Solo un anciano libre de covid en una residencia en Tremp
El virus mata a 22 usuarios e infecta a más de un centenar en un centro de mayores de un pequeño municipio de 5.800 habitantes en Lleida. De los 103 ancianos de la residencia de Tremp, 102 son positivos
El coronavirus se ha cebado, otra vez, con las residencias de mayores en Cataluña. Pese a haber dado pruebas manifiestas de su capacidad dañina cuando entra en un geriátrico, los cortafuegos siguen fallando y el último episodio ha afectado de lleno el Sant Hospital de Tremp (Lleida), un centro con 144 usuarios, casi la totalidad de ellos afectados por el contagio masivo. “Actualmente quedan dentro 102 residentes positivos y uno negativo”, ha denunciad...
El coronavirus se ha cebado, otra vez, con las residencias de mayores en Cataluña. Pese a haber dado pruebas manifiestas de su capacidad dañina cuando entra en un geriátrico, los cortafuegos siguen fallando y el último episodio ha afectado de lleno el Sant Hospital de Tremp (Lleida), un centro con 144 usuarios, casi la totalidad de ellos afectados por el contagio masivo. “Actualmente quedan dentro 102 residentes positivos y uno negativo”, ha denunciado este jueves la alcaldesa del municipio, Maria Pilar Cases, que, además, acusa a la dirección del centro de haber actuado con mucha opacidad, lo que retrasó la reacción ante los primeros indicios de contagio, detectado el 19 de noviembre.
A mediodía, media docena de personas avanza por el cementerio de Tremp. Jaume Magrí acaba de enterrar a su madre y la familia más cercana lo acompaña en el duelo. Juntos despiden a Carmeta Nogués, una de las víctimas del agresivo brote de covid-19 que se coló en la residencia de Tremp y que ha matado a 22 personas e infectado a más de un centenar de internos y 30 trabajadores. ”Sabemos que está ahí porque nos lo han dicho y nos lo creemos, pero desde que murió no nos han permitido verla”, indica el afligido hijo, señalando a la ristra de tumbas. Carmeta tenía 94 años y se infectó de coronavirus la semana pasada en la residencia donde vivía desde hace cuatro años. “Era mayor, pero estaba bien”, apunta Jaume. En cuestión de días su estado empeoró drásticamente, de manera paralela a los estragos que causaba el virus dentro del geriátrico.
El Departamento de Salud de la Generalitat lleva contabilizados más de 150 contagios, entre usuarios —algunos de los cuales han sido trasladados al hospital— y trabajadores. Ante el colapso del centro, el pasado sábado la consejería acordó intervenir la residencia y traspasar temporalmente su gestión a Gestió de Serveis Sanitaris, empresa pública adscrita al Servicio Catalán de Salud. Fuentes cercanas a la gestión destacan que la situación que se encontraron los facultativos de relevo fue “muy complicada” y que el brote no está controlado.
En Tremp, municipio de 5.800 vecinos, en la falda del Pirineo, la situación que sufre el geriátrico ha causado preocupación ante la posibilidad de que el virus se propague por calles y casas. Se ha activado un cribado masivo en el pabellón de deportes para detectar asintomáticos. Desde principios de semana se han realizado 1.500 test. Además, frente al hospital comarcal se ha habilitado una carpa amarilla donde se hacen pruebas a los contactos directos con positivos confirmados.
Junto al hospital, en el centro de Tremp, se encuentra la residencia, un edificio de tres alturas con una fachada anaranjada. El termómetro apenas marca cinco grados, pero todas las ventanas de los pisos superiores aparecen entornadas. Se trata del geriátrico de referencia en las comarcas del Pirineo de Lleida y es propiedad de la Fundació Fiella, una entidad vinculada a la Iglesia católica mediante el Obispado de Urgell. Los mayores que no tienen una plaza concertada pagan de 1.400 a 1.500 euros al mes, según cuentan las familias. Un recepcionista se encarga de impedir el acceso a las instalaciones. Se identifica como Ramiro y afirma que es de los pocos que no se ha contagiado: “Yo no me muevo de la puerta”. La dirección no atiende a las preguntas de EL PAÍS sobre cuál es la situación actual en el centro y deriva todas las preguntas al Departamento de Salud.
