El reto de gestionar el éxito del turismo
La comunidad bate cada año los récords en número de viajeros e impacto económico, pero también crece el malestar por los problemas derivados de la masificación
Andalucía recibió 36,2 millones de turistas en 2024, un 5,3% más que el año anterior, una cifra récord que se tradujo en un impacto económico de casi 30.000 millones de euros (13,3% más que en 2023). Unos datos que consolidan la importancia de un sector que representa el 12% del PIB de la comunidad y que emplea a 451.488 personas, el 12,9% del total del empleo de la región. El turismo es uno de los principales motores económicos de Andalucía, pero lejos de generar una euforia proporcional a esos números abrumadores, se está extendiendo la percepción de que esa bonanza no solo no se traduce en un bienestar generalizado para las comunidades locales, sino que, en muchas ocasiones, expulsa de ellas a sus propios vecinos. La gentrificación o el encarecimiento de la vivienda, son los vértices de un problema con muchas otras aristas: el riesgo de vivir de un monocultivo económico, la precariedad laboral o la sostenibilidad, que opacan otras dimensiones determinantes para afirmar el futuro del sector, en las que la comunidad es también un ejemplo, como la desestacionalización, la diversificación de la oferta o la digitalización. La clave no está en el éxito, sino en cómo gestionarlo.
“La percepción es real, pero no significa que sea la realidad”, explica Enrique Navarro, catedrático de Geografía de la Universidad de Málaga y director en esa sede del Instituto Andaluz de Investigación e Innovación en Turismo de la Universidad de Granada, Málaga y Sevilla. “Toda actividad económica genera un impacto, en algunos casos positivo y en otros, negativo, el problema surge cuando ese impacto negativo genera conflictividad social”, indica sobre el malestar ante los efectos de la masificación en destinos turísticos, como la Costa del Sol o las ciudades de Sevilla, Málaga, Granada o Córdoba. En este sentido, Navarro distingue entre aquellas zonas donde el turismo ejerce de palanca y genera rentabilidad, como las ciudades pequeñas que se nutren del turismo rural o del patrimonial, “donde la actividad es positiva”, y aquellas donde sí genera conflictividad social, y advierte: “Aquí la administración no está prestando la atención que debería o no se está actuando con la rapidez necesaria”.
Dos de las medidas para tratar de mitigar la amenaza de pérdida de identidad y la congestión para los recursos públicos municipales que implica la saturación turística -a las que habría que incluir el coste medioambiental del turismo de cruceros en las provincias de Málaga y Cádiz- son la tasa turística y la regulación de las viviendas turísticas. Sobre la primera, el Gobierno de Juan Manuel Moreno ha mostrado su rechazo, alegando que no hay acuerdo por parte del sector. “La Junta es consciente de que la tasa es una parte del kit de herramientas para solucionar el problema de la masificación y de esa percepción negativa que la sociedad tiene del turismo, pero ha pospuesto el debate”, indica Mercedes Castro, catedrática de Economía de la Universidad de Sevilla.
Los ayuntamientos de las principales ciudades afectadas se han mostrado a favor de su imposición. “Es la tasa más solidaria que puede implantar un Ayuntamiento, porque ese dinero se podría utilizar para la promoción turística de la ciudad, para mejorar otros barrios periféricos…”, defiende Antonio Castaño, gerente de Sevilla City Office, la empresa municipal de Turismo, quien, pese a que defiende el trabajo del consistorio para generar nuevos flujos de turismo que descongestionen la afluencia en el centro histórico, niega la percepción de masificación en la ciudad: “Si a Sevilla llegan 10 millones de turistas, divididos en 365 días del año, no salen ni a 20.000 al día. Si doblamos esa cantidad, en una ciudad que alberga 1,7 millones de personas, esa visita de 40.000 no supone un problema real de masificación”, sostiene.
Entre las prevenciones que suscita la tasa se citan los problemas que puede suscitar en cuestiones como la equidad. “Algunos destinos podrían sonar como algo elitista, por lo que habría que tener en cuenta el impacto en términos de igualdad de acceso de la población”, indica Castro, que, sin embargo, también apunta a que “si se controla la masificación turística, los visitantes que tengan mayor capacidad de gasto valorarían positivamente esa reducción de la congestión, lo que podría hacer a los empresarios más competitivos y favorecer su rentabilidad”.
El encarecimiento de la vivienda ha elevado las cotas de fobia al turismo, aunque este no sea su causa principal. “El turismo se ha metido en nuestras vidas a través de la vivienda y ese es el elemento más disruptor de los últimos 20 años”, indica Navarro. La mayoría de las capitales andaluzas han empezado a regular el mercado de este tipo de alojamientos, pero, como advierte Castro, “si no hay inspectores suficientes, la regulación puede hacer crecer el número de pisos ilegales y no registrados”.
