La Setmana del Llibre, contra todo en el Moll de la Fusta
La feria, la primera presencial de estas dimensiones en Cataluña, intentará mitigar la caída del 25% de las ventas del libro en catalán de este año
Chubascos para empezar; el anuncio, justo el día antes, de que ferias vitales como la de Fráncfort y Liber se quedaban sólo en eventos virtuales, y hasta la noticia, a primera hora, del frenazo de los ensayos de la esperanzadora vacuna de Oxford contra el coronavirus… Luchando contra todo lo imaginable, pues, la 38ª Setmana del Llibre en Català arrancó ayer en el Moll de la Fusta de Barcelona. En un marco excepcional (las medidas sanitarias desaconsejaron su ubicació...
Chubascos para empezar; el anuncio, justo el día antes, de que ferias vitales como la de Fráncfort y Liber se quedaban sólo en eventos virtuales, y hasta la noticia, a primera hora, del frenazo de los ensayos de la esperanzadora vacuna de Oxford contra el coronavirus… Luchando contra todo lo imaginable, pues, la 38ª Setmana del Llibre en Català arrancó ayer en el Moll de la Fusta de Barcelona. En un marco excepcional (las medidas sanitarias desaconsejaron su ubicación tradicional en la avenida de la Catedral), el mejor estandarte de la promoción del libro en lengua catalana se convierte desde ayer, y hasta el domingo, en la primera gran cita presencial del sector en Cataluña, salvando la feria Indilletres de hace apenas 12 días en La Bisbal d’Empordà, que convocó a casi dos mil visitantes.
“La Setmana es más necesaria que nunca, quizá esta sea la edición más importante de su historia”, apuntó en la inauguración Montse Ayats, presidenta de Editors.cat, que agrupa a los sellos que publican en lengua catalana y organizadores de la cita. Las cifras que expuso la avalaban: la caída de la facturación del libro en catalán llegó, en plena pandemia, a un 52,8% en marzo y a un paralizante 91,9% en abril; la notable recuperación de junio (27,4% más que el mismo mes de 2019) y julio (39,4%) han hecho que hasta septiembre el libro en catalán solo haya perdido un 25 % de su facturación, casi el doble que el descenso global de la edición en España. “Marzo y abril nos pilló en plena campaña de Sant Jordi, que suele significar de un 10% a un 12% de nuestros ingresos”, contextualizó Ayats. Cualquier potencial fuente de ingresos para reducir las pérdidas es, en ese sentido, bienvenido, en tanto “este otoño tendremos que pedalear mucho y la situación económica puede ser muy delicada en 2021”, pronosticó la presidenta de los editores catalanes.
“Hacerla es una responsabilidad con nuestro propio sector”, apuntaló, en esa línea, Joan Carles Girbés, presidente de la Setmana. “Poderla celebrar ya es un éxito, tiene un punto de épico”, remachó, anticipándose tácitamente a que será imposible alcanzar las notables cifras de venta que lleva marcando la cita en los últimos años (543.973 euros en 2019), ni que solo fuera porque esta vez los tradicionales 10 días de feria se han reducido a cinco.
La Setmana tiene, pues, un punto de epopeya. De entrada, porque se da la paradoja de que, a pesar de la situación socioeconómica y de la pérdida de centralidad geográfica, ha aumentado el número de expositores (224 frente a 219) y de módulos (66 frente a 62). El secreto es el escenario excepcional: 4.676,6 metros cuadrados en el Moll de la Fusta, de los que casi tres mil serán para el público. La amplitud, impensable frente a la Catedral, permite que el espacio esté perimetrado, con vigilancia en sus dos accesos, dispensadores de geles y control electrónico de aforo que impedirá que se concentren más de 935 personas, menos de la mitad de las que cabrían en condiciones precovid.
La situación actual de la pandemia ha ahorrado medidas inicialmente previstas, como la toma de temperatura al entrar o la ubicación de cabinas de aislamiento por si se detectaban visitantes contagiados. Por el contrario, finalmente son dos los escenarios habilitados, lo que ha facilitado que se celebren 86 presentaciones y mesas redondas, la mitad de las cuales dirigidas a un público familiar. También habrá más de 200 firmas de autores, que tendrán una ubicación y un circuito específico, similar al que se quiso poner en práctica en el conocido popularmente como Sant Jordi de verano del 23 de julio, en el, al final, nonato espacio acotado del paseo de Gràcia de Barcelona. En total, se sobrepasarán las 300 actividades.
A pesar de la apuesta presencial, la Setmana ofrecerá, por vez primera desde su creación en 1983, retransmisiones tanto en directo como en diferido a través de su página web y las redes sociales, mientras que los 19 editores internacionales que invita este año el Institut Ramon Llull visitarán la Setmana e intercambiarán pareceres con sus homólogos catalanes sólo a través de una apretada agenda de encuentros virtuales. Mientras, bien físicas son las más de 220 novedades editoriales que acogerá la feria y que a mediodía de ayer se afanaban en colocar de manera visible editores y libreros para la inauguración oficial de la tarde, que encabezó la flamante consejera de Cultura de la Generalitat, Àngels Ponsa, en su primer gran acto público oficial.
La lluvia del mediodía había despegado del suelo las cintas amarillas que marcan las distancias de seguridad, mientras algunos plásticos cubrían aún algunos elementos. Según cómo, algunas barcas del muelle servían de telón de fondo decorando los espacios entre estands. Sólo las mascarillas de los asistentes y la incertidumbre de algunos expositores sobre si el público se desplazará hasta la zona hacían recordar que era una Setmana en plena pandemia. “Este año, existir ya es el éxito”, repetía el editor de Comanegra Joan Sala, mientras ultimaba su puesto.
Con guantes a la feria del libro viejo
La 38ª Setmana del Llibre en Català no permite este año acceder al interior de las casetas para remover los libros existentes, en una cita donde suele haber bastante libro de fondo. Pero esa prohibición sería casi un anatema en la tradicional Fira del Llibre d’Ocasió Antic i Modern de Barcelona, que ayer confirmó su cita del 18 de septiembre al 4 de octubre en el paseo de Gràcia, en la que será ya su 69ª edición: la más antigua vigente de Europa. Eso sí: habrá 'numerus clausus' para poder entrar en los estands, gel obligatorio si se tocan libros modernos y guantes si son antiguos.