Dos estrategias, un solo objetivo
Junts per Catalunya busca la confrontación con España y ERC su desarticulación. Esto es así, al menos, desde la moción de censura de 2018, que convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno
Desde hace años, muchos años, el partido que ahora creo se llama Junts (Puigdemont) y antes Convergència (Pujol y Mas), pasando por otras denominaciones, está enfrentado a ERC. Es normal en dos partidos que se disputan un espacio político en buena parte coincidente. Ello puede comprobarse en los sucesivos resultados electorales desde 1999: los votos que perdía uno los ganaba el otro.
Sin embargo, a pesar de esta aparente rivalidad, siempre eran cómplices porque tenían un mismo objetivo: la independencia. ¿Qué los diferenciaba? Las estrategias para alcanzarla. No hay espacio en este artí...
Desde hace años, muchos años, el partido que ahora creo se llama Junts (Puigdemont) y antes Convergència (Pujol y Mas), pasando por otras denominaciones, está enfrentado a ERC. Es normal en dos partidos que se disputan un espacio político en buena parte coincidente. Ello puede comprobarse en los sucesivos resultados electorales desde 1999: los votos que perdía uno los ganaba el otro.
Sin embargo, a pesar de esta aparente rivalidad, siempre eran cómplices porque tenían un mismo objetivo: la independencia. ¿Qué los diferenciaba? Las estrategias para alcanzarla. No hay espacio en este artículo para recordar esta larga historia de amores y desamores. Ahora mismo, están coaligados en el Govern de la Generalitat aunque se miran de reojo continuamente, no se fían el uno del otro, se dan patadas en la espinilla, pero las cosas nunca van a más. ¿Por qué? Porque su objetivo es el mismo y es más lo que los une que lo que los separa.
El planteamiento de Esquerra es más sutil, menos glorioso y heroico para desarticular el Estado pieza a pieza
¿Cuáles son ahora sus diferencias estratégicas? Junts busca la confrontación con España y ERC su desarticulación. Esto es así, al menos, desde la moción de censura de 2018, que convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno. Confrontación y desarticulación, dos procedimientos para un objetivo común. Veamos.
Puigdemont está todavía en la lógica del procés tal como se preparó tras el 11 de septiembre de 2012 y culminó en el lento golpe de Estado desarrollado durante los aciagos días de septiembre y octubre de 2017. Escapó a Bélgica tras no atreverse a dar el paso final e ir a la cárcel pero sigue siendo el líder indiscutible de su movimiento: nadie de los suyos lo desobedece. Solo se entera de lo que sucede en Cataluña por lo que le cuentan sus fieles, que van y vienen, y sigue empeñado en el camino emprendido entonces: presión en las calles, desprecio a la Constitución y las leyes, confianza en el apoyo internacional, la independencia caerá como fruta madura, como decía Franco de Gibraltar. Se trata de seguir presionando a España hasta cansarla, tanto al Gobierno como a los españoles. En definitiva, suscitar entusiasmo en los catalanes para que insistan y no cedan: convertir la independencia en una cuestión de honor, desafiar al Estado sin desmayo.
Puigdemont confía en que la independencia caerá como fruta madura, como decía Franco de Gibraltar
La estrategia de ERC es más sutil, menos gloriosa y heroica para que sea más eficaz. Consiste en aprovechar la debilidad del Gobierno de Madrid, sus incongruentes apoyos parlamentarios y las contradicciones dentro del mismo Ejecutivo, para ir descomponiendo el Estado poco a poco, corroerlo por dentro, pieza a pieza, hasta destrozarlo.
El punto fuerte de esta estrategia, lo realmente decisivo, es la colaboración que encuentra en Podemos, situado en el Consejo de Ministros y que tiene el mismo fin: acabar con lo que les gusta denominar “Régimen del 78”, en realidad nuestro Estado social y democrático de derecho tal como está configurado en la Constitución. Saben que Sánchez tiene como principio básico la conservación del poder y, desde esta seguridad, pueden pedirle lo que sea, por más inverosímil que parezca, y serán complacidos. En las últimas semanas hay bastantes ejemplos de ello.
Las declaraciones del domingo pasado en La Vanguardia de Jaume Assens, miembro de los comunes de Colau y portavoz en el Congreso de Unidas Podemos, son impresionantes. Habla en nombre del partido del vicepresidente segundo del Gobierno, de Pablo Iglesias, y parece que lo haga desde la oposición. Para votar los Presupuestos, su propio proyecto de Presupuestos, exige sin complejos modificar el delito de sedición y tramitar los indultos para que, de una u otra manera, los dirigentes condenados puedan presentarse a las elecciones de febrero, exige solucionar el “problema catalán” mediante la mesa de diálogo o un referéndum de autodeterminación y está convencido que el bloque de la moción de censura es el que debe seguir gobernando en España, y también en Cataluña a partir de febrero. Todo lo expresa con una seguridad pasmosa: parece de ERC pero es de Podemos. Lo asombroso es que quien habla es el portavoz parlamentario de un partido que forma parte del Gobierno.
De las dos estrategias, parece más inteligente la de ERC. Puigdemont se sumará cuando le convenga. A Sánchez lo tratan como a un pelele. Y a todas estas, ¿qué dicen los socialistas catalanes? Nada, callan, pero están con ellos, saben que para conservar el poder deben ser el colaborador necesario de quienes quieren acabar, sin disimulos, con nuestro sistema constitucional.