LA NUEVA CATALUÑA LATINOAMERICANA | 3

Del beisbol a violinista en el Liceu

Raúl Suárez tuvo claro desde pequeño que debía salir de Venezuela para desarrollar su carrera como músico

Raúl Suárez tuvo claro desde pequeño que debía salir de Venezuela para desarrollar su carrera como músicoAlbert Garcia Gallego

La madre de Raúl Suárez quería que su hijo fuera jugador de beisbol. “Decía que me veía bien con el uniforme, pero la verdad es que no me gusta mucho correr”. Descartada la idea de dedicarse al deporte nacional de su país, Venezuela, Suárez optó con 6 años por el violín como actividad extraescolar, por influencia de su hermana mayor. Pronto se distinguió como un virtuoso del instrumento y concluyó que debía irse de su tierra para labrarse un porvenir artístico. Más de dos décadas después, aquel niño es hoy violinista de la orquesta sinfónica del teatro del Liceu de Barcelona.

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La madre de Raúl Suárez quería que su hijo fuera jugador de beisbol. “Decía que me veía bien con el uniforme, pero la verdad es que no me gusta mucho correr”. Descartada la idea de dedicarse al deporte nacional de su país, Venezuela, Suárez optó con 6 años por el violín como actividad extraescolar, por influencia de su hermana mayor. Pronto se distinguió como un virtuoso del instrumento y concluyó que debía irse de su tierra para labrarse un porvenir artístico. Más de dos décadas después, aquel niño es hoy violinista de la orquesta sinfónica del teatro del Liceu de Barcelona.

Las referencias de Barcelona eran contadas en el imaginario del pequeño Raúl. Sentados en la terraza de La Rambla, con el extraño vacío que dejaba la ausencia de turistas una tarde de junio, Suárez tuvo que pensar un rato para dar con algo que vinculara sus años de formación en Venezuela con Barcelona: finalmente creyó recordar un disco de Maria Callas que tenía en casa, una interpretación en el Liceu de Madame Butterfly que le marcó. Pero la legendaria soprano solo cantó una vez en el escenario del Liceu, en 1959, y no fue la ópera de Puccini sino una selección de arias.

“De Barcelona no sabía nada, más allá de lo más general. No puedo decir que formar parte del Liceu fuera un sueño”. Hasta que no fue seleccionado por el templo operístico de la capital catalana, en 2016, Suárez había enfocado su trayectoria como solista, como intérprete de música de cámara o contemporánea. Precisamente es la poca oferta de música contemporánea para instrumentos como el suyo el único déficit que encuentra en Barcelona y en España. Al margen de esto, Suárez asegura que la ciudad tiene “un balance perfecto”: “Me siento como en ningún lugar que haya conocido. Aquí se respeta quién soy y de dónde vengo”. Y hay algo más que le ha marcado: “Pocas veces he sentido lo que siento aquí cuando digo que toco en el Liceu. La gente responde con admiración, sientes que formas parte de la comunidad”.

Suárez buscaba asentarse y afirma que hoy no contempla otra alternativa a permanecer en Barcelona. Vive en el Born con su prometida, una violinista polaca. Su llegada a España es excepcional porque, a diferencia de la mayoría de sus compatriotas, no se desplazó a Europa huyendo del conflicto político o por motivos económicos —los venezolanos son el mayor grupo de solicitantes de asilo en España. Suárez era un joven prodigio que ingresó a los 17 años en el Conservatorio de París becado por la petrolera francesa Total. De los 700 alumnos matriculados con él en París, solo él procedía de Venezuela.

También se formó en Viena, en Aspen (Estados Unidos), y ha actuado en medio mundo, incluso en Bielorrusia. Y como talento precoz, participó en las más destacadas orquestas de Venezuela. Finalizada la formación en París, en 2013, Suárez quiso seguir su aprendizaje, esta vez en la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid. “En París había amigos y profesores que me preguntaban por qué quería ir a España a estudiar música. Podía haber optado por Alemania, pero la oferta de Madrid era muy atractiva”. Suárez asegura que no hay muchas escuelas en Europa como la Reina Sofía. “En España no hay nada igual, eso seguro. Son pocos alumnos, la preparación está personalizada, y salen muchas opciones de tocar. Todo es en inglés, los profesores son de altísimo nivel, de todo el mundo. Es una especie de burbuja respecto al mundo real”. Preguntado por si Barcelona podría tener un conservatorio similar al Reina Sofía, Suárez cree que la institución debería estar aquí: “Le pega un poco más que a Madrid”.

Su relación con los expatriados venezolanos es mínima, su mundo en la ciudad condal es multinacional. Sí participó en 2019 en un concierto con Camerata Internacional, una orquesta compuesta por una veintena de jóvenes músicos venezolanos, formados en el Sistema de Orquestas de Venezuela que fundó José Antonio Abreu, un referente de la educación venezolana. Muchos de ellos han emigrado a Europa en busca de oportunidades profesionales.

Como los componentes de Camerata Internacional, Suárez no tiene en mente volver a Venezuela. “Mi formación musical la hice pensando en irme, casi con odio, por cómo se gestiona allí lo cultural”. Sus padres viven en su ciudad natal, Valencia (Venezuela), y su hermana, en Montpellier (Francia). Con ella hablan con asiduidad, también de la crisis venezolana. “Ella dice que el país que conocimos ya no existe”. En Barcelona ha encontrado la estabilidad que deseaba y subraya uno de sus descubrimientos: los nacidos aquí no son conscientes del privilegio que es esta ciudad.

Europa, clave para su carrera como músico

Año y lugar de nacimiento: 1991, Valencia, Venezuela.

Ocupación: violinista en la orquesta sinfónica del Gran Teatre del Liceu.

Cuándo llegó a Barcelona: en febrero de 2007, tras ser contratado en unas pruebas de orquesta del Liceu que hizo en el año 2006.

Qué determina que viva lejos de su país: Migrar a Europa era clave para desarrollar su carrera como músico. La profesora Virginie Robilliard le recomendó para matricularse en el Conservatorio de París. Luego consolidó su formación en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid.

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