Opinión

Quien tuvo, retuvo

La rehabilitación oficial de Pujol fue un reconocimiento a su nivel intelectual que tan bien supo canalizar a beneficio propio aunque hiciera creer que era para Cataluña

Los expresidentes Jordi Pujol (d) y Carles Puigdemont (i) durante una charla sobre Europa organizada por la Generalitat, el pasado lunes.Marta Pérez (EFE)

En una de sus múltiples trifulcas, Winston Churchill le espetó a Charles De Gaulle: “¿Lo que usted pretende es una insensatez. Usted se cree Francia”. Sin inmutarse, el general miró fijamente al primer ministro del Reino Unido y le contestó: “Y, si yo no soy Francia, ¿por qué discute usted conmigo?”. Pasados este y otros controvertidos episodios entre los dos grandes aliados contra Hitler, el líder de la Francia libre acabó sincerándose con el colega inglés. Estaba convencido de que le comprendía a pesar del whisky que le devoraba el sentido moral. Y le confió: “Creo haber comprendido la razón...

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En una de sus múltiples trifulcas, Winston Churchill le espetó a Charles De Gaulle: “¿Lo que usted pretende es una insensatez. Usted se cree Francia”. Sin inmutarse, el general miró fijamente al primer ministro del Reino Unido y le contestó: “Y, si yo no soy Francia, ¿por qué discute usted conmigo?”. Pasados este y otros controvertidos episodios entre los dos grandes aliados contra Hitler, el líder de la Francia libre acabó sincerándose con el colega inglés. Estaba convencido de que le comprendía a pesar del whisky que le devoraba el sentido moral. Y le confió: “Creo haber comprendido la razón por la que nos enfrentamos tan a menudo. Se debe a un rasgo de su carácter que le empuja a enfurecerse cuando está equivocado, y a un rasgo del mío que me lleva a enfurecerme cuando tengo razón”. (El ingenio de Charles De Gaulle, Plataforma Editorial).

Es lógico que con semejantes credenciales, uno de los seguidores y lectores de ambos referentes fuera Jordi Pujol. Un carácter fuerte se siente atraído por otros de semejantes. Y especialmente si aquellos fueron considerados prohombres de la historia del siglo XX por haber sido los artífices de la resistencia y la derrota del nazismo. Por otra parte, si uno se sentía Francia y el otro encarnaba Inglaterra, ¿cómo no iba a admirarlos quien les emuló durante los más de veinte años que gobernó convencido de que Cataluña era él?

Con estos antecedentes, tampoco sorprende que el hasta ahora president proscrito aceptara participar en un acto sobre Europa organizado por la Generalitat. El primero al que se le invitaba oficialmente como actor y no como mero asistente. Y fue así como se inició su rehabilitación oficial y pública: compartiendo reflexiones con sus sucesores en el cargo acerca de una idea, un proyecto, una realidad. Y un desasosiego que le ha interesado desde los dieciséis años, cuando leyó la pasión con la que Churchill defendía la idea de la unión de todos los países europeos, excepto Inglaterra, y De Gaulle le correspondía advirtiendo que no se construiría Europa sin asociar a sus pueblos, excepto al inglés.

Solo empezar su turno, el Pujol que se disculpó por haber olvidado los papeles demostró que no los había perdido. No encontrarlos no supuso ni quedarse en blanco ni siquiera ignorar a lo que iba y de lo que hablaría ampliamente. Al contrario. A sus 91 años, su exhibición de memoria, aunque repetitiva con anteriores, lejanas y similares disquisiciones, se convirtió en el reconocimiento del nivel intelectual que siempre tuvo y que tan bien supo canalizar a beneficio propio aunque hiciera creer que era para Cataluña. Fue esta simbiosis la que le convirtió en olvidadizo de asuntos familiares. Por menores o irrelevantes a ojos del ungido. Hasta el día que se convirtieron en definitivos. Entonces empezó su particular expiación. Ahora, a la espera de juicio, el creyente se siente liberado. Y busca su reparación pensando: Ara, ja toca!

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