FUM FUM FUM
Se podría decir que los parlamentarios estaban ya en modo navideño, pensando en los villancicos y haciéndose la foto para el calendario que regalarán a la abuela
Salvador Illa termina su parlamento y los diputados del PSC aplauden. ¿Pero qué aplauden? El líder socialista ha hecho una intervención sin ninguna idea nueva, un simple repaso al año que termina, trufado de las ideas habituales sobre la política seria y el respeto institucional. Nada sobre los presupuestos para 2023,...
Salvador Illa termina su parlamento y los diputados del PSC aplauden. ¿Pero qué aplauden? El líder socialista ha hecho una intervención sin ninguna idea nueva, un simple repaso al año que termina, trufado de las ideas habituales sobre la política seria y el respeto institucional. Nada sobre los presupuestos para 2023, pendientes por falta de apoyos y que, supuestamente, su partido está negociando con el Govern. Da igual: el aplauso de los fieles figura en la hoja de instrucciones del parlamentario aplicado. Se cumple a rajatabla: este miércoles, el president Pere Aragonès ha sido aplaudido por los suyos después de haber respondido un escueto “no” a una pregunta de Carlos Carrizosa (C’s). Portavoz que, a su vez, ha recibido las palmas de los correspondientes compañeros de grupo.
El aplausómetro del hemiciclo ha sido el mismo que en cualquier sesión de control, a pesar de que, en esta última del año, los líderes se han limitado a hacer un remedo de sus temas clásicos, nada que sus señorías no hubieran oído otras veces: ataques al independentismo desde C’s y visión catastrófica de Cataluña desde el PP o Vox; en las intervenciones de la CUP o Junts per Cat, quejas contra ERC por dialogar con el Gobierno central; desde Esquerra, en cambio, elogio de la propia estrategia pactista; y en el caso de los comunes, otro autobombo: el acuerdo de presupuestos con el Govern, con llamamiento implícito al PSC para que se sume ya. El president, por su parte, repitió la petición al resto de independentistas para que unan fuerzas, algo en lo que, también, lleva insistiendo varios meses, sin que nada pase de las palabras a los hechos. Se podría decir que los parlamentarios estaban ya en modo navideño, pensando en los villancicos -fum, fum, fum- y haciéndose la foto para el calendario que regalarán a la abuela: mira, yaya, así hemos sido en el 2022.
Cierto es que la gravedad de la crisis institucional española ha impuesto su protagonismo también en el Parlament, ensombreciendo cualquier otro asunto. Tanto es así que, tal vez, la principal aportación política de la mañana ha sido la confirmación por parte de Pere Aragonès de su compromiso con la gobernabilidad de España y el apoyo a Pedro Sánchez: “No vamos a mirar hacia otro lado” ante el desafío de los jueces al poder legislativo. Esta declaración complementaba la que, apenas una hora antes, había hecho Gabriel Rufián en el Congreso de los Diputados, cuando dirigiéndose a Pedro Sánchez aseguró: “No vamos a dejarles tirados.”
No es la primera vez en esta legislatura que el Parlament de Catalunya sirve sobre todo de caja de resonancia de lo que ocurre en Madrid. Es un efecto lógico del descenso del soufflé procesista combinado con la hipertensión de un Congreso en el que la minoría -PP, Vox y Ciudadanos- ha digerido fatal el acuerdo de la izquierda y se ha encomendado a una estrategia de acoso y derribo a costa de lo que sea, incluso del edificio constitucional.
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