Barcelona estudia usos para cuatro grandes espacios subterráneos de la plaza de las Glòries
El más de pequeño de los “agujeros” vacíos que han dejado las obras del túnel se proyecta como un aparcamiento de bicicletas
Las obras del túnel de Glòries de Barcelona han dejado libres cuatro grandes espacios diáfanos bajo tierra. Miden entre 800 y 1.700 metros cuadrados. Están ubicados debajo de la plaza, siguiendo el trazado de Gran Vía: entre las galerías por donde ahora circula el tráfico y la superficie. Entre los cuatro agujeros pasan también los túneles de metro y tren. Dentro, a lado y lado de cada sala, se ven las pantallas de hormigón de las que tanto han hablado estos años los...
Las obras del túnel de Glòries de Barcelona han dejado libres cuatro grandes espacios diáfanos bajo tierra. Miden entre 800 y 1.700 metros cuadrados. Están ubicados debajo de la plaza, siguiendo el trazado de Gran Vía: entre las galerías por donde ahora circula el tráfico y la superficie. Entre los cuatro agujeros pasan también los túneles de metro y tren. Dentro, a lado y lado de cada sala, se ven las pantallas de hormigón de las que tanto han hablado estos años los técnicos al explicar la evolución de la obra. Estos enormes muros perimetrales bajan hasta más de 25 metros para proteger las dos galerías (de entrada y salida del tráfico) del agua del freático. Y en mitad del espacio hay otras pantallas, pero más pequeñas y sin pulir. Iluminado por un foco, el juego de sombras que se da en el espacio que pudo visitar este diario es impresionante.
El Consistorio estudia ahora a qué destina esos espacios. La idea, explica el arquitecto jefe, Xavi Matilla, es “definir usos que puedan complementar el espacio de Glòries”. Fuentes municipales destacan que “son superficies brutas”, sin acabados. Tal cual quedaron cuando se taparon al acabar las obras. En alguna hay instalaciones, o para llegar hasta el agujero es necesario pasar por salas técnicas vinculadas al funcionamiento del túnel. Otras tienen un acceso fácil a la plaza, mediante una rampa y algún tramo de escaleras.
Solo uno de los cuatro espacios tiene un uso perfilado, aunque tampoco definitivo. El más pequeño, de 800 metros cuadrados: hay cierto consenso para convertirlo en un gran aparcamiento de bicicletas. Estaría cerca de la futura estación intermodal de tranvía, metro y buses. Para el resto de los agujeros no hay plan definido. Tampoco hay prisa. Con el retraso que llevan los equipamientos y la vivienda comprometidos, los vecinos no entenderían que se abriera otro melón antes de terminar lo que ya está previsto.
Con todo, el Consistorio, y con la idea de no destinarlos solo a almacenes o espacios vacíos, encargó un estudio previo al despacho Flexo Arquitectura, de los arquitectos Tomeu Ramis y Aixa del Rey. Hace meses que lo entregaron y la propuesta, explica Ramis, es acondicionar los espacios y sus accesos, “pero sin vincularlos a un uso concreto, hacerlo sería un error”. “Lo que propusimos es generar unas condiciones que permitan usarlos por distintos programas o actores”, precisa.
Una torre y una gruta
El estudio partía de cinco estrategias. Una, vincular los “agujeros” al parque de la Canòpia. Dos, mantener y dar valor a la idiosincrasia de los vacíos (la grandeza del vacío y su textura en bruto). Tres, que cualquiera de ellos pueda tener interés para distintos usos. Cuatro, dar “un relato común” a los espacios, recuperando el imaginario de los parques urbanos del siglo XIX, donde hay un invernadero, un umbráculo y una gruta (la Ciutadella, por ejemplo, los tiene, aunque de la gruta solo quedan restos y está cerrada, detrás de la cascada). Y cinco, dotar cada uno de ellos de singularidad.
Además, los arquitectos proponen la construcción de una torre mirador entre tres de los vacíos, justo donde se encuentran la Meridiana y la Diagonal, allí donde Ildefons Cerdà imaginó el centro de la ciudad. “Una torre que permitiría aprovechar y apreciar la singularidad de la ubicación y la relación del parque con la ciudad”, señala Ramis. A la gruta se accedería por una pasarela elíptica, el invernadero tendría una estructura transparente de cristal (de noche funcionaría como lámpara), y el umbráculo tendría una piel de chapa perforada. Y al estar cada espacio dividido por pantallas de hormigón, la propuesta es destinar una mitad a la vegetación y otra para usos múltiples.
Probablemente el uso de estos espacios, salvo el más pequeño si finalmente se convierte en un aparcamiento para bicis, vaya para largo. Cuando se decida su destino, además, habrá que tener en cuenta cuestiones técnicas, como el peso que es necesario que la superficie de la plaza ejerza sobre todo el conjunto, porque los túneles están por debajo del nivel freático donde llega el agua subterránea.