Solo los callejones hablan en la Barcelona del toque de queda

La capital catalana estrena restricciones que la devuelven, de noche, a calles silenciosas y actuaciones “pedagógicas” de la Guardia Urbana

La Rambla de Barcelona, durante la primera noche del nuevo toque de queda ordenado por el Govern.Albert Garcia (EL PAÍS)

Las voces frente a la catedral de Barcelona nunca se escucharon tanto. Las feria navideña de Santa Lucía, que acaba de cerrar su 235ª edición, está siendo desmontada. Poco antes de medianoche, y a menos de una hora para que entre en vigor el nuevo toque de queda en la capital, la Avenida de la Catedral resiste el ritmo de vida de la Barcelona nocturna: operarios que conversan entre risas mientras desmantelan los puestos, paseantes que caminan apurados, la maleta de algún turista que se arrastra mi...

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Las voces frente a la catedral de Barcelona nunca se escucharon tanto. Las feria navideña de Santa Lucía, que acaba de cerrar su 235ª edición, está siendo desmontada. Poco antes de medianoche, y a menos de una hora para que entre en vigor el nuevo toque de queda en la capital, la Avenida de la Catedral resiste el ritmo de vida de la Barcelona nocturna: operarios que conversan entre risas mientras desmantelan los puestos, paseantes que caminan apurados, la maleta de algún turista que se arrastra mientras busca una dirección en la Via Laietana.

Media hora antes, en el casco antiguo de Sarrià, Jordi cuida la puerta del bar Sotavent, como casi siempre, desde hace ocho años. “No nos esperábamos que volviera otra vez”, afirma sobre el toque de queda y las nuevas restricciones decretadas por el Govern ante el repunte de contagios de covid en Cataluña. El bar donde trabaja Jordi tiene un aforo reducido del 50% y ahora solo pueden entrar 70 personas. “Entiendo que es difícil”, mantiene, y recuerda que también ha perdido un familiar por la pandemia. Pero matiza: “Creo que deberíamos aguantar [la apertura del ocio nocturno], aunque sea al 50%. Nosotros aún podemos tirar, porque somos bar, pero no sé cómo van a aguantar las discotecas”. A su lado, una joven fuma lo que le quedaba del último cigarro.

Las nuevas restricciones también han golpeado a salas como Razzmatazz, Apolo y Luz de Gas, que cancelaron este jueves toda su actividad programada —conciertos, eventos y sesiones de club— a partir de la madrugada de este viernes y durante 15 días. Razzmatazz expresó su “rechazo hacia unas medidas que vuelven a castigar a la cultura estigmatizando una vez más” al sector, que, asegura, “tiene un grado de incidencia bajo en la pandemia”. Según la Associació de Sales de Concerts de Catalunya (Asacc), las limitaciones de las actividades desincentivan la vacunación y fomentan las “fiestas ilegales” y los botellones.

Cuando se aproxima la medianoche, los trenes de camino al centro están medio vacíos. Algunos duermen, otros conversan. En una esquina del vagón se puede ver a alguien concentrado en el móvil, junto a una botella de ron a medio tomar y una cajetilla entreabierta. Desde la puerta de la estación de Jaume I, en Via Laietana, adentrarse en el barrio del Born es penetrar en el ruido de unas calles vacías. “Va tía, baila”, se escucha a través de la ventana en un callejón del barrio, donde la fiesta se ha trasladado de nuevo a las casas. En el paseo del Born, un poco más animado pasada la medianoche, hay quienes toman cerveza en las sillas, y todavía se escucha la música de los bares que aguantan hasta el último minuto.

Los turistas resisten

La una de la madrugada abre una brecha en el paseo marítimo de la Barceloneta. En las zonas aledañas a las discotecas, casi todas cerradas, se concentran pequeños grupos de jóvenes que se resisten a abandonar la noche. Apenas un minuto después de entrar en vigor la hora señalada, agentes de la Guardia Urbana se acercan a los turistas, y entre otras cosas, les preguntan por la mascarilla. “Somos muy pedagógicos a esta hora de la noche”, afirma uno de los agentes; que agrega: “Hay muchos turistas que ni saben de qué va esto”. Uno de ellos, que finalmente marcha, explica mezclando inglés y castellano que no estaba al tanto de la situación.

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Jorge Guevara, de 64 años, ha sido taxista casi toda su vida. Primero en Argentina, de donde viene, y luego en Barcelona, donde vive desde hace cuatro años. Guevara sale con el taxi casi siempre de noche y madrugada, y ya le ha tocado trabajar bajo restricciones similares. “Siempre encuentras gente”, afirma, en alusión a las horas que siguen al toque de queda. Cerca de las dos de la madrugada, todavía se ven coches por el paseo de Gràcia y la avenida Diagonal. Algunas personas caminan entre calles. Solo en la Vía Augusta se empiezan a ver intervenciones. La Guardia Urbana retiene a un coche, luego a una moto. Más arriba, cerca de Tres Torres, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, dos policías intervienen a dos jóvenes que estaban sentados en un banco.

La noche se cierra, y algunas voces siguen llegando desde las ventanas, entre callejuelas. A las dos de la madrugada, sin embargo, las voces se congregan en la catedral, donde los operarios siguen desmontando los puestos del mercado de Navidad.

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