Calidad frente a cantidad
La clave para equilibrar la consolidación de un turismo competitivo con la convivencia y nivel de vida de los ciudadanos autóctonos pasa por primar la calidad frente a la cantidad, un mantra que incluye la diversificación y la descentralización de los destinos, la desestacionalización y la sostenibilidad. “El impacto que tiene en las zonas costeras determina que haya que diversificar la oferta y tomar medidas para el bienestar social y la conservación de los destinos y esa presión ambiental es la principal debilidad en Andalucía”, indica Carmen Sabiote, profesora de Comercialización e Investigación de Mercados de la Universidad de Granada y miembro de la Cátedra de Gestión turística, Empleo y Desarrollo, que defiende “un turismo experiencial que lleve a una mejor convivencia entre residentes, turistas y empresarios del sector”.
Una consigna que no encaja bien con la carrera por atraer líneas aéreas low cost a los aeropuertos andaluces, si bien, desde Sevilla, que pugna por tener un vuelo directo con Miami o China para atraer a turistas con mayor poder adquisitivo y que pernocten más días, tampoco parece preocupar. “Hay que ver si lo que se ahorra en el vuelo, no lo gasta en la ciudad”, indica, aunque reconoce que no maneja estudios al respecto
“La desestacionalización era uno de los principales desafíos de Andalucía, y en este sentido el crecimiento de la comunidad ha sido espectacular, los turistas ya no vienen solo por el reclamo de sol y playa, sino que buscan otras cosas”, explica Elena Pisonero, secretaria de Estado de Turismo entre 1998 y 2000 y consejera externa de la empresa pública para la Gestión del Turismo y del Deporte de Andalucía. Pisonero pone el foco en la política de marca que se está haciendo desde la Junta a través de las campañas de Andalusian Crush, donde se pone el énfasis en la cultura para atraer a otro tipo de visitantes. “La gastronomía, el turismo de naturaleza, el turismo de lujo, centrado en el golf o los balnearios, el deportivo, con el surf o el esquí, el científico… son de las principales fortalezas que observamos”, abunda Sabiote.
En esa consolidación de un modelo más equilibrado, innovador y sostenible, la digitalización juega un papel clave. “La combinación de datos geoespaciales, Internet de las cosas, inteligencia artificial, gemelos digitales y simulaciones abre oportunidades para anticipar retos y optimizar el desarrollo urbano ante los retos que provoca el turismo”, indica Adolfo Borrero, presidente de la Comisión de Smart Cities de la AEMIC.
La necesidad de incorporar las nuevas tecnologías para mejorar la experiencia turística y la gestión de los destinos se afianzó tras la pandemia, pero, aunque la Junta ha generado redes entre las empresas para compartir sus datos y poder avanzar en su eficiencia operativa, aún queda camino por recorrer. “Ahora mismo las decisiones se están tomando por el relato, no por los datos y aquí sí que las nuevas tecnologías podrían ser utilizadas para entender y analizar los indicadores”, indica Navarro, que incide en cómo la tecnología puede ayudar a la participación de terceros y a la transparencia “dos elementos claves que, si no los tenemos en cuenta, pueden provocar conflictos en el futuro”.
Esa tecnología también debe llegar hasta los trabajadores y tiene que ser impulsada a través de la colaboración público-privada y entre las administraciones. “Hay que mejorar la cualificación de los profesionales en destino, para ofrecer un servicio de mayor calidad y hay que invertir en investigación y desarrollo y en educación vinculada a la tecnología”, defiende Castro.
La emergencia climática, la amenza a medio plazo
En esa gestión del éxito, además de la amenaza de la masificación, hay una realidad que puede truncar las buenas expectativas en las que está instalado el sector. El cambio climático. “La conflictividad por la vivienda ya está aquí, pero ya estamos viendo la que puede surgir con la emergencia climática”, advierte Enrique Navarro, catedrático de Geografía de la UMA. No solamente se trata de los fenómenos meteorológicos extremos, como temporales que puedan afectar a los chiringuitos, advierte el profesor. “¿Quién va a compensar a los propietarios en primera línea de playa? ¿Va a merecer la pena invertir en echar más arena a las playas, cuando el crecimiento del nivel del mar es inexorable?”, se pregunta el experto, que alerta también con la sequía, que este pasado verano puso en jaque a la Costa del Sol. “Si un turista se puede bañar en la piscina del hotel y un residente no, surgirá el conflicto”, advierte.