Eres una cronodelincuente: es posible explotar otra manera de vivir el tiempo

Raquel Friera y Xavier Bassas son los creadores del Instituto del Tiempo Suspendido: combaten el expolio que nos están haciendo del tiempo

En la imagen Raquel Friera y Xavier Bassas, creadores del instituto del Tiempo Suspendido. Foto: Massimiliano MinocriMASSIMILIANO MINOCRI

No me da la vida. No llego. Esas son frases que repetimos en demasiadas ocasiones. Lo pienso mientras miro el teléfono móvil parada con la moto en un semáforo. O cuando abro los mensajes y me asusta el claxon del coche de detrás avisando de que está verde. La cita es en una tienda de relojes del Eixample. Los protagonistas, una artista y un filósofo. El tema de la conversación: el tiempo.

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No me da la vida. No llego. Esas son frases que repetimos en demasiadas ocasiones. Lo pienso mientras miro el teléfono móvil parada con la moto en un semáforo. O cuando abro los mensajes y me asusta el claxon del coche de detrás avisando de que está verde. La cita es en una tienda de relojes del Eixample. Los protagonistas, una artista y un filósofo. El tema de la conversación: el tiempo.

Raquel Friera y Xavier Bassas son los creadores del Instituto del Tiempo Suspendido y activistas del tiempo. Llegan puntuales. Ella lleva un reloj antiguo de muñeca. Lo ha recuperado para dejar de mirar el móvil. Él lleva un reloj de bolsillo. Van de oscuro para transmitir el mensaje: esto es algo trascendente. Pero, exactamente, ¿a qué se dedican?, ¿por qué el tiempo?, ¿llevamos demasiado tiempo sin tiempo? “El Instituto es muy interdisciplinar y tiene una voluntad activista en el sentido de combatir este expolio que nos están haciendo del tiempo. Cada vez es un tema más alarmante. Nosotros somos los impulsores, pero hay un montón de cómplices que nos han apoyado. Tiene una sede virtual y luego despliega sedes físicas donde nos acogen, la última en la Capella del ICUB”, explica Raquel. El instituto busca, entre otras cosas, reapropiarse del tiempo robado por el neoliberalismo y “saber que, tal y como vivimos, el tiempo hoy es deudor de un régimen temporal, no es natural, podría ser otro”.

Ella no toma nada. Él pide agua con gas. Al segundo cortado de la periodista, Xavi comenta irónico: “Si no repartieran café en Occidente, la sociedad colapsaría. Es lo que aguanta el ritmo, una droga ligera”. Se pone serio: “Lo más importante es que cada sociedad, para que funcione, debe tener un régimen temporal, es decir, entender, pensar y vivir el tiempo de una manera. La sociedad moderna neoliberal vive bajo su propio régimen. Ese régimen siempre está asociado al poder. La manera como pensamos y vivimos el tiempo no es natural, ni hoy ni en épocas pasadas, no existe una manera natural de vivir el tiempo: siempre depende de un régimen temporal impuesto”. Xavi explica cómo es nuestro tiempo hoy: es útil y debe producir en términos de poder, es decir, usas tu tiempo para tener más prestigio y más poder. Es un tiempo acelerado, si puedes hacer lo mismo en menos tiempo, mejor. Además, está cuantificado, sometido a unas leyes numéricas. “En invierno, en verano, aquí, en París, es el mismo tiempo”, lamenta el filósofo. “Y es aparentemente neutro desde el punto ideológico, cuando no lo es”.

Raquel lo tiene claro: es necesario instaurar una asignatura en ESO que hable del tiempo. Su experiencia con adolescentes le dejó claro la angustia que sufren ante esta presión. “Tendría que ser un tema prioritario en una edad que les configura. Ahora descansas para volver a ser productiva, eso no es realmente ni descansar ni suspender el tiempo”. Menos matemáticas y más tiempo. Raquel es magnética. Una artista de extenso currículum que antes de Bellas Artes estudió Administración de Empresas en ESADE. Una creadora que tras pasar por el departamento de marketing de una multinacional, detestó las cuentas de resultados y optó por el arte. Y el tiempo, o su falta de él, a quien más penaliza es a la mujer, quien más sufre ese empobrecimiento. “En las mujeres recae la mayoría del trabajo de los cuidados, que no tiene remuneración ni crea derechos”.

Entramos en la relojería Rafael de la Torre. Nos sirve de plató para la foto. Pero, de paso, entramos en la máquina del tiempo. Las paredes, cubiertas de relojes de cuco, relojes isabelinos, relojes de otra época. Suena el cuco de forma contundente. La gente sigue llevando a la tienda su reloj de pulsera, comenta uno de los propietarios. Aquí los siguen arreglando, desde 1979. La periodista parece no haber entendido nada. Se impacienta. ¿Cuál es la solución?, insiste. “Ponlo, ponlo”, remarca Xavi: “La entrevistadora estaba como muy estresada por saber el desenlace. No tiene ninguna paciencia. En el instituto también jugamos con la distensión”.

¿Nos podemos llevar mejor con el tiempo? Eso queda claro. No se trata ni de perderlo ni de disfrutarlo. Significa suspender la naturalidad del tiempo. Significa suspender la hora occidental, el tiempo neoliberal, el que es productivista, neutro, lineal. Por fin Xavi pronuncia la palabra mágica. La respuesta es la cronodiversidad. “Existe una normatividad temporal: a nivel de vida estás sometido, naces, te formas, quieres conseguir trabajo, tienes una pareja, tienes unos hijos, subes en el escalafón salarial, vas creando tu herencia salarial, actualmente intentas morir sin haber envejecido, y luego dejas una herencia a tus hijos y mueres rodeado afectuosamente de los tuyos. Todo tiene fechas”. La cronodiversidad es posible. “Nacemos con ello. Los niños no entienden ni viven, por ejemplo, en nuestro régimen temporal: van a su ritmo, son ejemplos vivos —a veces insoportables para nuestra prisa— de la idiorritmia: a cada cual, su ritmo. Como decía Foucault, la escuela es una preparación para la fábrica. Pero en cada cosa, siempre, pueden haber otros tiempos: en la relación con tu pareja, en la forma que te tomas un café… es posible explotar otra manera de vivir el tiempo que no sea la que está establecida. Esta entrevista también debería dilatarse, cada vez que nos veamos. No acabas la crónica y fuera. No puede ser eso. Te tiene que afectar”. Xavi dice que soy una cronodelicuente. Además, de manual. Todos lo somos de alguna manera. Le digo que lo suspendemos. En otro momento. En otro tiempo. Seguiremos sin duda con la crónica.

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