El Ayuntamiento, a través de su alcaldesa, Maria Pilar Cases, —de Esquerra Republicana, el mismo partido que ejerce las competencias de Salud en Cataluña— criticó públicamente la lenta reacción ante los primeros indicios del grave brote y la nula información que facilitó la residencia al Consistorio, pese a que la situación era “dramática”. Las quejas relativas a la escasez de información son recurrentes cuando se alude a lo que ha rodeado al contagio masivo de los mayores. “Desde el Ayuntamiento, no estábamos informados de si se hacían pruebas o no, supimos por alguien de fuera que el miércoles [de la semana pasada] había una veintena de casos y al día siguiente a primera hora me puse en contacto con la residencia”, aseguró la alcaldesa en una entrevista radiofónica en RAC1. En solo una semana, se acumularon la mayoría de los 22 fallecimientos, que se han producido tanto en el hospital como en el propio centro.
Un mensaje al móvil
”A nosotros nos llamaron para decirnos que la madrina había dado positivo pero que estaba estable”, recuerda Núria, nieta de Carmeta Nogués, en el cementerio. Esa llamada, la comunicación del positivo, fue la última noticia que recibió la familia de parte de la residencia hasta que este jueves, durante el entierro, ha entrado un mensaje en su teléfono móvil. Se lo mandaba una de las monjas que hace de cuidadora en el Sant Hospital y le indicaba que procedería a rezar “una oración” por su abuela.
“La falta de personal era evidente, de siempre, ahora con el virus, más aún”, se queja Jaume, el hijo de la fallecida, para ilustrar la situación completamente desbordada que se alcanzó en el geriátrico en los últimos días. “Sorprende que no se hiciera nada para frenar el contagio, porque esto no ha sucedido en marzo o abril, cuando todos íbamos perdidos, ha pasado ahora, cuando ya se saben los efectos del virus en una residencia” de ancianos, abunda Núria, su sobrina. La hipótesis principal que contempla el Departamento de Salud es que el virus entró a través de un trabajador y que luego corrió como la pólvora de habitación en habitación, hasta dejar solo uno a de los internos libre de la enfermedad en el centro. Tugues Baró mata el tiempo en la pequeña plazoleta que hay frente a la residencia, la gélida mañana de un jueves en Tremp. Su padre, Joan, de 83 años, es usuario del centro. Sufre coronavirus y los médicos contactaron con la familia para que vayan a visitarlo y “a darle ánimos”, indica el hijo. Él espera fuera mientras su madre visita al enfermo. Tugues recuerda la angustia que vivió al conocer por la prensa que el brote de la residencia se había desbocado, con más de un centenar de afectados. “Nadie nos llamó para decirnos nada. Lo puedo entender porque el personal no daba abasto, pero provocó muchas dudas”, lamenta. Al conocer que varios internos habían fallecido, explica que trató de tranquilizarse pensando en que la última vez que había hablado con su padre tenía buen aspecto. “Fue en una videollamada y lo vi bien, sabía que no estaba muerto”, recuerda. La residencia tardó dos días en informar a Tugues y al resto de la familia de que Joan había dado positivo. Ahora lucha por recuperarse.
Pacientes hospitalarios derivados al albergue
Varios pacientes de larga duración que están ingresados en el Hospital Comarcal del Pallars, en Tremp, serán trasladados este viernes al albergue municipal. La medida busca aligerar espacio en el hospital, muy tensionado debido a los ingresos por coronavirus de mayores de la residencia Sant Hospital. El objetivo del traslado de pacientes de larga estancia hacia el albergue es aislarlos de la zona hospitalaria para evitar contagios y dejar libre parte del edificio para poder disponer de más camas. La mortalidad ha aumentado en los últimos tiempos entre los ancianos que viven en residencias catalanas. Según el Departamento de Salud, la semana pasada se registraron 297 fallecidos por coronavirus en Cataluña, 105 de los cuales eran mayores de residencias, fallecidos en hospitales o en los propios centros. Desde que empezó la pandemia, han muerto 7.376 ancianos de estos centros. La situación está mucho más controlada que al inicio de la pandemia, pero los geriátricos no son ajenos al repunte de casos que hay fuera. Según los datos de la Generalitat, del total de 1.047 residencias, un 75% están catalogadas como “verdes”, es decir, libres de coronavirus; un 16% son “naranjas”, tienen casos positivos, pero están bien sectorizados y aislados, con un control del brote, y un 9% (98 residencias) tienen casos descontrolados de coronavirus. El total de positivos en centros de mayores está en torno al 1,8% de la población en residencias, mientras que durante la primera ola estaba en un 4%.