“C’est le ton qui fait la chanson”

Es el tono, el respeto, la expresión ponderada lo que marca la pauta del Cercle d’Economia y sus debates

Clausura de las jornadas del Cercle d'Economia en Barcelona.David Zorrakino (Europa Press)

Barcelona y Cataluña disponen de un pequeño gran tesoro: el Cercle d’Economia. Es un foro de intercambio, de representación de un buen segmento del mundo económico (sabios, economistas, empresarios) hacia dentro y hacia fuera, de debate intelectual, político, sociológico. Se sabía.

Lo que subrayan las últimas ediciones de su reunión anual (las antiguas Costa Brava o Sitges, que ahora se celebran en la Barceloneta) es su función de colchón de tensiones, de absorbente de litigios, dilemas, contradicciones. Propia ...

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Barcelona y Cataluña disponen de un pequeño gran tesoro: el Cercle d’Economia. Es un foro de intercambio, de representación de un buen segmento del mundo económico (sabios, economistas, empresarios) hacia dentro y hacia fuera, de debate intelectual, político, sociológico. Se sabía.

Lo que subrayan las últimas ediciones de su reunión anual (las antiguas Costa Brava o Sitges, que ahora se celebran en la Barceloneta) es su función de colchón de tensiones, de absorbente de litigios, dilemas, contradicciones. Propia de una entidad que siempre buscó consenso, cohesión, a semejanza de su idea inspiradora: el europeísmo. Y en un tono respetuoso.

Así, en el pasado más pretérito —primeros años sesenta—, el añorado Pere Duran Farell anunció en este foro que, como empresario de la mítica compañía La Maquinista (Terrestre y Marítima), él negociaba con las clandestinas Comisiones Obreras, un sacrilegio en plena dictadura.

Más tarde fue resonante el debate entre Carlos Ferrer Salat y un joven temperamental, Pepe Borrell, que llamó “hechicero de la tribu”... a quien fundó esa casa y la patronal CEOE. Dureza, pero digerible y digerida. O las intervenciones de condotieros como Carlo de Benedetti. O las florituras del anterior presidente Antón Costas, lidiando con su paisano —de origen— Mariano Rajoy en el áspero ardor del procés.

El Círculo sirvió así de cauce de expresión de nuevas ideas y representación de sus portadores. Y de encauzamiento de fricciones, simplemente por someterlas a la prueba definitiva del aire libre.

En la jornada que concluyó ayer y en la del año pasado, ha contribuido particularmente a la fabricación de una nueva normalidad. Bajo la presidencia de Javier Faus —iniciada con algún tropiezo y culminada sólidamente— la entidad lideró desde la sociedad civil organizada, y para nada de inspiración indepe, el apoyo a los indultos para los dirigentes del procés condenados.

Esa medida del Gobierno de Pedro Sánchez que en plazo meteórico ha rebajado la tensión interna entre los catalanes, el enfrentamiento de buena parte de ellos con España; y ha fraguado el retorno al diálogo político que nunca debió ausentarse.

El premio europeo instaurado por esta casa empezó bien en 2021: condecorando a Mario Draghi. Y sigue muy dignamente con la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. En torno a la cual departieron Sánchez y Pere Aragonès, en unas circunstancias políticas más que arduas.

Es el tono, el respeto, la expresión ponderada lo que marca la pauta de esta entidad y sus debates. O como dicen los franceses, c’est le ton qui fait la chanson. Todos los líderes triunfaron —aunque el aplausómetro se encariñó particularmente con Von der Leyen. Sánchez repitió vuelta al ruedo (el único interrumpido con palmas) y Núñez Feijóo cosechó grandes alivios, por su tono nada agresivo, elegante. Hablaron de economía, de política económica y de política. Cada ideario encontró apoyos. El más común y estentóreo fue al hilo conductor cortés. Que no quita lo valiente.

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