Las confesiones eróticas de Francesc Pujols

El popular filósofo relató su vida sentimental a una mujer para justificar una insatisfactoria cita. El manuscrito autobiográfico inédito espera convertirse en libro vía micromecenazgo

Esther Antich i Sariol, en una imagen de 1938, el año que intimó con el filósofo Francesc Pujols.

Francesc Pujols (1882-1962) es uno de los personajes más atípicos de la cultura catalana. Se autoproclamó discípulo de Ramon Llull, creó un sistema filosófico (la hiparxiologia) y fue (es) popularmente conocido por la profecía formulada en su Concepte General de la Ciència Catalana (1918): “Porque serán catalanes, todos sus gastos, donde vayan, les serán pagados”. O también por sentencias ...

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Francesc Pujols (1882-1962) es uno de los personajes más atípicos de la cultura catalana. Se autoproclamó discípulo de Ramon Llull, creó un sistema filosófico (la hiparxiologia) y fue (es) popularmente conocido por la profecía formulada en su Concepte General de la Ciència Catalana (1918): “Porque serán catalanes, todos sus gastos, donde vayan, les serán pagados”. O también por sentencias centelleantes, como la que hizo ante el andar parsimonioso, como meditabundo, de una de las tortugas del Ateneu Barcelonès, donde frecuentaba su gran tertulia: “Hoy ya no se hacen cosas así”. Un personaje tan heterodoxo no había de tener una vida erótica común. Fruto precisamente de una reacción inusual, negarse a culminar sexualmente una noche de amor cuando su amante estaba predispuesta a ello, Pujols se justificó después a la mujer despechada con una serie de cartas donde le confesaba su particular vida erótico-sentimental y su concepción metafísica del amor. Una documentación inédita que camina hacia un libro del sello periodístico La Mira tras iniciar una campaña de micromecenazgo.

Memòries sentimentals de Francesc Pujols es el título que los graduados en Filosofía Alba Padrós y Max Pérez han puesto a esos textos, uno más entre la treintena de obras inéditas que han hallado en la Torre de les Hores, sede de la fundación del intelectual en Martorell, donde investigan desde hace cinco años. “Es una ventana abierta a la vida más íntima del filósofo, pero también a su pensamiento y el único texto estrictamente autobiográfico que se conoce de él”, apuntan al alimón. Su labor, detectivesca: son 260 páginas manuscritas, escritas en soportes inverosímiles (cartas de terceros, facturas, telegramas…), mayormente a pluma (algunas, a lápiz sin afilar) y que iban conformando los borradores de las cartas con las que Pujols justifica y quiere hacerse perdonar su inacción la tórrida noche de autos de 1938 en S’Agaró con Esther Antich. Él mismo trata esos textos como una obra (“le iré hablando en estas memorias”, escribe), la única que se conoce de él posterior a la Guerra Civil en catalán, lengua que prácticamente abandonó tras regresar del exilio en 1942 y pasar un mes en la cárcel Modelo.

Francesc Pujols, bajo la famosa escalera del entendimiento de Ramon Llull.

Tras ordenar los textos, gestados por Pujols entre agosto y diciembre de 1954 que nunca numeró, y de rellenar biográficamente descripciones que pasaban solo “por un nombre de pila, o pinceladas como ‘alta’ o ‘rica’”, Padrós y Pérez han puesto la piedra clave del arco erótico-sentimental de Pujols. Porque sexualidad y erotismo no fueron nunca ajenos a la trayectoria del intelectual: él inclinó la revista Papitu hacia una vertiente más sicalíptica cuando la dirigió entre 1911 y 1914. O escribió poco antes, en 1906, bajo el pseudónimo Augusto de Altozanos, la novela El nuevo Pascual o la Prostitución, donde aborda un tratamiento del amor y el erotismo que luego estará en toda su producción.

“No es que fuera un lascivo, sino más bien un hedonista en el más amplio sentido del término, no tenía tabús; a diferencia de otros intelectuales, él se expresa más libremente e incorpora el tema en su estética filosófica, considerando que sería un error no incluir en ella, por ejemplo, el arte de las caricias y el tacto”, apunta Pérez.

Masturbación como tributo

Todo ello se traduce en las memorias, donde Pujols, para demostrar su amor a Antich, repasa sin cortapisas más de medio siglo de su vida sentimental y erótica con las mujeres, seis de ellas analizadas a fondo por los investigadores. Tras su ordenación, la narración arranca con el intelectual confesando a Antich que se masturbó pensando en la noche no culminada: “El meu deliri de fregar la meva carn que tu encenies per apagar-la damunt d’una camisa vella rebregada, com si tenint-la als meus braços la fregués per les suavitats de la carn de la meva estimada”. Siguiendo el tributo amoroso, en posteriores misivas le confiesa que ella es el amor ideal soñado (“el nostre amor hauria pogut ser únic en la nostra vida”) porque unía “amor espiritual” y “amor material”, distinción teórica que hacía Pujols y que marcó su vida sentimental.

