El delicado arte de ‘clonar’ códices

M. Moleiro Editor cumple 30 años reproduciendo manuscritos que adquieren personajes ilustres e instituciones de 75 países

16/09/21 Manuel Moleiro, fundador de la editorial M. Moleiro Editor especializada en la reproduccion de codices, mapas y manuscritos. Barcelona, 16 de setiembre de 2021 [ALBERT GARCIA] Albert Garcia (EL PAÍS)

Las miradas descienden, casi con devoción, ante las hojas de un antiguo códice de plantas medicinales. Manuel Moleiro, director y fundador de la editorial que lleva su nombre, pasa las páginas del Dioscórides de Gherardo Cibo y Pietro Andrea Mattioli, manuscrito italiano del XVI. Tres colaboradores lo siguen atentamente, en silencio, en las oficinas de la editorial en la barcelonesa Travessera de Gràcia. La textura de las páginas es distinta; el grosor varía. Hay manchas y algún corte, que exponen las contingencias a las que ha quedado sometida una obra que ha atravesado siglos. Pero es...

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Las miradas descienden, casi con devoción, ante las hojas de un antiguo códice de plantas medicinales. Manuel Moleiro, director y fundador de la editorial que lleva su nombre, pasa las páginas del Dioscórides de Gherardo Cibo y Pietro Andrea Mattioli, manuscrito italiano del XVI. Tres colaboradores lo siguen atentamente, en silencio, en las oficinas de la editorial en la barcelonesa Travessera de Gràcia. La textura de las páginas es distinta; el grosor varía. Hay manchas y algún corte, que exponen las contingencias a las que ha quedado sometida una obra que ha atravesado siglos. Pero es una imitación...

M. Moleiro Editor acaba de cumplir 30 años, en los que ha reproducido con fidelidad decenas de códices “casi-originales” –como ellos los llaman–, y ha ganado un prestigio internacional que lo ha llevado a vender sus obras a cientos de bibliófilos privados en 75 países, personalidades políticas y religiosas, además de a superproducciones del cine y la televisión. Sólo hace 987 ejemplares de cada obra.

“El siete es el número de la perfección”, apunta el editor, aludiendo al número que cierra la cifra de ejemplares a la que se ha mantenido fiel; pero también al lema que desde 2001 ha acompañado a la empresa, cuando el inglés The Times calificó su trabajo como “el arte de la perfección”. La exclusividad de cada obra también viene certificada por un notario “que siempre es de Ourense”, explica Moleiro, de 69 años, haciendo referencia a su Galicia natal.

“¿Quién no quiere tener un Beato de Liébana en sus manos?”, exclama Marçal Font, presidente del Gremio de Libreros de Viejo de Cataluña, en alusión a algunas de las obras del catálogo de Moleiro. Font esboza un retrato del prototipo de comprador de libros antiguos: “Suelen ser profesionales liberales, con algo de dinero y hay de todo, desde entomólogos hasta arquitectos”, características que coinciden con las que describe Moleiro en cuanto al de sus facsímiles. Aquellos que tienen más afinidad, agrega Font, suelen ser los que superan los 80 años y los menores de 60: “Los de 65 ó 70, la generación de la televisión, compran más libros nuevos”

La excepcionalidad de la obra es uno de los criterios del editor. “Solo reproduzco libros que están reconocidos como joyas; por ello están en reservas de bibliotecas con acceso limitado”, fija Moleiro.

Entre las bibliotecas privadas que también guardan sus reproducciones clónicas están las de pontífices como Juan Pablo II o la Casa Real española, además de los ex presidentes estadounidenses Jimmy Carter o los Bush, entre otros. Y lo que quizás las haya hecho más llamativas es su aparición en grandes superproducciones, como la serie de TVE sobre Isabel la Católica, donde “se utilizan muchos” de sus códices.

Entre estos destaca la Biblia de San Luis, monumento bibliográfico del XIII donde hay 4.887 escenas historiadas e iluminadas de La Biblia. En la escena internacional han llevado sus imitaciones películas como El reino de los cielos (2005), de Ridley Scott; o El nombre de la rosa (1986), donde aparecen las obras del Beato de Liébana, concretamente los códices del Monasterio de Santo Domingo de Silos (s. XI-XII) o el de Fernando I y doña Sancha (s. XI), destaca el editor, que siempre quiso dedicarse al cine, aunque acabó estudiando Periodismo.

Para ganarse la vida mientras estudiaba, Moleiro empezó a trabajar en el proyecto de la desaparecida editorial Ebrisa, que fundó en 1977, y donde ya hacía libros de bibliófilo junto a una leyenda del sector como Franco María Ricci. La editorial fue vendida a Planeta en 1989 y él fundó M. Moleiro Editor en septiembre de 1991.

Sus reproducciones tienen una vocación estética, pero también documental: cada una viene acompañada de un estudio en, al menos, tres idiomas, con artículos de especialistas. De aquí que el proceso siempre tome años.

Detalle de la reproducción exacta de una página, comida por las polillas, del códice 'Apocalipsis de Val-Dieu', de 1330.Albert Garcia (EL PAÍS)

Luego de elegir la obra, gestionan el permiso con las instituciones que la conservan, y encargan las fotografías “que ya, casi siempre, hacen las mismas instituciones con sus equipos”, describe Moleiro. Los organismos con los que colaboran, entre los cuales, la British Library de Londres, el Metropolitan Museum de Nueva York o la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo, siguen unas instrucciones concretas de la editorial con el objetivo de mantener una calidad específica.

Pieles de Asia y África

En cuanto a los materiales, las pieles de la encuadernación son de la misma clase que en el original, que pasan por un curtido vegetal “para conservar los poros que de otra manera, con productos químicos, desaparecerían”, afirma Moleiro, que señala que estas pieles hay que buscarlas ya en Asia o en África. Para conseguir los colores originales se estuca el pergamino. Así se evita que las tintas penetren en el soporte.

Durante la producción se hacen múltiples viajes a las bibliotecas (de donde nunca salen los originales) para cotejar pruebas. Después, Luis Mínguez, Premio Nacional de Encuadernación del Ministerio de Cultura y encuadernador de la editorial, realiza todo el trabajo a mano.

Es “un proceso costoso y difícil”, admite Moleiro, y que da como resultado obras que oscilan entre los 500 y los 20.000 euros.


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