Pedro Molina regresa a “los inicios del arte” en su exposición ‘Trazos esenciales’
El pintor malagueño expone en la sede sevillana de la Fundación Caja Rural del Sur 30 dibujos y una escultura en negro sobre blanco que resumen sus cinco últimos años de trabajo
“Amo los inicios”, escribió a mediados del siglo XX el arquitecto Luis I. Kahn: “Son los comienzos los que garantizan la prosecución”. El artista plástico Pedro Molina (Málaga, 55 años) recoge esta afirmación para explicar, sintéticamente, su trabajo más reciente: 30 dibujos pintados durante los últimos cinco años en tinta negra sobre papel. Una apuesta al blanco y negro para los rostros, en su mayoría de mujer, que capta en una primera impresión del natural y que después t...
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“Amo los inicios”, escribió a mediados del siglo XX el arquitecto Luis I. Kahn: “Son los comienzos los que garantizan la prosecución”. El artista plástico Pedro Molina (Málaga, 55 años) recoge esta afirmación para explicar, sintéticamente, su trabajo más reciente: 30 dibujos pintados durante los últimos cinco años en tinta negra sobre papel. Una apuesta al blanco y negro para los rostros, en su mayoría de mujer, que capta en una primera impresión del natural y que después trabaja minuciosamente en su estudio del distrito malagueño de Churriana.
Este conjunto de obras de pequeño y mediano formato —al que ha sumado una pieza escultórica donde la pared reproduce el blanco del papel y la madera negra evoca a sus precisos trazos en tinta― se han reunido en la exposición Trazos esenciales, que puede verse hasta el próximo 8 de marzo en la sala de exposiciones de la Fundación Caja Rural del Sur de Sevilla y con la que el pintor andaluz ahonda en sus obsesiones. La primera de ellas, su interés, no solo por las vanguardias, que puede resultar más evidente a un primer golpe de vista de este trabajo, sino “a los inicios del arte, en todas las culturas”, explica durante una entrevista con EL PAÍS: “Me gusta mirarme ahí, en el arte primitivo, ese momento oscuro cuando todo empieza”.
Estos inicios, de hecho, son fundamentales para todo el desarrollo de su obra. En una rutina de trabajo absolutamente metódica, Molina comienza su proceso creativo en unas sesiones de dibujo al natural frente a una o un modelo. “Hace más de 20 años que un grupo de artistas malagueños nos reunimos semanalmente en un estudio para pintar y ahí, de repente, ocurren cosas”, explica. El artista se enfrenta al cuerpo humano que tiene delante durante apenas ocho minutos, “nunca más de 10”, precisa. Se trata de “la parte más emocional” de su actividad artística. Luego, ese boceto a tinta se dirige al estudio y “ya en frío te enfrentas a una partida de ajedrez empezada”.
“Esos diez minutos se pueden convertir después en un día entero de trabajo”, admite. Es en el estudio donde Molina perfila, compensa volúmenes y normaliza —”también rompo cientos”, bromea―, pero con la escasa libertad que le permite la tinta china, con la que el nivel de corrección es muy limitado. No obstante, “todo sale de ese pronto”, insiste Molina sobre ese breve espacio de tiempo crucial que condiciona toda su creación. Lo mejor que tiene para el artista esta ceremonia semanal de la que parte toda su obra es que le proporciona “un nivel de concentración máximo, superior a cuando estás en el estudio. Incluso de una misma sesión y con un mismo modelo, pueden salir trabajos totalmente diferentes”.
Como resultado, Molina muestra estos días en Sevilla sus recreaciones de la fisonomía humana, que ha ido depurando en cuadros muy geométricos y cuyo interés se centra cada vez más en los rostros, sobre todo, de mujer. “Los masculinos los resuelvo con dos trazos, el femenino tiene mucha más complejidad”. Todo ello, siempre en blanco y negro, una opción a la que ha llegado en una permanente evolución artística que comenzó en la figuración y con un trabajo más colorista, y que ahora destila en estos Trazos esenciales. “El color par mi es prescindible. Por el proceso al que yo llego a estos cuadros, no sería más que decoración y opto por no ponerlo. El dibujo en sí mismo crea áreas, regiones, fragmentaciones…”.
A pesar de ese orden y esa precisión, Molina dice trabajar con mucha libertad y que con el negro va eliminando elementos de los dibujos primigenios en busca de la aparente simplicidad de unas líneas que parecen deudoras tanto de sus estudios de Arquitectura como de los de Bellas Artes, escuela y facultad, respectivamente, en las que Molina estudió durante su juventud en Sevilla.
La exposición está comisariada por la periodista Margot Molina y supone la tercera vez que el malagueño muestra en público este trabajo, con una primera individual en la Universidad de Málaga en 2019; una muestra colectiva en el Archivo Municipal de Málaga de 2022 y esta, que puede verse en Sevilla hasta el 8 de marzo. “No sé hasta cuándo estaré haciendo estos dibujos, yo no intercedo en mi obra”, sostiene Molina: “Si sigo trabajando, seguirá evolucionando y si lo dejo, sencillamente, parará”.