rueda de reconocimiento.

Las dos siguientes son también muy seguidas. La primera el 12 de octubre de 2012, cuando el condenado atacó a una mujer de 32 años a la salida del metro Alfons X de Barcelona. El hombre, según los Mossos, robó con violencia a la víctima y la agredió, propinándole un golpe en la cara y en los ojos. Un vecino desde una ventana presenció el ataque, y gritó, lo que provocó la huida del agresor, que le dio una última patada en la cabeza a la víctima. Los Mossos lo identificaron como el implicado en la violación a través de una huella. Unos días después, el 25 de octubre, de nuevo en la misma parada de metro, la policía le señala como el autor de otra violenta agresión sexual, a una mujer a la que hallaron en el suelo, semidesnuda y medio inconsciente. Los Mossos encontraron sangre de la víctima en los zapatos del sospechoso.

“Podrían haber valorado las detenciones previas por hechos similares”, lamenta el abogado de la víctima, Alex Zaragüeta, sobre el hecho de que en ningún caso se contempla el agravante de reincidencia porque las agresiones sexuales se cometieron cuando era menor. Desde 2013, Guillermo P. ha ingresado en diferentes centros de menores y de adultos. La sentencia además supone una rebaja de pena. El tribunal recuerda que “el marco penal actual es más beneficioso que el que regía en el momento de los hechos” (de 6 a 12 años ha pasado de 4 a 12 años, debido a la necesidad de una gradación de las penas para “evitar sanciones desproporcionadas y excesivas a las conductas menos graves”). Por todo ello, dado que Guillermo P. carece de antecedentes penales como mayor de edad, se considera que la pena proporcional es de cinco años ya que usó la violencia y se “aprovechó de la situación de indefensión” de la víctima. La Fiscalía y la acusación particular solicitaban nueve años de cárcel.

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