Billar a muchas bandas

La oferta de Aragonès ha pillado a contrapié a todos, incluso a la propia Jessica Albiach y a la portavoz de ERC Marta Vilalta

La líder de los comunes en el Parlament, Jéssica Albiach.David Zorrakino (Europa Press)

Justo en el momento en que el presidente Pere Aragonès acababa de ofrecer a Jessica Albiach (En Comú Podem) una reunión para explorar acuerdos en los presupuestos, las cámaras del Parlament han mostrado un plano general del hemiciclo: aplausos en los escaños de Esquerra, caras de póker en la CUP y en Junts per Catalunya. Y en un e...

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Justo en el momento en que el presidente Pere Aragonès acababa de ofrecer a Jessica Albiach (En Comú Podem) una reunión para explorar acuerdos en los presupuestos, las cámaras del Parlament han mostrado un plano general del hemiciclo: aplausos en los escaños de Esquerra, caras de póker en la CUP y en Junts per Catalunya. Y en un extremo de este grupo, el jefe de filas, Albert Batet, que parecía tomar notas en sus papeles.

La oferta de Aragonès ha pillado a contrapié a todos, incluso a la propia Jessica Albiach y a la portavoz de ERC Marta Vilalta, a quien también hemos visto corrigiendo a toda prisa con bolígrafo su inmediata intervención. Pero el susto de Batet ha sido muy evidente: al tomar la palabra, su voz había subido medio tono y hablaba con ansiedad. Esa posibilidad de cambiar la CUP por comunes había hecho saltar todas sus alarmas —y un poco su tupé— y, transparente como suele ser, lo ha hecho notar: “Hemos oído en esta sesión de control que se abría a otras mayorías parlamentarias no acordadas”. En su escaño y detrás de la mascarilla, Aragonès sonreía por la apelación directa.

La sesión de este miércoles se planteaba como los prolegómenos de la de la semana que viene, en que se votarán las enmiendas a la totalidad de los presupuestos autonómicos. Todo el mundo lo veía así. ¿Todo? ¡No! La CUP, que con su anuncio de veto ha roto todos los equilibrios y pone en riesgo la mayoría independentista, ha preguntado al president por… los acuerdos de Glasgow. Los negociadores del partido han permanecido en silencio y el diputado David Cornellà ha apuntado hacia el cambio climático.

Los demás implicados —todos excepto la derecha españolista, que asiste a los movimientos como quien mira una serie poco original de Netflix— andaban tomando posiciones en este juego en el que se trata de que la pelota no vaya al suelo. Junts, tratando de salvar el último icono del independentismo, el 52% de la mayoría parlamentaria; Salvador Illa, ofreciéndose a una reunión, una comida o una cena de las de yo pongo, en la que él, dice, aporta 32 votos sin exigir a cambio ninguna renuncia indepe. Aragonès no confía en esa generosidad: “lo que hoy puede paracer alargar la mano, mañana es un precio que implica la renuncia a algunas de las posiciones que defiendo” (un dirigente republicano, en los pasillos, remacha: “nadie da nada gratis… excepto Esquerra Republicana en Madrid”). El president cree que no necesita nada del PSC y se ha sacado de encima a Salvador Illa con pocas palabras y enfatizando las diferencias mútuas; es tan chocante la situación de Cataluña que dos partidos básicamente socialdemócratas pueden afirmar que defienden modelos opuestos de país y que nadie se sorprenda.

No era el hemiciclo el lugar para resolver el embrollo, hay muchos despachos en el edificio para mantener contactos sucesivos, simultáneos o en cadena. Están en juego varias cosas: el presupuesto de la Generalitat, la mayoría independentista, e incluso las cuentas del Ayuntamiento de Barcelona, donde son los comunes quienes necesitan a Esquerra: Ernest Maragall, látigo republicano municipal contra Ada Colau, asistía desde su escaño a un juego de billar que puede acabar con una bola rebotando contra su cráneo.

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