La destitución del ‘número dos’ de Aragonès cierra en falso la crisis entre ERC y Junts

El partido de Laura Borràs califica de “error histórico” el cese del vicepresidente Jordi Puigneró y decidirá este jueves su continuidad en el Gobierno catalán

El 'president' Pere Aragonès, durante su comparecencia en el Palau de la Generalitat, este miércoles.Foto: ALBERT GARCIA | Vídeo: EFE
Barcelona -

Junts per Catalunya no ha recibido con indiferencia la decisión del president Pere Aragonès, de destituir a su número dos, Jordi Puigneró, como salida ante la crisis que enfrenta a los dos socios del Gobierno catalán. Después de que el republicano, en la noche del miércoles, comunicara que apartaba del cargo de vicepresidente al principal representante de Junts en el Ejecutivo autónomo por una “pérdida...

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Junts per Catalunya no ha recibido con indiferencia la decisión del president Pere Aragonès, de destituir a su número dos, Jordi Puigneró, como salida ante la crisis que enfrenta a los dos socios del Gobierno catalán. Después de que el republicano, en la noche del miércoles, comunicara que apartaba del cargo de vicepresidente al principal representante de Junts en el Ejecutivo autónomo por una “pérdida de confianza,” la formación que lidera Laura Borràs ha respondido con un duro comunicado en que califica lo ocurrido de “error histórico”. Junts también se reserva tomar una decisión sobre la continuidad de la coalición en una reunión de la ejecutiva que celebrará este jueves por la mañana en su sede en Barcelona. El pasado martes, la formación había invitado a Aragonès a someterse a una cuestión de confianza en el Parlamento por considerar que no se han producido avances en el programa independentista del Gobierno catalán.

Junts considera que la decisión del jefe del Ejecutivo catalán no solo vulnera el acuerdo que permitió formar gobierno hace un año y medio, sino que es un “error histórico que pone en peligro la continuidad del proyecto independentista” y “defrauda el mandato electoral del 14-F”, en el sentido de que ambos partidos se veían obligados a pactar pese a sus diferencias si querían que hubiera un Ejecutivo a favor de la secesión.

Aunque se ha evitado tomar una decisión radical en caliente, el comunicado de la formación de Borràs advierte de que la ejecutiva de este jueves “tomará las decisiones que correspondan”, pensando no solo en el bienestar de los catalanes, sino también en “el objetivo de conseguir la independencia”. En Junts todavía duelen otras decisiones tomadas en los últimos meses por Aragonès y su partido, ERC, que les han perjudicado. En julio, los republicanos votaron a favor de suspender a Borràs como presidenta del Parlament. Y el año pasado decidieron que Junts no participase en la mesa de diálogo si no nombraba como representantes en ese foro a miembros del Govern.

Aragonès, momentos antes de su comparecencia. Albert Garcia

“Se ha acabado”, aseguró al filo de la medianoche del miércoles un alto cargo del partido, augurando así que de la ejecutiva de este jueves muy posiblemente salga, como mínimo, la decisión de dejar el futuro de la coalición en manos de las bases a través de una consulta. Esta votación está pendiente desde hace meses, ya que Borràs prometió que se llevaría a cabo y el congreso de Junts la avaló en junio.

Aragonès le mostró la puerta de salida al número dos del Ejecutivo catalán después de una larga jornada de reuniones en el Palau de la Generalitat, primero con sus asesores, después con todos sus consejeros y posteriormente con el secretario general de Junts, Jordi Turull, y el propio Puigneró. Pese a que la presidenta de Junts se presentó en la sede del Gobierno, en la plaza de Sant Jaume, no se llegó a reunir con Aragonès. Se enteró del avance de las negociaciones en los recesos que hacían Turull y el president.

