“Un guion no se acaba nunca de escribir”

La catalana Cordelia Alegre dirige su primer largometraje, ‘La Unión’, amparada en el proyecto La incubadora

La directora Cordelia Alegre, en su casa de Barcelona el pasado jueves.Albert Garcia

La cosa empezó, como quien dice, con el confinamiento. Cordelia Alegre (Barcelona, 1991) comenzó en marzo a desarrollar su película La Unión, uno de los cinco proyectos seleccionados (entre más de 200 directores noveles o con dos películas, como máximo, a sus espaldas) dentro del programa La incubadora de la Escuela de Cine de Madrid (ECAM). Se trata de una iniciativa que potencia talentos emergentes del cine español a través de u...

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La cosa empezó, como quien dice, con el confinamiento. Cordelia Alegre (Barcelona, 1991) comenzó en marzo a desarrollar su película La Unión, uno de los cinco proyectos seleccionados (entre más de 200 directores noveles o con dos películas, como máximo, a sus espaldas) dentro del programa La incubadora de la Escuela de Cine de Madrid (ECAM). Se trata de una iniciativa que potencia talentos emergentes del cine español a través de un estrecho asesoramiento personalizado, ayudas a la financiación (es el único taller que incluye tanto la dirección como la producción) y un seguimiento continuo por parte de profesionales. Los primeros pasos, debido a la expansión del coronavirus, Cordelia los está dando virtualmente, como manda el estado de alarma. “Llegué a pensar que el confinamiento me iría bien para acabar el guion, pero me he dado cuenta de que un guion no se acaba nunca”, bromea Cordelia, licenciada en Comunicación Audiovisual y máster en Documental por la UPF. La incubadora, abierta hace tres años, ha visto nacer películas como La innocència, de Lucia Alemany.

El primer largometraje de ficción de Alegre, La Unión, iba a ser un documental sobre los orígenes de su madre, en Colombia, de los que nunca se había hablado en su casa. “En verano de 2017 estuve dos meses en Cali, investigando, contactando con familiares, atando cabos, recuperando contactos que mi madre y mi tía, su hermana gemela, habían perdido… Y me di cuenta de que necesitaba entrar en el universo de la ficción para contar todo lo que quería explicar. La película se inspira en dos viajes a Colombia, a la finca familiar La Unión, el que hizo mi madre con mi tía en 1979 y el que hice yo con mi prima en 2017. El argumento es el de dos gemelas que viajan a conocer a su familia materna y ahí vuelco, también, toda la experiencia de mi viaje”, comenta Cordelia, por teléfono.

“Me obsesiona el rastro del pasado”, reconoce la cineasta, que ya codirigió el documental La distància dels noms, una búsqueda de supervivientes de un orfanato tras la Guerra Civil. “Se trataba de rescatar esa historia a contrarreloj, antes de que el tiempo la borrara”. La historia de su abuela, muerta por enfermedad cuando su madre tenía solo 17 años, que rescata ahora ha sido, además, una gratificante reconexión familiar: “Hemos recuperado una comunicación que antiguamente se mantuvo por cartas, pero solo durante un tiempo”.

El proyecto de Alegre, junto con Patricia Franquesa en la producción, tiene previsto rodarse en 2022. “Rodar en Colombia supone una complicación añadida porque habrá que hacer un casting también allí, buscar coproductoras de allí...”, admite la directora, que ha sido asistente de Neus Ballús en la película Seis días corrientes. “Además, las protagonistas tienen que ser dos chicas gemelas de entre 16 y 18 años, ¡y quiero que sean gemelas de verdad! Realizaremos un casting por institutos catalanes hasta que demos con ellas”.

Respecto al confinamiento, Alegre lo lleva bien. “Lo que más fastidia es que este proyecto te acerca a un montón de gente muy interesante y, de momento, los contactos son por Zoom o por Skype, claro”, lamenta. Pablo Berger, Neus Ballús, Nacho Vigalondo son algunos de los tutores. “Hay cosas importantes que ya se han pospuesto, en principio, a septiembre, como encuentros con Televisión Española o con TV3, o con programadores de festivales para explicarles nuestra idea”. Incluso el contacto con los miembros de los otros cuatro proyectos seleccionados (20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solaguren; Los quinquis, de Yago Herrero; Antier noche, de Alberto Martín Menacho, y Algo parecido a la felicidad, de Alvaro Gago Díaz) es fructificante: “Conocemos bien los otros proyectos y nos aportamos cosas mutuamente”, dice. “Somos gente joven que estamos haciendo lo mismo, cada uno con su película. Es normal que nos ayudemos”.

Alegre tuvo este viernes su segunda sesión con Pablo Berger (director de la premiada Blancanieves, 2012), que es su tutor: “Es mucho más que una tutoría”, explica la joven directora. “Pablo conoce a la perfección mi película. Esto es importantísimo, porque me hace sugerencias, me plantea dudas… y eso me hace avanzar, a base de preguntarme: ‘¿Esto me interesa, o no?’ Tengo que filtrar toda la información que me da. Y creo que es clave que no me quiera llevar a su terreno, él me acompaña, pero yo decido”.

Los 10.000 euros que aporta la escuela a cada proyecto son la base para arrancar la producción: “Son como el dinero que te dan al empezar una partida de Monopoly”, compara Alegre. “Con él has de empezar a generar más dinero, ir sumando, siempre con el asesoramiento de productores profesionales: diseñar las rutas de financiación, subvenciones posibles, llamar a la Generalitat, al Icec, al Ministerio de Cultura…”. No quedan cabos sueltos por el camino.

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