Se acabó cruzar Consell de Cent en línea recta: cómo cambiar el tráfico de una calle pone a prueba el modelo urbano de Barcelona

El Ayuntamiento que dirige Ada Colau aplica el primer gran cambio en el tráfico de la Superilla del Eixample, donde los coches no pueden circular más de 100 metros seguidos

Momento en el que varios operarios ponen vallas para indicar que la calle de Consell de Cent, a la altura de Pau Claris, en Barcelona, ya no se puede cruzar en línea recta y es obligatorio girar en cada esquina.Gianluca Battista

Este viernes pasará a la historia de Barcelona como el día en que la calle de Consell de Cent dejó de ser una línea recta. La primera gran arteria del distrito del Eixample donde se aplica una severa restricción de tráfico y se remodela para hacerla más verde y sin asfalto, ya no se puede cruzar de punta a punta. Para conseguir que tenga el mínimo de tráfico impres...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Este viernes pasará a la historia de Barcelona como el día en que la calle de Consell de Cent dejó de ser una línea recta. La primera gran arteria del distrito del Eixample donde se aplica una severa restricción de tráfico y se remodela para hacerla más verde y sin asfalto, ya no se puede cruzar de punta a punta. Para conseguir que tenga el mínimo de tráfico imprescindible de vecinos y repartidores, no se puede circular recto: se obliga a girar en cada esquina. Si toca calle dirección al mar, hacia abajo; si toca cruce con calle dirección montaña, lo mismo.

Pero, para evitar un lío mayor, el gobierno de la alcaldesa Ada Colau ha dado orden a los técnicos de dejar pasar el frenesí de la hora punta para aplicar este cambio en la movilidad y el modelo urbano en el primero de los ejes de la llamada Superilla Eixample. Un plan a una década vista que prevé convertir en un “eje verde” una de cada tres calles del distrito central. “Donde el coche sea el invitado”, sintetizó la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, cuando se presentó el proyecto en verano de 2021.

Las calles de Consell de Cent, Borrell y Girona de Barcelona, en la Superilla del Eixample, donde desde este viernes 18 de noviembre ya no se puede circular en línea recta.

Pasadas las 9.30 y con la calma, un ejército de empleados sin chaleco o con chaleco (pero que no son los propios de la obra) ha retirado los plásticos de los carteles que hay en cada cruce de la calle y que indican que a partir de ahora no se puede seguir recto y hay que girar. Si se mira el plano, recuerda a la pantalla del videojuego comecocos. Además de Consell de Cent, el nuevo sistema afecta a tres calles perpendiculares: Rocafort, Borrell y Girona. En las intersecciones se crearán plazas.

Imagen virtual de cómo será una de las nuevas calles, "ejes verdes" del proyecto Superilla Barcelona: sin asfalto, más verde y con el tráfico imprescindible para vecinos, repartidores y servicios.

Desde este jueves hay informadores aguantando pacientes el chaparrón de los conductores de turismos, furgonetas y taxis; empleados de Bimsa (la empresa municipal de obras) con cara de susto y reconociendo que los carteles “no se entienden”; agentes de la Guardia Urbana; y walkie talkies desde donde alguien suelta improperios... “Esto es una obra política, de las que hay que acabar a toda leche antes de las elecciones, solo recuerdo una histeria igual cuando hicimos la Diagonal de [el alcalde Xavier] Trias en 2015″, resume la situación un trabajador con el casco y las botas de trabajo puestos.

Un informador en la Calle Consell de Cent, esta mañana a primera hora.Gianluca Battista

La tardanza del corte este viernes entrada la mañana, el hecho de que Consell de Cent lleve años perdiendo tráfico (primero carril bici, luego urbanismo táctico, ahora las obras) no ha comportado un gran follón ni quejas, más allá de las individuales entre las ventanillas de cada vehículo. Si uno lee los labios detrás del parabrisas, la frase del día de los conductores al girar es: “Me caguen la p****”. De 16.000 coches antes de todas las intervenciones se ha pasado a la mitad.

“A ver, ¿dónde coño quieren que pare?”, grita un repartidor que esquiva las vallas de plástico que los técnicos han puesto en la esquina con Pau Claris. “Así no se puede trabajar”, espeta dentro de una furgoneta un lampista que trabaja para una conocida marca de calderas. “Ya van tres haciendo la pirula”, reconoce un agente de la Guardia Urbana que da la vuelta y camina en dirección contraria al tráfico. Los más enfadados, taxistas y repartidores. “La gente de fuera de Barcelona se ríe de que esta medida en concreto y comenta que toda la ciudad está patas arriba”, asegura un informador. “Ochenta llevamos, una locura, dímelo a mi”, lamenta un empleado de Bimsa.

La Superilla ha provocado fricciones en el gobierno de coalición que comparten los comunes de Ada Colau y los socialistas de Jaume Collboni. Los primeros primeros defienden la necesidad de sacar coches del Eixample (cruzado cada día por 300.000 vehículos) por una cuestión de salud pública y argumentan que los vehículos a motor van a poder llegar a todas partes, pero ya no serán el modo de transporte más rápido. El PSC, por su parte, cuestiona que se pueda ejecutar el plan completo, que prevé replicar Consell de Cent en una de cada tres calles horizontales y verticales del distrito: un total de 21.

Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal

Sobre la firma

Más información

Archivado En