Opinión

La excepción se llama Mónica García

Más Madrid ha demostrado que es posible una izquierda encarnada, es decir, apegada a la realidad, capaz de poner a debate las condiciones de la vida cotidiana de la mayoría de los ciudadanos

La candidata de Más Madrid, Mónica García.Carlos Rosillo

En la campaña electoral madrileña cada candidato ha representado exactamente el papel que se esperaba, con una sola excepción: Mónica García. Con su liderazgo, Más Madrid ha demostrado que es posible una izquierda encarnada, es decir, apegada a la realidad, capaz de poner a debate las condiciones de la vida cotidiana de la mayoría y firmemente alejada del modelo de izquierda elitista y autocomplaciente en el que se está perdiendo Podemos.

Mónica García, mujer y médica, ha llevado a la campaña algo que va muy escaso: la empatía. Mientras cada cual proyectaba sus fantasías personales sobr...

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En la campaña electoral madrileña cada candidato ha representado exactamente el papel que se esperaba, con una sola excepción: Mónica García. Con su liderazgo, Más Madrid ha demostrado que es posible una izquierda encarnada, es decir, apegada a la realidad, capaz de poner a debate las condiciones de la vida cotidiana de la mayoría y firmemente alejada del modelo de izquierda elitista y autocomplaciente en el que se está perdiendo Podemos.

Mónica García, mujer y médica, ha llevado a la campaña algo que va muy escaso: la empatía. Mientras cada cual proyectaba sus fantasías personales sobre la escena, ella ha hablado desde el reconocimiento de los problemas de la ciudadanía y ha intentado encauzar el debate sobre ellos encontrando escaso eco en sus adversarios. Una manera de actuar que le está dando un reconocimiento creciente y que debería obligar a reflexionar al resto de la izquierda. A los socialistas, para regresar sin temor a la tradición socialdemócrata, y al mundo de Podemos, para bajar a la tierra.

La candidata está marcando el camino: más empatía, más palabra, menos retórica y menos simplismo
La candidata está marcando el camino: más empatía, más palabra, menos retórica y menos simplismo

Es cierto que hemos pasado de la sociedad espectáculo al sórdido juego del exhibicionismo y al combate. Pero la política de estrellato mediático tiene sus límites: porque se sube y se baja con suma facilidad y porque no es lo mismo aplaudir al gladiador que darle confianza. Sobre todo cuando abunda en un discurso muy pautado, que suena a lenguaje de casta. Más Madrid ha puesto en evidencia el viejo y gran problema de Podemos (que desde su origen se viene manifestando sin que sus responsables hayan querido darse por enterados). ¿Dónde ha tenido Podemos sus éxitos? Donde iba asociado con organizaciones arraigadas en el lugar: las mareas en Galicia, los comunes en Cataluña, Compromís en Valencia, Carmena y los suyos en Madrid. Solos no se bastan. ¿Se han preguntado por qué?

Mónica García está señalando el camino para la consolidación de una federación de izquierdas encarnadas, si se me permite la expresión. Más política, más empatía, más palabra, menos retórica, menos simplismo ideológico. Es cierto que en estas elecciones autonómicas está en disputa la hegemonía dentro de la derecha en España, pero pueden ser también el principio de una transformación del mapa de las izquierdas que se configuró a partir de 2014.

La política de estrellato mediático tiene sus límites: porque se sube y se baja con suma facilidad
La política de estrellato mediático tiene sus límites: porque se sube y se baja con suma facilidad

Por lo demás, nada nuevo. La presidenta Isabel Díaz Ayuso hace camino con su carrusel de la alegría. Un relato en el grado cero de la política para evitar el escrutinio de su gestión. ¿Cómo se explica que una parte significativa de la ciudadanía le compre el discurso de chica pija que piensa que todo el mundo es como ella y que Madrid es jauja? “Cuando uno viene a Madrid se lo pasa bien y tiene múltiples formas de empezar de cero una vida y puedes cambiar de empresa y cambiar de pareja y no encontrártela nunca más”, dice la presidenta. El hecho ilustrativo e inquietante del estado de este paraíso es que el 78 % de los votantes del Partido Popular prefieran a Vox como aliado del próximo Gobierno autonómico. De modo que las elecciones de Madrid son las del reajuste reaccionario de la derecha española. La fiesta de la alegría es la celebración del rencor.

Y ante la apoteosis del trumpismo versión castiza, camino del autoritarismo postdemocrático, los socialistas no consiguen remontar el vacío ideológico en el que les colocó la asunción incondicional de la revolución neoliberal y el entierro silencioso de la socialdemocracia. Ni siquiera han querido darse cuenta de lo que ha captado Joe Biden en Estados Unidos: que se han abierto unas fracturas en la sociedad que exigen un retorno a las políticas de reconstrucción social: priorizar la educación, subir la presión fiscal a los que tienen más, invertir dinero público a tope. El presidente Pedro Sánchez sigue instalado en el discurso de la moderación (de Illa a Gabilondo) de recorrido manifiestamente limitado, con el riesgo añadido de quedarse fuera de los focos.

Mientras tanto, a gusto en la salsa de Ayuso, Vox se regodea en la pelea, preparándose para marcar a la presidenta cuando dependa de ellos. La confrontación es su signo de identidad y permite a Abascal marcar el paso a la derecha, mientras Ciudadanos se hunde en la indefinición que casi siempre es el destino de los soñadores de este conjunto vacío llamado centro. Y en la izquierda solo Más Madrid parece interesado en la pregunta clave: ¿por qué parte de sus antiguos votantes huyen frustrados hacia la derecha ruidosa, castrense y castrante?

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