En el comunicado, de tono muy agrio, la formación que capitanean Borràs y Turull respalda la gestión hecha por Puigneró, que también ostentaba hasta el martes las competencias en Territorio, Transportes y Agenda Digital del Ejecutivo catalán. El texto afirma que su trabajo ha sido en todo momento “impecable, leal y solvente”. El vicepresidente estaba al frente de una megaconsejería de la que dependían dos de los mayores puntos de negociación con el Gobierno central: el traspaso de Cercanías y la ampliación del Aeropuerto de El Prat. En este último punto, Puigneró y Aragonès tuvieron un desacuerdo y se perdió el dinero que Aena ofrecía para ejecutar las obras de mejora en el aeródromo.

Puigneró ha terminado siendo cabeza de turco ante lo que Esquerra considera una traición grave a la coalición del gobierno. Aunque hay versiones contradictorias, varios consejeros de Junts sabían de la intención de su jefe de filas en el Parlament, Albert Batet, de lanzarle al president el órdago de la moción de confianza. Para evitarla se exigía que hubiera “avances” en un espacio de coordinación del independentismo, la coordinación de la actividad en el Congreso de los Diputados de ambas formaciones y que en la mesa de diálogo con el Gobierno se hablase exclusivamente de autodeterminación. La propuesta había caído como un jarro de agua fría en las filas republicanas, y molestó especialmente a Aragonès. El cese del número dos se explica, dicen voces del entorno del president, porque había sido con él con quien se habían compartido los detalles sobre las intervenciones en el debate de política general.

“El cese del vicepresidente es un paso que me duele, pero del todo necesario para fortalecer al Govern”, ha argumentado Aragonès en su solemne comparecencia en la Galería Gótica del Palau, desde donde también ha invitado a la cúpula de Junts a buscar como reemplazo un perfil que ayude a “rehacer confianzas que en estos momentos están en cuestión”. Eso sí, ha dejado claro que mantiene el apoyo a los seis consejeros de Junts que, de momento, se mantienen. “La lealtad que importa es la lealtad a Cataluña”, tuiteó desde Bruselas el padre de Junts, el eurodiputado y expresident Carles Puigdemont.

Aragonès ha afirmado que daba por respondidas a Junts sus dudas sobre los tres puntos del acuerdo de gobierno que generaban el roce, pero no ha aclarado si sus socios retiraban su petición de que se sometiera a la moción de confianza. Los de Laura Borràs, por otro lado, se habían comprometido a que fuera la militancia la que se posicionara sobre la permanencia o no en el Ejecutivo catalán, con lo cual la decisión final aún puede implicar algunos días más de agonía para los republicanos.

Pere Aragonès, durante su comparecencia el miércoles. Albert Garcia

El Govern logra así salvar los muebles un día más, aunque su credibilidad está más que puesta en cuestión. La pregunta ahora es si la coalición podría resistir, por ejemplo, la tensión de unas elecciones municipales donde ambos miembros pugnan por la hegemonía independentista en los ayuntamientos. Sin embargo, lo más grave es que, por primera vez, se ha roto el tabú sobre un divorcio real en el Ejecutivo, una opción que ya ha dejado de asustar a las cúpulas de los partidos y que a Esquerra le había costado llegar a poner explícitamente encima de la mesa.

En ese debate, después de que Batet propusiera la moción de confianza, Aragonès utilizó la réplica para responder al órdago de Junts. Allí aseguró que no entraría “en ningún juego” que supusiera generar inestabilidad en la figura del Ejecutivo. “Si alguno ha de tomar decisiones, que las tome”, insistió en referencia a los de Borràs, y recordó que esa decisión “hace semanas” que se tenía que haber tomado.

La maniobra de los socios de ERC de pedir la moción de confianza (un instrumento que ha de pedir el propio president, distinto a la moción de censura, que sí puede ser forzada por grupos parlamentarios) traslada de nuevo a Aragonès la presión sobre la responsabilidad del futuro del Govern. En las filas republicanas se achacaba todo, desde hace un mes, a la indecisión en el seno de Junts sobre si se tenía que continuar o no con la coalición. Lanzar la propuesta de la moción de confianza devolvía la presión a Esquerra, y Aragonès ha optado por una muestra de autoridad que, de momento, parece que su socio no está dispuesta a aceptar.

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