“Él no quería traicionar ese ideal, aquello era ir a lo material, lo sexual y por eso el rechazo de S’Agaró, no quería caer en lo que había hecho físicamente con otras mujeres”, resume Padrós. Tan interiorizado tenía Pujols la doble virtud de Antich y los dos tipos de amor que la que sería su mujer y madre de su hijo Faust, Josepa Alcover (antigua criada familiar y amante de juventud), respondería en buna parte sólo al segundo: pulsiones carnales aparte, requería de un hijo que le mantuviera en su vejez, proporcionándole condiciones materiales óptimas para que él pudiera redactar su sistema filosófico final, la Pantología.

Tras pasar por sus breves relaciones con la actriz Mercè Nicolau (“quatre petons i una mica de llengua”) y otra con Mercè Prats, ambas entre 1921 y 1924, el turno de la confesión recae en su relación con América Cázes, hija de un rico indiano catalán y otra gran protagonista amorosa de Pujols, pasión anterior a la Guerra Civil y que retomó brevemente en 1949 tras la forzada separación por el exilio. Es la misma situación de distancia que vivió con Antich, con la que se reencontró fugazmente en unas visitas clandestinas de ésta a Cataluña desde su exilio francés. Las citas, que acontecieron en Martorell en 1953 y 1954, reactivaron la relación y motivaron las confesiones del filósofo ante “la conducta ridícula d’aquella nit”, como llegó a admitir él mismo.

Admite a Antich que con ella “vaig sentir que l’ideal de la meva vida tenia de ser fondre l’amor amb l’obra, que naixien junts, trobant una dona que compenetrant-se amb mi se l’havés arribat a fer seva per realitzar-la tots dos, coent-la amb el foc de la nostra passió, que fent una frase final li diré que només s’hauria pogut apagar en la fredor de la tomba que hauria guardat les cendres del foc que, cremant l’amor, hauria encès l’obra”. La personalidad de Antich justifica la pasión del escritor. Ella entiende los conceptos de “libertad”, “Destino” o “responsabilidad” que Pujols va desgranando de su filosofía en las cartas porque es una mujer tan atractiva como culta. Hasta el extremo de que Antich le recriminará las constantes referencias al Destino y al determinismo del intelectual para que no pudieran culminar sus relaciones y una posterior vida en pareja, viudos como quedaron ambos. “Com és que vostè, una personalitat tan forta, es declara irresponsable?”, le pregunta con punzante intención filosófica.

Atractiva y culta

Y es que Esther Antich i Sariol (1892-1972) era de sólida cultura, como han descubierto Padrós y Pérez tras hallar a sus descendientes. Formada en la prestigiosa Escola Normal de Mestres y tras ejercer de profesora de instituto, se incorporó en 1927 al Ayuntamiento de Barcelona como secretaria del pedagogo Manel Ainaud. Miembro del Lyceum Club de Barcelona, acabó en abril de 1938 como directora General de Primera Enseñanza del gobierno republicano de Negrín, ocupándose del Consejo Nacional de la Infancia Evacuada, que gestionaba las colonias infantiles tanto en la península como en el extranjero, función no exenta de peligrosos choques con la CNT. En un accidentado exilio tras fracasar su huida a México, acabó trabajando en la sección de Educación de la Unesco en París.

En enero de 1939, Antich cedió su coche oficial para que Pujols, a quien conocía desde una cena en Montserrat a finales de 1937, pudiera huir de Cataluña. Aunque ambos estuvieron exiliados en Francia, sus destinos nunca se cruzaron. Antich no pudo regresar a su Barcelona natal hasta que el franquismo no la indultó en 1964. Fue poco después de que Pujols hubiera muerto. Pero hacía ya un tiempo que, entre ellos, todo estaba dicho y confesado.

'Películas porno’ bien escritas

La labor en la revista 'Papitu' y la novela 'El nuevo Pascual o la Prostitución', no serían las únicas facetas de contenido sexual más o menos explícito que habría frecuentado intelectualmente el filósofo Francesc Pujols. Así, fruto de la ímproba labor de Alba Padrós y Max Pérez en los fondos de la fundación en Martorell, los investigadores han hallado “bastante producción erótica inédita”. Se tratarían de unos “relatos más o menos largos”, escritos en castellano, con un tono de “peli porno, pero bien escrita”, asegura Pérez. Según los primeros análisis, serían textos fechados en 1949, justo, en opinión de los investigadores, cuando el breve reencuentro con América Cázes, que “quizá, de nuevo, despertaron la carne al filósofo” a sus ya 67 años.

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